martes, 26 de febrero de 2019

Consejo de redacción: marzo y regreso

(Teo Serna. Pastel)
   

     Buenos días, buen humor, sepan que vengo refrescado en cuerpo y mente. Y contento. Contento porque veo que la redacción ha seguido funcionando en mi ausencia. Nadie es imprescindible, ni siquiera ciertos poetas ciertos, ni siquiera esos que en las presentaciones suelen ser tildados de necesarios. Mi felicitación a todos. Venía el Jefe renovado y feliz. Y contagiaba. La becaria se entretenía abriendo los sobres que han acarreado libros en la última semana. Por la mañana, ella misma había franqueado otros tantos en la estafeta. Do ut des, volvió a repetir el mandamás a pesar de ser ágrafo en latines. Cada libro, se puso serio, debe ser respetado y leído con atención hasta el mismo instante que muestre si es verdadero o impostado. En el segundo caso cedan sin rubor a la tentación de su abandono; en el primero, entiendan que hay en él un conflicto permanente entre la “voluntad extenuada y el fracaso asumido”. No, no… por favor, no aplaudan, la frase no es mía se la he tomado a José Luis Morante, que sabe de los asuntos. Con claridad: estaba contento. ¿Ha leído usted mucho en su retiro de siete días?, preguntó por preguntar el redactor novato. Lo suficiente como para saber que son escasos los rematados. Descendimiento de Ada Salas, por ejemplo, aunque la máscara de unos estilemas esperados embarre un poquito. La poesía es un revolver... del renacido y "sucio" Roger Wolfe, comprado en su presentación de Madrid a la que asistimos 15 personas,. Todos los relojes de Antonia Álvarez Álvarez, leonesa de Gijón, que sabe como pocas del orden y el temblor. Un repaso al trallazo existencial, ay los 60, de la Pizarnik y la Vilariño, dos que vienen a ponerme las cosas en su sitio. Y mostró los libros. Ufano. Casi todo mujeres -dijo el del colmillo avisador-, bien guardado ese flanco, Jefe, pero… ¿y traducidos?, aquí nunca se habla de traducidos, y esa carencia nos quita prestancia, seguidores, favores editoriales, sueldo en definitiva. En España, quien no traduce es pura filfa, léase nada, quien no se extasía ante un nombre nuevo, sueco o danés, ni es alguien ni saldrá jamás en Babelia. El Jefe, descubierto en sus flaquezas pieldetoro, no supo qué responder. Él sabe, y bien, que no es Jordi Doce. Y se azoró. Miró al soslayo, callose, silbó sin notas, inició un amago de tos como de arte y ensayo, escarbó en los bolsillos, palpó su papada cara, hurgó en el móvil, sintiose raro. Levantose. Cerró desde el pasillo con suavidad la puerta. En bar, en humo, en vino, en sombra, en nada...

domingo, 17 de febrero de 2019

Poema: Desiderata y despedida temporal (Divertimento)





                                                                 Estaré hasta que llueva
                                                                                              DIONISIO ROBLES



Que brote una semilla de algodón 
en mitad de olvidadas montañas de neumáticos,
que festeje mi cuerpo cumplir setenta y dos
mientras yo espero turno, que recluyan
en un piso de Ibiza a eclesiásticos fofos,
que sobadas luciérnagas no vuelvan
a alumbrar ningún verso, 
que El Corte Inglés bienaventure
con tarjetas de crédito a los tercos de espíritu,
que los premios se amañen limpiamente
por fidedignos maños de Aragón,
que los inviernos sean
duros sólo de oído, que Yahvé llame y lleve
al averno al que ceba esta nueva Babel 
de ávidos móviles, que rueden en Legazpi, por favor, 
películas de chonis y romanos,
que la melancolía cueste un euro coma quince, 
por ejemplo (o sea la mitad de lo que vale
enviar por Correos cualquier libro),
que atornillen sin prisa y con cuidado 
a Carmena el tobillo, y que los sindicatos de poetas 
breguen por unos 
salarios donde nadie 
confunda el fin de mes con la metáfora.

