sábado, 27 de abril de 2013

De correpoetas


 Preparados
El editor Pablo Méndez escribiendo su elogio

    Pero aplaudan, coño. Quien así rogaba y exigía no era otro que Joan Margarit, premio nacional de poesía, tras leer uno de sus poemas. Sucedió en Blanquerna el 24. Me lo contó el jefe, que ante la abundancia de actos quiso echar una mano. A sala llena, hizo lectura completa en castellano. Y toda ella en pie, con lo cual no fue preciso recurrir, como suele, a levantarse para reforzar emotivamente el final de los poemas. No puede con el silencio. Madrid estuvo animado la tarde anterior, la del martes 23. Claro que, pocos y además repartidos, los actos no lucieron demasiado. Más humildes, poetas de Verbo Azul hicieron lectura pública en la librería Cervantes y Cía, de Manuela Malasaña, lugar a donde volverán. Los Vitruvios doblaron. Primero en el Comercial, su actual casa expositiva, y luego en Fuentetaja. Iniciaron un blog en donde los presentes escribían elogios, escribían de lo bueno que es el libro por ser libro y de los beneficios que su lectura aporta al individuo y a la sociedad. Original. Tierno.  

Listos

   El miércoles fue día 24, y no 4 como se empeñaron los alemanes. La animación del martes se tornó expectación y decepción de forma sucesiva. Pero la poesía no entiende de Borussias y cuatros a unos. Los más irreductible asistieron a un espectáculo que parecía diseñado para el éxito, del que ya se tenía experiencia. El grupo A3 formado por Elvira Daudet, Carmina Casala y Paloma Corrales leían en Libertad 8. Un público selecto, serenísimo, disfrutó de poemas leídos con el magma de la sabiduría. Hay mucha tensión poética en la voz de temple con que levanta Carmina sus poemas elegíacos y/o desengañados, esos poemas que cuentan el roce, y su desgaste, de la piel por los días. Cómo hay emoción en Elvira Daudet, de quien tanto hemos hablado en Mientras la luz y que levantó el aplauso –sin pedirlo, sin rogarlo- tras concluir su poema deuda con Paul Celan. Sus devotos echaron en falta (según dijeron luego) poemas inconmensurables de su libro El don desapacible. Terminó la lectura Paloma Corrales, voz en carne dibujada. Leyó poemas escrupulosamente construidos, limpios, donde la sugerencia dejaba paso a la posibilidad. Todo parece convocado, todo esperado y todo hace que el poema quede abierto hacia la vida. Bellísima sesión. Presentada magistralmente por Jaime Alejandre..
Elvira Daudet, Carmina Casala y Paloma Corrales
Ya

   Como ahora son los viernes los días elegidos, se colman de actos. A veces obligan a esfuerzos que parecen no propios de humanos, sino de correpoetas, esos seres extraños que asisten y asisten sin fatiga. El 26 de abril fue uno de ellos. Ocurrió que la Galeria Suñer, de la calle Barquillo, fue la elegida por la colección de la Universidad Popular de Sanse para dar fe de su existencia. Allí estaba la mano cordial de Guadalupe Grande moderando un coloquio con Félix Grande y Antonio Hernández como figuras. El compromiso del poeta con el mundo que le asedia y el impacto de la crisis actual sobrevolando las conciencias. Terminó Antonio Hernández recitando un poema de Alberti en que el poeta derrotado reta a la niebla con la alegría. Un cierre magnífico. Se presentaba la edición de los cuentos completos de José Hierro.

