miércoles, 25 de noviembre de 2009

Ángel Guinda: Poemas para los demás


Poemas para el contagio.

Estuve. Esta vez sí. En una librería abarrotada donde también se sirven vinos, cervezas, tapas. Isabel de Miguel esperaba en la puerta. No es una librería con un bar, lo llaman bar con libros. Un lugar creado para Ángel Guinda, el poeta que ignora la incorrección profiláctica del beso. Se permite fumar. Eran muchos los agentes convocados a la contaminación del micro. Muchos quienes acudieron. Todos corruptos. Un halo de poéticos venenos rondaba la alcachofa.

Comenzó Trinidad, la de Olifante, la que edita y difunde, la que avisa que el agente pernicioso que convoca sólo escribe estas cosas si está en Trasmoz. Trasmoz, Trasmoz -clamó la masa- o todos o ninguno. Calma, calma. Surgió Forega (Manuel M.) tildando de irreverente, inconformista y saludablemente cívico ¿o dijo cínico? a quien tan sólo escribe por conmiseración con el mundo. Y, ante la rabia oferente de tantos jóvenes como escuchaban, continuó con lo de la blasfemia democrática de los tiempos que corren, con la necesidad de las comunas, de las insurrecciones. Picotas portátiles pareció que pedía. Leyó como si verdad fuese lo que verdad era. Aventada la fiebre, el silencio consciente sonreía. La Notte caminaba hacia su estreno.

Salieron dos tercios de unos desvergonzados, con una guitarra inútil, polizones desde Zaragoza. Que conocían a Ángel, voceaban, que le estrujaban verso a verso en sus representaciones. Sin pudor, sin pudor. Sin pudor leyeron lo que estaba reservado. Oí llorar al micro. Consiguieron aplausos, sardónicas miradas. Ellos, ufanos.

Virtuoso seguía el público entre estantes, en pie, de pie. Con la conciencia cada vez más cocida después de lo vivido. Los ojos levantados. Itziar Miranda, clara y actriz, tomó la responsabilidad de verter el próximo cianuro. Abrió el libro por donde más daño hacía y repartió bacterias que se entienden, virus de línea clara, estafilococos por doquier. Alguien gritó fuerte: “muera el esteticismo decadente”, “castrante” apostilló un segundo con fiereza. La librera, que vendía a 6 euros, clavó su aguja, inoculó impureza, en el griego trasero de tres culturalistas disfrazados. Gritaron. Siguió leyendo Itziar sin inmutarse, ignoraba su saliva las tensiones. Llamó al autor, que por allí aguardaba, alegre, emocionado. Se levantó. Miró al primer hombre. Vio la altura del micro. Declaró: “¿qué griposo me ha sorbido el vino de la copa?”. Pidió de nuevo, por aumentar contagios. Se añadieron a su demanda gargantas otras. Murmullos de aprobación solemne. Echóse a hablar.

Contestó con labradas respuestas esculpidas preguntas. Parecióme que en ellas hubo un aprecio creciente por la vida, por el gozo, por las gentes, y por la utilidad negada de la poesía, por construir herramientas de tinta, útiles que lograsen descerrajar las puertas, por la palabra amigo, por el hervor humano, por el pan, por la miga y el aceite, por las pintadas pancartas y el azúcar, por no declinar en el afán del sexo, por ser imposible para el no abrazo. Por extenderse, por estallarse, por lo incorrecto. Y por la dinamita. Pura contaminación en marcha. Leyó de fuera a dentro, de dentro a fuera, repartiendo bacilos. Leyó plegarias calcetines, convirtió las aleluyas de la religión caótica en martillazos, proclamó rebelde a Jesús Cristo; a la muerte la tachó de inmóvil. Los papeles, los mandos, las pantallas, los tristes pusilánimes que viven en, con, por la citada tríada, tuvieron en su voz mordaz afecto. Nos recordó ¿con queja? los 6 puntos que ofreciera a Tráfico por llevar sus poemas con demasiada prisa hacia los demás. No se arrepiente. Habló de los sinluz, de los Moncayos, de sintechos mortalesy Lavapiés enhiesto.

