.Fotografía: Julia Caro
Días de amigos, los tres primeros del trato y del afecto, Adolfo de la canción, de la comunión en el futuro propia de unos años que siguen siendo los míos.
Madrid apura sus últimos días hábiles. Junio es la agonía de los decires poéticos. Martes 17. Leyó Carmina Casala, vapor de adolescencia recuperada, en el aula de los Montesinos. Poesía de calma alrededor del riesgo. Observadora, anotadora hasta el deleite. No tengo ninguno de sus libros, sólo soy amante de oídas, pero en ésta, la segunda ocasión, me sedujo la selección de sus poemas ordenados en torno al amor y al desamor, la elegancia de su melancolía. (Entre el público estuvo Jaime Alejandre, a quien al principio, por sus frases, confundí con el portero. Un común, Rafael Soler, deshizo el equívoco. Dijo que le sonaba mi físico. ¡Qué alivio! Fin.)
Cristina Cocca, la voz argentinita, jueves 20, cantó más que recitó, al lado de Pepa Nieto y mirando de frente a su público, en la Biblioteca de Retiro. Poeta de palabra escogida, de metáforas de lluvia y aves que traen, mojan y llevan sentimientos, dulzuras, nostalgias, colores, La poesía con ella es más que nunca un estado de ánimo. Alguno de sus espectadores, de sus admiradores, llegó a preguntarle si alguna vez reconocía algún desliz en la perfección con la que construye. No es posible estar siempre sublime, contestó Cristina, con quien tanto quiero.
En La Esfera de Alcobendas, martes 25, y ante un auditorio rematadamente nuevo, como debe ser, leyó, bordeando la emoción, Pedro A. González Moreno. Poeta de lento hacer, cronista de la erosión, de la sombra, del agua que anega. Poeta cuyos poemas, como zarpas, arañan desde una subjetividad lírica casi romántica. La vida como desgaste, el recuerdo, el amor, el recuerdo del amor como leña con que avivar el fuego. Los trigos en las espigas altas de la muerte. Y la literatura. Como herramienta para saber del cerco, de la vida. Oscar Martín Centeno lo presentó sabia y pictóricamente.
En el local de Comisiones, en mitad de las futuras pancartas de la próxima HG, leyó, cantó el jueves 27 Adolfo Celdrán. ¿Dónde los sueños sesentayochistas? Este físico nuclear sigue en la brecha a pesar de los pesares. Fue uno de los primeros y de los mejores musicadores de poemas miguelhernandianos. Leyó versos de sus cuatro libros, cantó canciones nuevas a capella, motivó un prolongado debate. Los viejos cantautores nunca mueren. Aunque encanecen.
El domingo 30 por la mañana, caseta de Huerga y Fierro, firma Miguel Galanes ejemplares de "El viento me hizo".