viernes, 27 de febrero de 2009

Noticia necesaria de Manuel Laespada

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Alguien dijo -¿fue Picasso?- que el arte tiene tanto de inspiración como de transpiración. Que la piel puede ser, por lo mismo, o bien testigo de los afanes del artista, o bien protagonista indefensa de sus aspiraciones y logros Y si eso es válido para el músico, para el pintor, también lo es para el poeta. Tal vez pensara en ello Manuel Laespada Vizcaíno para titular con "La piel indefensa" los poemas con los que obtuvo el II premio Ciudad de Pamplona que se convocó el pasado año.

Manuel Laespada es un albaceteño transterrado a esa frustrada capital de La Mancha que algunos liberales soñaron en los albores del XIX para Manzanares. La posición central que ocupa la población en la geografía física de la provincia, lo es ahora también en el territorio de la poesía manchega. De allí son Federico Gallego, poeta de pronombres, ahora en Palma de Mallorca, Teo Serna, artista al modo del siglo XVI, Antonio García de Dionisio, inagotable y premiado, Jerónimo Calero, menestral de calmo verso, María José Maeso, palabra de misterio y equilibrio, Isabel Villalta, de pan y tierra abierta; allí se publica “Calicanto”, allí el premio “Ciega de Manzanares”. Es por ello que allí, en tal ambiente, la humana sencillez de hombre que es Manuel Laespada, y su estatura de poeta, encuentran fertilidad.

En lo que va de siglo, Manuel ha obtenido los premios poéticos de Ciudad Real y Puertollano, el “Manuel Garrido” de Martos y el “Poeta Mario López” de Bujalance, pero es ahora, con “La piel indefensa”, publicado por la prestigiosa editorial CELYA de Salamanca, cuando su voz ha dado el salto al ámbito nacional. Se lo merece, es un poeta de voz medida y constante, de modos austeros, machadianos, tanto en la cadencia de su verbo como en la reflexión que anuncia. Poeta abierto al ritmo del verso blanco, lo desarrolla midiéndolo en la balanza que confronta la bandeja de la modernidad con la del clasicismo. En estas coordenadas se desenvuelve el libro del que queremos dar noticia.

Como todo poema parte de una circunstancia, de una provocación, Manuel ha querido dejarla explícita en su libro. Todos los poemas llevan como título un verso del Vicente Aleixandre de “Espadas como labios”. Sin duda que de la lectura de aquel torrente surrealista, de aquel fluir sin norma conocida, lleno de lirismo, haya obtenido el impulso para la creación. Pero el libro no recrea en ningún momento los modos de Aleixandre. Los poemas de “La piel indefensa” nacen del sentimiento de pérdida, de la inteligencia del tiempo al inicio de su declive, y de la obligatoriedad de anotarlo. “Casi siempre los hombres –dice- se nombran por la herida / hablan con las palabras / que les dicta el dolor; / y pronuncian desahucio / cuando quieren realmente decir vida”.

Los poemas, de vista cansada, recorren los senderos de lo aprendido, saben del desaliento, de la fugacidad de lo alegre: “ocurre / que la melancolía es un cuchillo, / una novia que olvida / el camino de vuelta hacia el amor”, de la necesaria voluntad para la vida. Hay en todo una constatación, hecha con sosiego y elegancia, de la soledad, y una palabra exacta, que conoce la precisa distancia con la que mirar las victorias, y así lo cuenta. Porque el poeta sabe que es infinita la niebla, y sin fronteras -como asegura en el verso que cierra el poema que dedica a Boabdil- que nos envuelve, que al final vencerá.

Los labios de Manuel se afanan en distinguir las palabras: hermosas, desvalidas, aquellas que nombran lo que desconocen, las que dicen mar queriendo decir cielo, las verdaderas, que viven en la herida, las que piden limosna o vencen, poderosas, al silencio, las que nunca escribirá, las ciegas, las que viven en secreto los inviernos, las que atraviesan calles vacías... y en todas halla luz, sombra o penumbra, los materiales que ha necesitado para construir este libro de verso claro y verdad, personalísimo. Un verso que busca, como el de todos los poetas, cómplices. Quiero decir lectores. Vaya para ellos la noticia de “La piel indefensa” y la confirmación de la palabra, de la emoción en los textos de Manuel Laespada. De la calidad de su mirada sobre la vida.


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ACASO SE HA ESCAPADO COMO UN AVE


(Casida del adiós el rey Zagal)


Ya están ciego mis ojos
porque nunca jamás verán bailar
la luna alpujarreña
en estas fuentes que mi sed saciaron.
La muerte, acaso, sea
una liberación
si no puedo contar más las estrellas
que hundían su mirada almagamada
en la Nevada Sierra,
esa misma
que hoy ya comienza a ser
recuerdo o humo.