Vega Del Alambique quiso el romance morisco, generoso. ¿Un agente rabal, alguien del alma, trazó paréntesis al aire convocando a la paz desde los muslos? Deduje que el poeta tiene muchos amigos. Desvergonzados, libres. El final llegó cuando no había, a voz en grito común, nada mejor que hacer. Me vine sin decir adiós. Trasmoz, Trasmoz clamó la masa. O todos o ninguno. Algunas comenzaban a desnudarse. Algunos. El H1N1 avanzaba voraz. La poesía. Contagiado, un ejemplar vino conmigo.
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A PIE DE PÁGINA

El poeta Ángel Guinda
desertó de este mundo.

De espaldas a la muerte
y abrazado a la vida.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Cristina Cocca con el grupo "Manxa"


(De izquierda a derecha: Cristina Cocca, Pedro A. González Moreno, María del Carmen Matute, Juana Pinés, Elisabeth Porrero y Presen Pérez)

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El pasado sábado 14 de noviembre se celebró en Ciudad Real la entrega de los premios Guadiana de poesía. Estos premios suponen al mismo tiempo la ocasión para los miembros del grupo Manxa, que los convocan y sostienen, de reunirse y celebrar su permanencia como asociación poética.

El grupo Manxa fue levantado, años ha, por Vicente Cano y aglutina a gran número de poetas manchegos. Hasta hace unos días ha estado presidido por Antonio Gutiérrez González de Mendoza, que ha presentado su dimisión, por motivos que nosotros ignoramos, en fechas inmediatamente anteriores al acto de la entrega del premio. No obstante tal inconveniente, el resto del grupo sacó adelante el compromiso con enorme dignidad.

La poeta que se alzó con el galardón fue Cristina Cocca, argentina y madrileña. Cristina es amiga en la Villa y Corte de quien esto escribe. Tuve el honor de redactar el texto que prologa su “Mujer de esta memoria”, poemario que obtuvo el premio “Poeta Mario López” de Bujalance, premio que también consiguió Juana Pinés, anterior presidenta del grupo Manxa, así como otros poetas amigos: Manuel Laespada, Juan José Alcolea y Vicente Martín. El segundo premio fue para un poema de José Pozo, poeta de Tomelloso, conocido por haber obtenido también y recientemente el premio Cafetín Croché.

No estuve, pero quien sí estuvo cuenta que la sobremesa estuvo realmente animada. Tras la cena se obtuvo la fotografía que ilustra esta entrada. Todos poetas, demasiadas mujeres para un solo Pedro.
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sábado, 14 de noviembre de 2009

"Detrás de las palabras: Postguerra y Transición en la poesía de Ciudad Real"

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Fotografía de Manuel Ruiz Toribio



Por fin llega a la luz. 13 de noviembre. Es una iniciativa de Almud Ediciones de Castilla-La Mancha. Una antología. ¿Otra? Una necesaria. ¿Ciudad Real? Sí, verán. En esta tierra hubo un poeta llamado Juan Alcaide que inició. Posguerra. ¿Pan ganado?, más bien el hambre de la espiga. En esta tierra hubo un hombre llamado Eladio Cabañero, posguerra pura. El que decía “a los niños dejaron de querernos”. Después vinieron los demás. Unos nacidos antes, durante y después. Otros, en épocas en que los españoles marchaban a Alemania, en épocas que preparaban cambios.

Yo no estuve, no pude ser otro de los espectadores, numerosísimos. Están ahí, arriba, posando casi felices ante la cámara de Manolo, buen amigo. Mirando, mirándonos. Son once poetas. Diez de ellos tuvieron la atención presta y la educación necesaria para acompañar a José María González Ortega en la presentación de Detrás de las palabras, la antología de poetas manchegos que ha estado preparando durante meses. Un guante perdido y solo, que sólo él se atrevió a recoger. Un desafío a veces poco entendido por expectantes interesados. No hay anto sin pole. Antología sin polémica. Bachelard: el adentro y el afuera. ¿Se refería a esto cuando hablaba del espacio de lo poético, de lo poético en el espacio?

