Este año vuelve la comida de empresa, dijo el Jefe para
comenzar el último Consejo del año. Los números comienzan a cuadrar. La
publicidad, el exceso de publicidad que tanto critican ustedes, nos permite
un respiro. La poesía puede, debe, tener también dimensión empresarial, de
beneficio, como cualquiera otra de las Bellas Artes. Hay que insistir en ese recorrido.
La que llamaba Lope “importuna infantería”, al referirse a los poetas noveles, ya saben que nuestra dedicación es un acto de provecho, dicen que luego,si eso, lo ligarán con el arte. Es preciso generar envidia entre las gentes, no
lástima. En Mientras la luz hay números negros y los vamos a gastar: lo
primero en cuchipanda, como buenos españoles que somos. Guardó un silencio fatuo, el que espera refrendo. No lo
hubo. Ni aplausos. Por favor, productos
gallegos y frescos, que no suceda lo que entonces, dijo con firmeza el redactor colmillo, y que no se
nos pida llevar un villancico naftalina de nuestra cosecha, basta de
provocaciones. Todas las miradas mojaron a la becaria. Ella sabía lo que
faltaba por decir. Y, ella, ojos bajos, callaba. Minutos tedio. El Jefe los confundió con minutos expectación y creyó que era el momento de la segunda andanada por babor. Tenemos fondos suficientes
para crear nuestra propia editorial de poesía, decidió emplear su voz más engatusadora,
incluso tengo nombre… No dio tiempo a
decirlo, la estampida fue tan ruidosa, tan febril y rotunda, tan de sálvese de luxe, que la puerta
gimió de sobresfuerzo. Por los pasillos, y en la plena carrera por encontrar la
calle, alguien siguió recordando y parodiando a Lope: Años de más editoriales y más poetas, nunca los veas. Algunos no
pararon hasta Gibraltar, lugar de moda hoy y de liberales exilios
decimonónicos. Otra no, otra no, repetía el eco machadiano en la Laguna Negra.