Que mire atrás mis súbditos me dicen...
-¿atrás?, si solo veo
esa niebla infinita y sin fronteras
que dibujan mis lágrimas vencidas.
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jueves, 26 de febrero de 2009

Vuelven Los Tunantes al Carnaval 2009





La afamada peña Los Tunantes de Piedrabuena ha vuelto con renovados ánimos al Carnaval 2009. Mostramos unas fotos de su primer desfile realizado el sábado 21 en Toledo donde lucieron con todo su esplendor. Los trajes magníficos, deslumbrantes, llenos de buen hacer y lucidísimos. La comparsa numerosísima. Y las carrozas muy trabajadas.

En todos, el empeño de pasarlo bien, de divertir a todos y divertirse. Y la intención de hacer del Carnaval la fiesta de la alegría que puede y debe ser. Sólo de esa manera se justifica tanto trabajo y tanto buen gusto.

Ánimo y adelante.
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MÁS DESFILES
Manzanares: como en años anteriores Los Tunantes obtuvieron el primer trofeo del desfile de Manzanares durante el lunes de Carnaval. Enhorabuena por la alegría de chicos y chicas.
Miguelturra: Otra vez Los Tunantes lograron el premio Especial en un desfile bajo la amenaza de la lluvia. Enhorabuena por el trabajo, por el buen gusto.
Para el próximo fin de semana esperan Puertollano y Ciudad Real.
Puertollano: De nuevo Los Tunantes ganan el máximo galardón en la capital minera. La luz y el brillo de los trajes junto a la vistosidad de comparsas y carrozas consiguen la aprobación de público y jurado.
Ciudad Real: El último desfile de este año, en la capital de la provincia. Entre 37 peñas que han desfilado Los Tunanes han sido valorados y premiados con el segundo premio. Este reconocimiento anima y ayuda a seguir con mas empeño todavía en los próximos años. Ánimo y adelante siempre. Que no falte alegría.

domingo, 8 de febrero de 2009

El milagro de Vitruvio


(De izquierda a derecha)
Pablo Méndez, Julio Mas, Alfonso Berrocal y Sergio Rodríguez



Ediciones Vitruvio es una delgada y ambiciosa editorial de libros de poesía.


Todos sabemos de la anorexia que sufre la edición poética en España. Salvo los nombres sagrados, el resto, los autores humanos, se ven abocados a situaciones que rozan la marginalidad. Abundan las editoriales pequeñas, provinciales, de tiradas escasas y reparto en mano; otras están asentadas en las traducciones a costa de obviar la producción en castellano, las hay de paso lento, que buscan la duración del catálogo, al lado de las que aspiran al pelotazo fugaz. Existen Visor, Hiperión, Tusquets, Pre-textos y DVD. Pero todas ansían descubrir al joven resuelto a quien encubrar y en quien apoyarse.

En tal ecosistema crece Ediciones Vitruvio. Un junco propiedad y gestión de Pablo Méndez. Mantiene dos colecciones Covarrubias (portada blanca) y Baños del Carmen (negro definitivo). Pablo comenzó a editar cuando tenía 19 años. Nunca supo si le gustan más los libros o la poesía -les recomiendo la lectura de lo último, Blues de Alcalá- por eso decidió unir sus aficiones. Parece que vive de ello. De la edición digo, no de la escritura.

Conozco en su cercano alrededor dos buenos amigos: Julio Mas y Alfonso Berrocal, con él en la fotografía. Y en un radio algo mayor una pléyade. Con el primero de ellos termina de dar a luz un proyecto que está teniendo enorme repercusión: la edición bilingüe de Vive o muere, el libro de la americana Anne Sexton, que compite con la poesía de Sylvia Plath en las estanterías. Se lo merecen ambos. Yo estuve en su presentación en el Ateneo de Madrid.

Hace unos meses presentó dos antologías de primera magnitud: Sobre andamios de humo de Alejandro Céspedes y La erosión y sus formas de Pedro A. González Moreno. Antes lo hizo con José Elgarresta o Jesús Javier Lázaro Puebla. Todo ello hace que lo sienta cercano a mis gustos, a mis intereses.

