jueves, 2 de enero de 2020

Consejo de redacción de enero: Veinte 20

Foto de Mercedes Espinosa Victoria





 Buenos días, buen año. Este veinte 20, viene con brisa salvífica, con el aroma de las piedras moradas. . El jefe llegaba cursivo y próspero en sus metáforas. Por lo cursi de su saludo, no sé si nos llega harto de lecturas o del industrial panetone que Manitú confunda, susurró más fuerte de los debido el redactor novato. Lo más probable es que haya estado leyendo alguna traducción nueva de Tranströmer, apostilló el idem colmillo, y venga obnubilado. De ambos supuestos podría dar cuenta cierta la becaria, que parecía encerrada con llave en un arrítmico silencio momentáneo. Y les diré más –continuó el prota, vista baja a los apuntes–, sé por JL Martín que los críticos franceses de hace unas décadas descubrieron que un poema comprensible que hablara de un determinado tema es simple periodismo poético. ¿Qué les parece? Afirma que se lo contó Zagajewski en Venecia. Dicen ambos que hay que procurar librar a los poemas de un relato demasiado accesible para que puedan acercarse, balbuciendo, a los alrededores de la poesía. La becaria bebió, déjala que beba San Cristobalón. Humedecidos los labios, puso nervio: Parecen valentianos henchidos esos franceses de tentación onfálica. No sé qué opinarán de tal boutade nuestro Rosillo y nuestro d´Ors. Yo por supuesto no estoy con ellos, pero tampoco lejos. Remachó. Alguien, bajo el tablero, tecleaba su móvil para traducir el fraseo anfibológico. El jefe, que ya se lo había escuchado en ocasiones, traía su réplica como espuerta de cal. Miren, piensen lo que les parezcan, o no piensen, pero –sin llegar a lo gabacho– ojalá que para este 2020, construir un poema sea algo así como trazar un camino y que por él transiten los fragmentos del aire, un mundo sin costumbre, la verdad intranquila. Y lo flanqueen  ruidos pobladores, los árboles morados de los desasosiegos. Luego calló para escucharse bien. Lo tiene por rutina. Alguien dijo desde el cansancio: Cada mes nos descubre usted una Cibeles nueva. ¿Un camino? ¿eso propone? Cualquier poema que se respete es siempre un camino o no es nada. La cuestión es hacia donde, hacía qué vértice, hacia qué lugar soñado, junto a qué acantilado trazarlo. Añádale lo necesario de encontrar el mojón desde el que iniciar el regreso. Entonces podrá ser poema. El jefe, que lo es aquí y en Siracusa. no tardó en su argumentario. No importan tanto los condicionantes, importan sólo apenas. Tal vez tenga usted razón, pero la que tiene es poca y además no sirve. Mire la fotografía, lea usted en el metro el pasquín de Berta García-Faet, el camino del poema es, o debe ser, apenas penumbra ensimismada, qué importan las adherencias. Nadie intuye ni sabrá nunca la meta de la poesía. Ni la nuestra. Camino, sólo camino e incertidumbre. Eso sí, el poema que propongo debe dejar abiertos, muy abiertos, para actor y lector, sus dos puntos de fuga. Para poder volar. En eso soy irreductible.  Algunos lo entendieron como el momento propicio para la huida.  Y ejecutaron. Veinte–veinte, piedras moradas, caminos. Veremos.

4 comentarios:

Mayusta dijo...

Que los dioses te escuchen, Maestro, y confundan a juntaletras, youtubers de O.T. trepacargos, feisbukegos y otras especies que pululan por el noble paisaje de la poesía que con tanto esmero piensas, dibujas y coloreas...Yo, por si acaso, intentaré guardar sabiamente un discreto silencio mientras leo y aprendo... Feliz 2020

fcaro dijo...

Usted, después de sus reflejos rotos de un espejo, puede descansar lo que desee, La poesía le reconoce como su suyo.
Feliz 2020.

Soraya dijo...

Feliz 20 20!!!
Y la luz morada brille e ilumine nuestro camino!!

fcaro dijo...

Brillará, Soraya. Un abrazo.