Ana Ares en Odisea
   Unas manzanas más allá,  Alfredo Piquer regaba las baldosas de Libertad 8 con versos mediterráneos de Cavafis, leídos en griego y español por Yuli Bizou. Perfecto homenaje. Yuli, que también recitó versos suyos. Luego leyó Ana Ares, a lo curroromerro, unas gotas atractivas de esencia de sus último y próximo libros: amor y viajes. Ana Garrido, que volvía aclamada a Odisea, bajó los ojos, serenó su voz y elevó su verbo como pocas veces antes lo habíamos oído. Es poeta cada ves más segura, con más mundo que contar. Tras la música, tras las cuerdas griegas de Dimitris Harisis subió Carmen Rubio, maestra y dueña, para hablar por la boca de Penélope de la ausencia y del mar como elementos con los que contar la espera. Otra vez cuatro mujeres.


   Y otras manzanas hacia el sur, en el Ateneo, Bárbara Butragueño, la eterna (para nueve años ya) promesa de la poesía en la Corte y Villa, presentaba por fin libro. Incendiario. Lo hacía en edición de Los Conjurados. Más de cien jam-treintañeros, vestidos de uniforme para la noche, colmaban la sala. Batania ha escrito el prólogo. Por fin Bárbara tiene libro impreso. (Tiene otros tres escritos, dice). La presentó Juan Antonio Marín con la timidez y la precisión que acostumbra. Eso sí, cuando el verbo sin fin de Ángel Rodríguez Abad, que habló de la ausente Almudena Urbina, declinó. Pero como el sonido del salón de actos ateneísta es tan perverso, apenas si pudimos aprovechar algunos de los poemas de Bárbara, que parecía contenta. Y pensando que era mejor aguardar ocasión otra y mejores medios, Mientras la luz decidió abandonar la sala. Mutis. Uff.

lunes, 22 de abril de 2013

La palabra



Cómo no recordarte

me dejaste en el móvil
un número arrugado: te llamé

no sé si te llamé gata confesa
o lluvia equivocada
y tú viniste


cómo no recordarte


cómo no recordar tu piel tabaco
cada vez que me curan los mordiscos.

domingo, 14 de abril de 2013

Ellas, dos Adonais


1980

La señora Blanca ya está por aquí -dijo el de seguridad-, también el responsable. Vendrán pronto, yo creo que vendrán. Tarde del jueves 11 y Palacio de Cibeles. A quince minutos de lo anunciado. Nuevo lugar para la tertulia, sala Andrés Berlanga, desde ella se ven las pasar las sombras, como poemas dulces, de los caminantes en calle Alcalá. Vinieron.

Es imposible no hacerlo, no recordarlo. Blanca Andreu ganó en 1980, cuando Suárez era saco de golpes y Madrid, movida, el Adonais con el umbraliano título De la niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall. Surrealimo postculturalista y aguas de tormenta. Blanca ha vuelto a venir. Si antes vino de Murcia hasta el deslumbramiento, ahora regresa de La Coruña simplemente en huida. Y ha vuelto a vivir, en Madrid ahora, tras vivir en el Chagall de la poesía, o en el de Benet. Fue presentada en segunda persona, algo que le hizo sonreír y recordar a Ionesco y su cantante calva. Cuando pudo hablar, supimos de su rechazo a tan prolongado tiempo en Galicia y nos dijo de su amor a lo griego, cultura y gentes. Que no ha estado, ni está, retirada de la vida pública de forma voluntaria desde 1993, como dicen machaconamente las redes. Que le horroriza la falta de imágenes de las gentes de la experiencia y sus epígonos. Que cansa de leer poemarios para los certámenes -en el aire el enigma de por qué acepta ser jurado- o que apenas la llaman para bolos. Habló feliz, contenta. Y leyó poco, no más de diez poemas comentados, pre y post comentados. En su mayor parte de Los archivos griegos. Lo último y discutido. Oda a los perros de Atenas, por ejemplo. Su poesía se ha serenado. Y con ello, también es más horizontal, más deudora de lecturas. Ya no busca, parece, sino espera encontrar. Es partidaria, dijo, de que el poeta siempre aspire a lo máximo, que no acepte rebajas a la hora de crear, que sus limitaciones, seguras, se hagan evidentes en la obra. Cuánta razón.  Habló, cómo no, de su devoción por Vicente Ferrer, relación terapéutica, con quien compartía poemas y emociones. Agradeció la presencia de los 14 que escuchábamos, entre ellos los editores, insinuó, de sus próximas marinas. Tal vez encuentre otros para sus caballos. El mar y los caballos, dos grandes referentes en sus cielos poéticos. Durante todo el acto, el sombrero de Juan Carlos Suñén, su conductor (y del ciclo Favorables), ocupó el primer plano de la mesa. Al finalizar, Juanjo Ramos y Ángel Rodríguez Abad, conjurados ellos, hablaban con la poeta.    