Su colección emblemática, Baños del Carmen, comenzó con Gloria Fuertes, amiga del editor, y desde entonces ha ido mezclando apariciones de primeros libros de autores noveles con otras recordatorias de poetas ya sabidos. Es posible encontrar al lado de los clásicos -Juan Ramón, Bécquer, Pessoa, Quevedo- a nombres reconocidos - Carmen Conde, Rafael Montesinos, Emilio Prados -, pero a mí me encanta el catálogo por Sonia Fides, Ana Ares, Jordí Bresoli, José Luis Nieto, Paco Moral, Antonio Daganzo, Maximiano Revilla, Raúl Nieto de la Torre, Juan Pedro Carrasco, Laura Gómez Palma, Francisco Cenamor, Jesús Aparicio... por citar sólo a los amigos.

El continente, elegante y austero, enjuto y asolapado, descansa en la rotundidad de una bodoni a veces demasiado pequeña para mi gusto. La distribución, que ignora las expediciones, se basa en la red de La Casa del Libro, aunque es posible encontrar sus títulos más señeros en otras librerías. Él, Pablo, sabe lo que quiere y por qué mantiene esa línea. Es un hombre realista, enemigo de aventuras que pongan en riesgo la realidad de un empresa que descansa sobre el buen criterio de su unipersonal consejo de dirección. Un lugar donde no es posible engañarse.

Dice que entró en la poesía a través de Emilio Prados. Yo creo que también en la edición.
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sábado, 7 de febrero de 2009

Rafael González Serrano: la tentación de la poesía


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Rafael González Serrano (Madrid, 1955) ha irrumpido con enorme fortaleza en el panorama lírico madrileño de este principio de siglo XXI. Poeta, como tantos actuales, de vocación callada y edición tardía, ha encontrado su sitio editorial en la matriz de Pablo Méndez. Ha sido Ediciones Vitruvio quien ha puesto en tinta su dos poemarios (que ustedes pueden encontrar en la Casa del Libro) Presencias figuradas y Manual de fingimientos.

La poesía de Rafael tiene una raíz eminentemente reflexiva y melancólica. Hay en toda ella el presentimiento de que nada es como la realidad nos muestra, por lo que es necesario instalarse en la indagación, tanto desde la confianza como desde el desaliento, para intentar aproximarnos a la verdad como equilbrio, al consuelo de la belleza. Sin olvidar la tensión del deseo, del amor, como bagaje con el que subistir en el sendero emprendido.

Sus poemas suelen ser de largo aliento, de cuidado vocabulario, de agudas intenciones. Y, siguiendo la opinión de otro gran poeta, Juan Pedro Carrasco, ajenos al engaño de la cadencia.


Mantiene un blog DE TURBIO EN CLARO shttp://rafaelgonzalezserrano.blogspot.com/ en donde se pueden encontrar una selección de sus poemas.

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Poema XXIV (último de Manual de fingimientos)


Descubres en el ojo del abismo
una nube de trampas desatando
los miedo de la espera nocturna.
Lo incierto de la hora te aproxima
a la frontera de la luz, donde
desnudarse de raíces y cubrirse
con los trajes de la impostura.
Transitar escenarios donde engañarles
con sueños inventados en los días
carentes de sentidos, tutelados por
la espada gélida del alma vacía.
Caminar por galería de representaciones,
reconociéndose en cada espejo de sombras,
instigando a ts cofrades a descubrir
la ciega rueda de círculos que
ensalza los rostros del espectáculo.
Acabar embozado en la túnica
del disimulo, no queriendo reconocer
otro maestro que el artificio
ni otra virtud que la mentira, adorando
la certera imagen sin fe aprendida
en la lectura de un manual de fingimientos.

lunes, 2 de febrero de 2009

Un libro de José María González Ortega


José María, primero a la derecha

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El pasado viernes, 23 de enero, José María González Ortega, poeta de Ciudad Real, largamente poeta, hondamente lector de poesía, ha presentado en Ciudad Real su segundo libro "Hablar con el silencio". Consciente que la poesía habita en el hueco que separa la palabra del silencio, José María ha querido llenarlo con las sugerencias que las lecturas de sus poetas más cercanos le han ido provocando. González Ortega, que fue alma mater de "Poesía última", antología inexcusable para el conocimiento de la poesía finisecular manchega, trabaja ahora, con el mismo afán, en otro empeño que pretende dejar constancia de su estado actual.

Estuvo acompañado -arropado, mejor- por Pedro A. González Moreno, poeta y hermano de afectos, por Emilio Arjona, manchego, periodista y autor del prólogo, por Marina González, su hija, y Joseph Albert, actores que recrearon sus textos, por Manuel Ruiz Toribio, amigo de la luz y su registro, autor de las fotografías, además de por el diputado de Cultura, el señor Caballero, y José Luis Loarce, responsable de la colección Ojo de Pez, cuyo número 72 corresponde al libro presentado.