Ojalá y que se cumplan, total o parte, mis deseos
mientras huyo de aquí, del Madrid que se aturde,
con mi automóvil diésel desahuciado
a los semidesiertos de Almería, que me esperan
ciertas gentes que escriben y no editan, rojeros fósiles,
para recolectar -antes que llueva-
pequeños ocios, 
hundidos sueños, 
alcaparras.

jueves, 14 de febrero de 2019

Seis haikus de Francisco Jíménez Carretero






Cuarto menguante: 
roza la luna el cedro
del Himalaya

***
Sabrá el camino
donde empiezan y acaban
todos los pasos.

***
Cesó la niebla,
pero aún el barbecho
sigue humeando





Pino carrasco:
del corazón grabado 
brota resina.

***
Revolotea
en el pico del mirlo
la mariposa

***
Escarcha en flor
en las desnudas ramas
de los alerces.



FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO (Barrax y 1948) pertenece al grupo que en Albacete ha cultivado el haiku con enorme acierto. Es en los llanos que le vieron nacer donde halla respuesta a su mirada. Exigente en la construcción, busca el aroma de temporalidad que el género exige para reconocerse. Y no te vi, Señor, y estabas (2018) es su último libro publicado

lunes, 11 de febrero de 2019

Dos poemas de Idea Vilariño



Y QUÉ

Tomo tu amor
y qué
te doy mi amor
y qué
tendremos tardes noches
embriagueces
veranos
todo el placer
toda la dicha
toda la ternura.
Y qué.
Siempre estará faltando
la honda mentira
el siempre.

           (1962)
______________

ME PREGUNTO

No pensarás a veces
no volverás los ojos
a aquel estante al libro
que volví a su lugar
a aquella mesa de café en Malvín
ya tarde
al aire libre
conmigo y los muchachos
o tal vez al café pajarería
de donde huí y dejé que me alcanzaras.
No te acordás
supongo
de mi puerta entreabriéndose
a las dos de la tarde
y tú con un sombrero
que por fin regresabas.
No te acordás
seguro
no sabés que una noche
te esperé y fue una noche
de amor
y no viniste
y fui feliz vagando por la casa
escuchando la escalera
esperándote.
Hubo también las noches
–torpe de mí
te odiaba–
en que llamabas
–dígame
cómo ordeno esta serie
es mejor esto o esto–
y esa otra en el suelo
con luna y mis retratos
tirados por ahí que todavía
tienen manchas de vino.
O la noche terrible en que tú estabas
llorando en el teléfono
nunca lloré decías
dejame ir decías
y yo mi amor mi amor
–te había echado
había muerto–
y yo mi amor
mi amor
y yo estaba con otro.

      (1965) 
_________
 
___________
Idea Vilariño (1920-2009 y Montevideo) o el lugar en donde los poetas pueden beber la densidad oscura, la desesperanza, la capacidad de lo tenso para escribir el desgarro vital, el amor encendido. 


jueves, 7 de febrero de 2019

Dos poemas de Eugenio Arce y Alfredo Sánchez


      Son poetas, manchegos y amigos. Viven en Ciudad Real y tienen origen vital en el Campo de Montiel. Ambos han publicado durante el presente curso. Eugenio Arce Lérida su sexto poemario Y los versos, besos son (Lastura, 2018), casi al tiempo que Alfredo Sánchez Rodríguez imprimía el primero, Cuaderno de Campoamor, con el que ha obtenido el premio Marcelino Quintana en tierras canarias.


      Es Eugenio poeta de largo recorrido, comprometido con el hacer de la palabra como modo de acercarse al hombre, al enigma de lo humano, al misterio del individuo como ser en sí, en otros y para otros. Toda su obra está roturada por el temblor, la congoja y la esperanza que acompañan al hombre en su existir. Toda su obra por el imperativo de la búsqueda, por la exigencia en encontrar el vector que dirige la voluntad humana hacia la virtud. Tradúzcase virtud por bondad, verdad y belleza. Poeta de lo humano, de la poesía al servicio del hombre, de donde nace y hacia quien transita. Sabe que la creación es un acto del lenguaje, y lo cuida, y lo ordena, pero sabe que su finalidad no es quedarse en sí mismo sino la de provocar en el hombre las preguntas y mover a la reflexión sobre el oficio de vivir. A veces hay en su hacer un punto de melancolía o de desasosiego, de tristeza o de inquietud, porque de lo insatisfecho, de los instantes incompletos, están hechos los hombres. Los poetas también. Yo nunca fui un tahúr ni me enseñaron / a jugar a las cartas / marcadas; de ahí nacen/ algunos de mis ríos turbulentos, escribe. Y a nosotros, leyendo …Y los versos, besos son, nos ha parecido escuchar la voz, lejana y cercana a un tiempo, de Nicolás del Hierro. También su estatura moral.