1970

Más socorrido el título, Lugar común, con el que Pureza Canelo obtuvo un Adonais que la convirtió en voz propia de nuestra poesía. Rafael Soler, siempre elegante, llevaba la primera edición de Lugar común en el bolsillo. Martes 9. La librería Alberti agotó sus 40 sillas. Algo lejos, escuchaba Darío Jaramillo. Manolo Borrás, pre-textos, editor actual de Pureza y Darío, aceptó acercarse.

Se presentaba Oeste, del que Javier Lostalé hizo pública una síntesis emocionada. Pepe Teruel, su análisis: crítica pormenoriza. Dijo la autora que Oeste es un libro que se le ha impuesto. Que tras Dulce nadie quedó exhausta. Que ha sido el libro, la totalidad que supone el espacio de su natal Moraleja y aquel tiempo rural, quienes le han exigido de forma permanente. Que sintió miedo y extrema confianza. Pureza confesó la consciente necesidad que tuvo de alejarse del paisajismo o la ruralidad. Su Oeste está allí, al norte de Cáceres, pero no en exclusiva, es más inmaterial. Leyó mucho, quería. Son poemas a caja, de texto continuado, de extremada tensión perfeccionista. Nacen de lo sensorial para, preguntándose por su posibilidad poética, terminar instalándose en las emociones o en la búsqueda de aquello que vertebra. Un corral, la troje, la antigua bicicleta, el bar, la arcilla, la vuelta de los carros, orígenes todo, todo aquello que rodeó su tiempo de iniciación poética y vital. Estuvo, como está siempre Pureza Canelo, en poeta. Sin ceder. Habló de su tendencia a la reescritura y, en concilio con Juan Ramón, defendió que el decir poético debe ser lo espontáneo sometido a lo consciente. Hay verdad volcada en los poemas de Oeste, y hubo en su lectura, lo que sorprendió a algunos, un toque de estremecimiento. Y es que Pureza, que se protege habitualmente con la máscara de los poemas oscuros -para librarse de la marabunta, dijo- ha querido para este poemario el sol débil de la luz naciente y de la luz poniente, sin mezclarlas. Moraleja e infancia como razón y excusa autobiográfica para escribir de poesía, de la poesía como única vida  

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La poesía resiste

Flor del esparto, he subido al montículo para estar contigo, dame intemperie y acepta la mía. Toma lo que soy, mi mano y rózala desde flor. Digo que la naturaleza enamora en paralelo a mi insignificancia. 

                           Pureza Canelo

martes, 9 de abril de 2013

La noche en que los libros se agotaron


Fotografía de Lidia López



Entre pliegues, entre mares de pliegues leyeron Isabel Miguel y Valeriano Franco el martes 2. Así ocurren las cosas en las casas regionales de Madrid, a las que hay que agradecer su empeño en la poesía, a la cual ceden, generosas, sus espacios. Las casas de La Mancha y de Ávila son ejemplares en este empeño. La Casa de Guadalajara se nos ofreció este martes. Allí oímos los poemas de Isabel Miguel, poemas cada vez más teñidos de anhelo cívico y que están pidiendo a gritos el papel. Leyó bastante Valeriano, también combativo, y sonaron mejor sus sonetos que sus décimas. Pero son demasiados pliegues.

