Querido Jesús, porque bien lo sabes, y porque desde
siempre habita en ti el silencio, la contemplación, la luz y la brisa de los
amaneceres, dices ahora que “la poesía es/ presentir el misterio”. Llevas toda
la vida esperándolo, escuchándolo, escribiéndolo, buscando con la voz en sus anexos,
jamás perturbándolo, jamás rompiendo su ser, el ser del elixir manantial que nos
mantiene alerta: el misterio de la vida. Vivir es la poesía: vivir sin ruido,
vivir sin daño, vivir con, vivir para. Cuando el hombre logró la palabra, logró
la poesía. Tal vez la poesía no sea el modo de acercarse al misterio, sino el
misterio que presentimos. Lo es.
Tú sabes del enigma de las cosas pequeñas, tu sabes de
los gestos pequeños, cotidianos. Tú sabes de la misericordia, esa bondad
continuada que nos usa y nos premia. Tú la ejerces. Y en Cómo vencer al
ruido ––tu último libro–– el agua de la piedad, del afán compasivo, por
más que intentas contenerla, se derrama. Vencer el ruido es vivir en la verdad
del silencio, de la atención, de la memoria, es buscarse en el tic-tac de quien
nos mide, es saber que la ambición es una calle rota, lo imposible. Vencer el
ruido es, como decía el de Yepes, salir sin ser notado, pero salir, pero hacer,
pero estar, pero dar.
Jesús, tiene tu nuevo libro temblor de hojas, almas que
la suavidad inagotable de una brisa franciscana mueve. Hojas que van desde el
corazón, desde los umbrales del día a los presentimientos oscuros de la noche.
Sin miedos. Pero con la sabiduría de que “ante el propio dolor/ estamos solos”,
aunque una voluntad imperativa nos haga acudir a mitigar el dolor ajeno. En eso
estriba la belleza del espíritu. Dices en un poema que es necesario sentarse
ante la hoguera y contemplar con mansedumbre los pétalos del fuego para saberse
hombre en el tiempo, palabra en el tiempo. Para entender el silencio sonoro, la
música callada de Fray Luis y traducirlo en poemas.
Tu libro traduce letra a letra tu delicadeza moral.
Algo conocido, pero que en esta ocasión no viene a buscarnos a través de las
enseñanzas de las cosas anónimas y pequeñas, sino que alza la mirada y busca las
conciencias en un Tú poético que es tuyo y de todos: el que guardan las llanuras de los
pechos. Cómo vencer el ruido es una introspección, pero también un
camino, un Tao occidental y universal. Para algunos un espejo, para otros un
sendero indicado por donde encaminarse. Poemas sencillos, inquietantes y
consoladores a un tiempo, palabras enteras que buscan decir y dicen sin
disfraz, sin adornos, sin justificaciones.
Sé, sabemos, de cómo tu tiempo sin ruido está ocupado
por el amor, por los cuidados; por eso agradezco, agradecemos tanto, que el
enigma de la poesía encuentre calor de nido a tu lado, y fructifique, y vuele. Gracias
por esta renovada entrega, tan limpia, tan sin vacíos, tan serena, tan de
semillas.
Elijo dos poemas que pretenden hablar por todos.
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