Entre el numeroso público, los poetas de la capital manchega. Entre ellos, Elisabeth Porrero, que ha dejado reflejo del acto en esta crónica para "La Tribuna", diario en el que colabora y que MIENTRAS LA LUZ se complace en reproducir, así como el poema que el autor dedica a Eladio Cabañero.

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JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ ORTEGA NOS HABLA CON EL SILENCIO

Por Elisabeth Porrero


(Publicado en La Tribuna, el 2/02/2009






La poesía, pese a ser “de minorías”, en nuestra Ciudad Real siempre ha estado viva y continúa estándolo. Hace unos treinta años se publicaba una antología poética de cuatro jóvenes de nuestra provincia, titulada “Hacia la luz”. Estos escritores eran José María González Ortega, María del Carmen Matute Rodero, María del Prado de Juan Lérida y Pedro A. González Moreno. Se conocieron cuando Vicente Cano dirigía el Grupo Literario Guadiana y cuando la inolvidable Pradito Lérida (el 8 de febrero se cumple el segundo aniversario de su muerte) organizaba tertulias literarias en su casa, en la calle General Aguilera. Fue en el salón de aquella casa, donde, con motivo del cumpleaños de su hija María del Prado, la madre organizó para ella un regalo-sorpresa, consistente en un recital de los poetas que ella conocía. Y allí, estos cuatro jóvenes poetas comenzaron una especial amistad y unión poética que les llevó también a dar numerosos recitales dentro y fuera de la provincia.

El pasado 23 de enero, uno de estos poetas, José María González Ortega, nos presentaba su nuevo libro “Hablar con el silencio” (publicado por la Biblioteca de Autores Manchegos, BAM), donde rinde un sincero y bellísimo homenaje a poetas de todos los tiempos: Blas de Otero, Luis Cernuda, Antonio Machado… pero también a otros artistas de la palabra de nuestra tierra, en la segunda parte del libro “Voces de tierra seca”, entre los que, por supuesto, se acuerda de esos tres amigos que le acompañaron en este arte en los años de juventud. He tenido la suerte de conocerles a los cuatro en diferentes momentos de mi vida y a todos me une una especial amistad, para mí han sido y son grandes maestros, por eso quería, con este artículo, hacerles un homenaje, especialmente a José María, agradeciéndole el hermoso presente que hace así a la poesía.

Ninguno de ellos ha dejado de escribir ni han aparcado ese cariño, aunque la vida les ha llevado por diferentes derroteros. Así, de la entrañable María del Carmen Matute, que me ayuda tanto a crecer como persona con sus consejos y cariño, dice “Escondites de lluvia / inventaban sus labios”. De María del Prado de Juan (que actualmente reside en Chile) y a la que yo también conocí y empecé a querer hace ya más de veinte años, “Al asombro del aire / crecían tus palabras”. Seguro que sus compañeros la tuvieron presente durante este acto, ocupando alguno de los asientos de la sala, aunque estuviera en otra parte del mundo. No olvida en este hermoso poemario un homenaje a la madre de esta última, Pradito, la poeta que no escribía versos, asegurado de ella que “reconoce el silencio / ve nacer los poemas / en los labios de dios”. Fue esta mujer la que, cuando yo tenía unos ocho años, me animó a escribir poesía, cuando leyó mis primeros cuentos infantiles y fue para mí de esa gente a la que uno le unen tantos lazos de sangre, aunque no se compartan apellidos.

Y el cuarto componente de estos cuatro jóvenes, el genial escritor y ampliamente galardonado Pedro A. González Moreno, tan discreto, buena persona y sencillo, a pesar de sus éxitos, “hermano de José María”, no podía faltar ni en el libro ni en el acto, siendo él quien presentó esta obra con sus palabras, bellísimas y acertadas. Siempre es un placer escucharle, ya sea en una conversación espontánea o en un discurso magistral que tuviera preparado.
El acto se cerró con un recital en el que participaron el autor, con sus estupendas dotes de rapsoda, y su hija y un compañero de ésta, actores profesionales, que dotaron a los poemas de una gran emoción e intensidad.

Gracias José María, por tu generosidad y por hablarnos de las raíces poéticas de esta tierra desde ese silencio. Sigue hablando con él para regalarnos, si es que fuera posible, aún más belleza.


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Eladio Cabañero
(Tomelloso, Ciudad Real, 1930- Madrid, 2000)
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Un niño de la guerra
soñaba en Tomelloso
escribir sabios libros
para matar el hambre.


Trágicamente triste,
su corazón le ardía
sobre andamios de nieve.

Con amor y cemento
mezclaba las palabras
que cierran las heridas.