Fotografía de Marcos Canteli



En la librería Rafael Alberti se consumió nuestra tarde del miércoles 21. Libros exhaustos en vez de pliegues. Enorme la actividad poética de esta librería que dirige Lola Larumbe. Aquí quiso Lorenzo Oliván que se presentara Poesía con Norte, libro pre-textos que recoge las reflexiones de nueve de los poetas que pasaron por Santander el año pasado. Acudió a la mesa redonda Luis García Montero, que recordó la serenidad necesaria en el hacer poético, la distancia de la urgencia y la obligada atención a los nuevos poetas. Acudió Carlos Pardo, un poco cansado del sambenito del fragmento, dijo, como dijo que la poesía española se asemeja ahora a una plaza pública ajena a las únicas direcciones, sin enemigos ni prosélitos, algo nunca sospechado, y recordó una polémica añeja con García Martín. Y acudió también Antonio Lucas que habló algo sobre el deslumbramiento y la luz oscura, para refrendar luego las palabras de Carlos sobre el rechazo general al concepto generación, tan querido antaño, y la ausencia de referentes. El coloquio fue magro, pero hubo ocasión para señalar los tiempos de obesidad poética que transitan, así como nombrar a algunos jóvenes: Fruela Fernández, dijo alguien, otros nombraron a la leonesa Sara Gallardo y a la valenciana Berta García-Faet, magnífica, de quien respondo. El profesor Morales Barba escuchó todo en silencio, sentado en los peldaños de la escalera.  

Fotografía de MC Barri





Era ya noche al salir del Salón Castellana, de Mapfre, el jueves 4 de abril. Allí, casi donde trabaja, presentó su libro José Luis Nieto Aranda. Diario de improvisaciones, lo ha titulado. Como titula su blog. Son textos escritos para la pantalla a lo largo de los últimos años. Poemas que abandonan el verso como excusa, poesía casi diarística, al hilo de la sangre de cada de día, de la tristeza de cada día. De la fragilidad del sujeto en primerísima persona. Un salón lleno. Un poeta que lee como escribe, tanteando lo que le duele, y que, sin él darse cuenta, se le va tiñendo de verdad y temblor la garganta. El libro es creación de una joven editorial; Celesta, obra artesanal de otro poeta Rafael González Serrano. Entre los poetas amigos que acudieron podemos citar a Almudena Guzmán, Federico Leal, José Luis Fernández, Rafael Soler, Eduardo Merino, Paco Moral, Ana Ares, Cecilia Quilez… algunos de los cuales fueron captados en grupo.  (Aquí puede leerse la presentación)

De FB



Sesión continua programó el Ateneo para el viernes y 5. En primera sesión una lectura conjunta llamada Voces Nuevas, preparada por la bonhomía de Fernando López Guisado, que es un vendaval protector. Allí estuvo, presidiendo el centro de la mesa, leyendo midiendo, ayudando. Presentó el acto Antonio Daganzo, cuidadoso en el análisis y en el reparto de atenciones. Excelente. ¿Por qué acude tanta gente a los actos poéticos? María Solís, en el aire de tantas jóvenes, remueve con imágenes rupturistas los iconos comerciales y los cielos eróticos-políticos. David Morello, habla del hombre, de la profundidad del héroe cercado, de su respuesta cotidiana, Fernando leyó inéditos que, a mi parecer, suavizan el discurso de su eterna preocupación por el Mal como absoluto. David Hernández anda con el desamor a cuesta, la poesía cuenta lo inexplicable y Berlín 1945 es un precioso poema. Daniel Romero sujetó como pudo su miedo escénico, lo que liberó una voz conceptual que bucea. Nota: todos los poemas (33) fueron aplaudidísimos. Un sofoco. Problemas, tal vez, de un público demasiado familiar.  
De FB