Celos, recelos, vivos y muertos. Poetiqueo. Uno menos. Catorce. Eran quince. Luego, ya se sabe, están, son, todos, algunos, son, están, están los que son, son los que son, están porque están, son, por qué están, todos, algunos. Todo esperado, para ello se hacen estos libros para que se hable de poesía. O de poetas, que no es lo mismo. Junto al antólogo, camisa a rayas, posan los antologados. En la foto Valentín Arteaga, Joaquín Brotons, Pedro A. González Moreno, Nicolás del Hierro, Juana Pinés, José Corredor Matheos (arriba). Federico Gallego Ripoll, Francisco Mena Cantero, Miguel Galanes y Teo Serna (abajo). Generaciones. Elegancia. Apuesta. Venidos de lejos algunos, Sevilla, Palma de Mallorca, Barcelona, Roma. Buen hacer. Otros más cercanos. Madrid, Manzanares, Valdepeñas. Juana vive en Ciudad Real.

Cuesta hacer la Antología. Editarla. Alfonso González-Calero lo sabe. Se atreve. Ha procurado ya la de Toledo, la de Albacete, la de Cuenca, ésta de Ciudad Real. Lástima que no todas con los mismos criterios. Pero aplausos desde este blog. Como a la Diputación. (Ya se imaginará por qué quien esto lea). La colección Añil, de Almud, atiende también a otros poetas castellano-manchegos. La colección Loarce / Ojo de Pez también y siempre, antes.

Sugiero a los interesados en la poesía, en Ciudad Real, que busquen la Antología y lean los poemas de los presentes en la imagen. Las palabras introductorias que preceden. Parece que también están los de Félix Grande, que no asistió esa tarde, pero cuya poesía conozco, y está siempre. Tampoco estuvieron, ni esa tarde ni en la foto, ignoro si se les esperaba, Francisco Gómez Porro, buen crítico y recopilador, y Ángela Vallvey, buena novelista y polemista, que según me dicen, aseguran y confirman, ante la insistencia de mis preguntas, parece que también aparecen en la Antología. Ya saben, los criterios. El picante. Leánla. Gracias, José María.
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lunes, 2 de noviembre de 2009

María Sanz en Piedrabuena


Vicente Martín, Nicolás del Hierro, María Sanz, Carlos Valverde, José Luis Cabezas


Sevillana y poeta, María Sanz escribe con vocación profunda, escribe desde la adolescencia, escribe desde Sevilla. Pero María añora su mitad de sangre castellana, la reverente parquedad de las tierras de Soria, de donde procede. Tal vez por ello escribe con una tensión que se adivina contenida, con una belleza aquilatada que nunca busca deslumbrar, sino el acompañamiento.

Sin duda que el jurado que atiende el premio "Nicolás del Hierro" lo tuvo en cuenta al analizar su libro "Los cielos tardíos" y decidieron por ello otorgarle el merecimiento. En consecuencia el pasado día 31 de Octubre el poemario fue presentado en Piedrabuena, en una magnífica edición realizada por Añil e ilustrada por Javier Ramírez.

Hizo la presentación el poeta Vicente Martín, premiado con el mismo galardón el pasado 2005. Destacó el misticismo con que la autora se acerca a la eterna emoción del amor, de un amor carnal y trascendido. Antes de sus palabras intervino el alcalde de Piedrabuena, D. José Luis Cabezas, y el poeta que da nombre al premio, Nicolás del Hierro. Los poetas Carlos Valverde y José Luis Morales estuvieron entre los asistentes.

Se sintió cómoda María en sus palabras de gratitud y generosa en la presentación del poemario al ofrecer algunas de las claves precisas para su mejor comprensión. Leyó. Añadió el alma a la carne escrita del poema. Convenció a un auditorio que seguía atento. Interpretó el bellísimo poema que cierra el libro. Un poema que habla tanto de la esperanza en el encuentro de los amantes, como de la belleza de su presentimiento. El que reproduzco.

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Si todo el mar pudiese contener mi esperanza,
si las olas rompieran contra tanto deseo,
tal vez para estos cielos jamás sería tarde
y se revelarían en su nueva intemperie.
Hay noches que no veo más allá de una playa
con siluetas amándose sin final ni principio,
aguardando la aurora que rubrique su gozo.
Son noches imposibles de vivir sin tu noche.
Si el mar me concediese llegar hasta Citera,
allí te encontraría, bellísimo y distante,
oh soñada aventura de la que ya no quiero
saber otra verdad, obtener más triunfo.
Ahora reconozco que existe una frontera
entre el cuerpo y la noche, entre el mar y la vida,
que toda mi esperanza es resto de naufragio,
oleaje de amor en su sola rompiente.


(De "Los cielos tardíos")