      Alfredo Sánchez debuta en papel, con lo que ello conlleva. Viene de la música, de la composición, de las canciones, y ello se nota en la estructura leve, ligera, de algunos de los poemas que nos ofrece, pero llega pleno de madurez a contar lo que ha visto en la tierra que cuenta nuestros pasos. Textos escritos, según su decir, en presencia del mar, el poemario Cuaderno de Campoamor habla de plenitudes y zozobras. Plenitud de un amor en plena sazón, que lo conforta y serena. Un amor cantado con el sosiego de lo bien hallado; lo que subraya su intensidad, su fluir necesario. Por completar contigo/ tantas otras mitades que me faltan, escribe en el poema “Dormir solo”. Los desgarros aparecen nada más volver la vista atrás a lo andado, a lo navegado, a lo vivido: ausencias y dolor, suciedad y frío, desasosiego… episodios e instantes contados con la claridad que conlleva el cuidado, sin retorcimientos, del lenguaje, una de sus señas de identidad. A la poesía, es bien sabido, no se llega ni pronto ni tarde, sino cuando ella nos abre las puertas. A la poesía ha entrado Alfredo Sánchez Rodríguez, y lo ha hecho con humildad y timidez, pero con paso firme. Anotamos que para abrir sus poemas ha usado numerosas citas de poetas manchegos contemporáneos. Como fe de origen. Bienvenido.

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 Hasta que los jazmines
 
A Isidro Sánchez, me honro
con la amistad de este profesor emérito

Luchar contra los astros que pretenden
modificar el curso natural
que llevan nuestros ríos.
Pelear cada día
para impedir que anulen
nuestros sueños más íntimos.
Resistirse a las fábulas
que intentan conseguir la mansedumbre
de los inconformistas.
Negarse a lo imposible,
a lo que ya está escrito
como el irremisible porvenir
de los que son más débiles.
Proclamar la justicia necesaria
y huir de la vorágine
que nos va consumiendo.
Poner mis emociones
en pie de una pacífica contienda,
hasta que los jazmines sean libres
para exhalar su aroma,
a pesar de las zarzas que los cercan.
En vuestras manos dejo
esta invisible flor
cuyos pétalos son la semejanza
de mi desnuda luz.

Eugenio Arce Lérida

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 Una silla vacía

 
Lo que hemos perdido
jamás nos será devuelto.
COLD MOUNTAIN

Una silla vacía
en la mesa común
abre un hueco a la ausencia
fatal, irremplazable.

No ha sido nunca fácil
poder verla ocupada
al tiempo que las otras,
siempre mudo testimonio
del dolor sin más causa,
gratuito, incomprensible:
el desprecio, el desaire
constante y pertinaz
del libre alejamiento,
voluntario y doloso
infligido sabiendo de su daño.
Y a la postre barato,
pues nunca se quitó
–como era merecido–
la silla de su mesa
esperando a su dueño.
Pero su hueco pesa
ahora como lápida
fría, definitiva,
y se hace más gigante
su terrible evidencia.

Alfredo Sánchez Rodríguez

martes, 5 de febrero de 2019

Seis haikus de Manuel Neila



Se sienten risas. 
Gente que se divierte. 
¡Y tú tan lejos! 

***
Tres mariposas 
vuelan sobre las flores. 
Sobran los haikus.

***
Quietos y firmes, 
los árboles se yerguen 
en las acequias.








Sendas perdidas.
Suenan flautas antiguas
entre los árboles.

***

Caen las hojas 
de los chopos temblones 
sobre el poema.

***
Sol de la infancia:  
donde quiera que vaya 
sigue luciendo.




MANUEL NEILA es poeta y estudioso de las formas breves en poesía. Actualmente dirige una colección dedicada al aforismo en la sevillana Renacimienro y ha publicado en Polibea Sendas de BashôConjuga la tradición con lo subjetivo.