A continuación, en la misma sala, y sin solución de continuidad nuevo acto. Presentación de Toma de tierra, de Federico Leal y de Obligación de Francisco J. Martínez Morán. Pudo haber heridos en el cruce de multitudes por el pasillo. Sala repleta, con poetas en pie, de pie. Dos presentaciones serenas y ajustadas en forma y tiempo. Precisas. De Roberto Loya y Christian Law. Federico Leal, cumplía 14 años desde su anterior libro, advirtió que jamás ha dejado la escritura. Leyó poemas levantados sobre sensaciones. Cavafíacos. Provocados por la necesidad del poeta de incorporarse a las provocaciones que los han hecho surgir. Temblor compartido. Caso distinto el de alcalaíno Martínez Morán, en plena fiebre creadora. Poesía de la música y del conocimiento. De cuido en la expresión. Hombre frente al hombre y frente al edificio de su naturaleza . Cierto toque a penumbra y a Virgilio. El color de acontecimiento se acrecentó al agotarse los ejemplares que el editor,  Juanjo Ramos, había dispuesto. La colección Los conjurados es un espejo en buen hacer. Detalle que la poesía necesita. Ya en el Navalosa, lugar donde se bebe y se exalta la amistad, Juanjo se disculpaba por no ser Chus Visor, anunciaba nuevos ejemplares y reía feliz en la noche en que los libros se agotaron.   

sábado, 6 de abril de 2013

Elegía. Un poema de Juana Pinés



 

              
                    Para Hortensia, mi hermanilla.

No sé si sabes
que al irte nos has muerto,
que llevamos la sangre
hilvanada a tu nombre,
que tenemos el alma
cosida a tu memoria,
que vagamos sin norte
igual que sobre el filo
cortante de la pena,
que se ha hecho más estrecha
la cintura del mundo.

No sé si sabes
que jamás estuviste
más viva entre nosotros
que ahora que estás muerta,
que todavía vives
fieramente prendida
al cielo de la boca,
que desde que te has ido
estamos recorriendo
transidos el camino
vegetal de tu nombre.

No sé si sabes
que hablamos en susurros
desde que no tenemos
tu mirada marítima
buscándonos la boca,
sorprendiendo sonidos
desgranados a medias,
leyendo en nuestros labios
todos los alfabetos
por si acaso pudieran
tus oídos en sombra
apresar fugazmente
la luz de las palabras.

No sé si sabes
que en medio de este humo
cuajado en la garganta
a veces encontramos
alguna escapatoria,
y reímos volubles,
fingidamente alegres,
como si este dolor
no nos perteneciera,
como si abandonáramos
siquiera unos instantes
la cárcel de lo triste.
Mas luego regresamos
nuevamente a nosotros
con un peso insondable
de niebla y de ceniza.

No sé si sabes
que a pesar de tu ausencia
y de esta nocturnidad
que nos ha derrotado,
nos tirita tu nombre
al borde de los labios,
y a veces presentimos
el perfil de tu sombra
como un sutil enjambre
de pájaros azules,
o es quizá que soñamos
enamoradamente
que has vuelto a salpicarnos
con gotas de infinito.


                  Juana Pinés
                 (A un mes de tu partida)
.

miércoles, 3 de abril de 2013

Gus



(Jamás terminaré
este poema, Latus).

 No consigo aprender
el color que me envuelve,
llevo tiempo rumiando
este misterio.

No se como llegué, ni sé el origen
de este daño fetal.

Sospecho que estoy solo, 
rodeado,
he recorrido media fortaleza

sin descanso revuelvo el desvarío,
busco el viento, soy libre
y sin embargo
jamás he visto luz, pasan las horas
con límite y sonar desconocidos.

Quiero escapar
sin nadie que me guíe.

No sé,
no sé si tendré fuerzas,
tanto
la soledad me angustia
como me desazona
el grueso de la piel de esta manzana.