martes, 27 de diciembre de 2022

Un poema: Tarde de diciembre. El olmo

 


 









Humilde entre los tuyos más humildes,

callado entre los pocos,

hijo a riesgo en las tierras de Castilla,

sombreador de piedras, plazas, zocos,

frescor de los caminos, sufres,

no te defiende nadie, sufres solo

el dolor que te arruina, tú

–que supiste los modos

de ofrecer al poeta la esperanza,

el verde brote en el abril lluvioso–,

otra vez me detienes, ciegas

con tus ruidos mis pasos: oigo

en rumor los gorriones que te guardan,

la música en latidos de tu tronco

 

va cerrando la tarde sus aldabas,

la luz ya es una sierpe en el rastrojo,

dos sombras

que comienzan a hablar, dos miedos somos,

dos juntas soledades, tú me pides

que te lea, voz baja, cuanto anoto,

yo digo: ¿escucharás

mi corazón si apoyo

mi pecho en tu corteza?, sé que busca

–a veces lo he sentido roto–

sanar de los disturbios, lo sereno,

latir igual que el corazón de un olmo


(la noche, piel con piel

los diálogos a dos son siempre silenciosos).


27 de diciembre 2022


sábado, 17 de diciembre de 2022

Un poema: Alberche

 







 



           Con Verónica Aranda, poeta
 
Ribera del Alberche,
¿recuerdas
cómo era el sol muy débil, casi enfermo?
¿que para ser con su crepúsculo
sobre la cerca
de apilados fragmentos de granito
quisimos apoyarnos?
 
Paralelas, oestes,
nuestras respiraciones prolongaban
la tarde en dudas,
un sosiego imposible, valle abajo
la queja de mi voz en extravío,
de mi voz sin asuntos.
 
Atiende, atiéndelos,
pon –dijiste–
en ello tu cuidado, están aquí, ahí,
sobre la hierba,
cómplices y amagados nos persiguen,
son
los instantes que buscas, los que esperan
nuestro deseo y miran.
 

jueves, 15 de diciembre de 2022

Duermevelas 5/X

 






Decía Borges que la estética se impone al intelecto cuanto más nos acercamos a ese vértice, a ese cruce de caminos donde se deben encontrar poesía y poema. Digo con él. A la vez, creo que jamás lo pisaremos, que sólo sabemos de tal vértice por aproximación. Que para lograr su cercanía debemos construir senderos rectos, los del lenguaje, y hacerlo con la misma terca precisión con que los ingenieros construyen carreteras o vías del ave, claro que ellos saben el punto de llegada, el lugar a donde se dirigen, y nosotros no. Aunque pongamos cara de éxtasis trascendente, sobre todo en España. Siempre hice consideración de que el trazado debe ser económico y tierno, a la vez que tenso y vigilante. Sé que hay otros modos.


(Ilustración: Manuel Sánchez Galán)

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Duermevelas 4/X

 




     Nadie que no conozca la exacta geometría de la red puede ser tenido por cazador, por poeta, ni ser admitido en la Academia. Somos multitud –la importuna infantería, que diría Lope– los que vivimos extramuros de la ciudadela, muchos los sin cobijo, los que escribimos en eriales, errantes y a la intemperie. Claro que saberse náufrago, ser en tal conciencia, abre vías de redención y/o de consuelo. Sólo el vero poeta es consciente del daño o el bien provocado, del bien o el daño recibido, como sólo él puede atravesar el vientre embarazado de la verdad y no romperlo, y no mancharlo. La poesía y el poema: dos convergencias, dos rectas que anhelan vértice. Lugar donde la espera y el encuentro, que diría Federico. Y no llamen, por favor, a ese vértice literatura. Dicen que dijo Wittgenstein. Que lo que existe exista es asombroso. Y con él os pregunto: ¿la poesía es un asombro? ¿convenimos que existe?


(Fotografía: McBarri)

domingo, 4 de diciembre de 2022

Carta pública a y dos poemas de JOSÉ LUIS MORANTE

 





    Recuerdas en uno de tus poemas: γνωθι σεαυτόν, conócete a ti mismo, el famoso frontis del templo de Delfos. Sigue siendo. Los poemas de este libro, maduro en certidumbres, que nos has entregado a través de Crátera e Isla Negra, nacen del equilibrio y/o los desequilibrios del hombre con el hombre y con el mundo, desde la tentación del individuo que ha sabido conocer lo que la vida, lo que los otros ofrecen. Un hombre que, casi ya de vuelta, anota con precisión los obstáculos y las esperanzas de los diarios aconteceres; son poemas que surgen del hombre que necesita escribir, que destila, que busca cauce, y que halla en la expresión nadar en seco identidad. La constancia, lo decidido, el acto de superación como conciencia, como propuesta vital –“En los brazos maltrechos/ hay jirones de mí”–, y el hecho de nadar, de luchar en la vida, de seguir braceando, aunque a veces falte la luz. La metáfora del nadador –la solitaria reflexión introspectiva– ha tenido en los últimos tiempos un lugar primordial en la poesía española, que tan bien conoces. El libro está transitado, en mi opinión, a más de por una delicada y sabia emoción metapoética –el poema como asunto–, por una poderosísima presencia del yo poético, de una primera persona que no confiesa, pero que advierte del estadio del nosce te ipsum en que se encuentra; aunque en ocasiones permita con elegancia el tú autorreferencial, ese lugar en donde el observador y el observado coinciden. El sol ilumina a un hombre próximo al cansancio de ser hombre, que diría Neruda, a un hombre en pleno examen de conciencia (hay poemas tan evidentes) en donde la epifanía de la esperanza aparece siempre con su capacidad redentora (“Sigo al borde mí. / Soy un mapa menguante/ enclavado en la espera”). Has escrito, poeta José Luis Morante, contra y a favor del tiempo, a la vez y en sabiendas de que las horas son aliadas y enemigas, esas mismas que hace días que oímos sonar –“la vida de verdad…/ encalló en la ceniza”-, pero la luz de tu flexo sigue encendida en lucha contra los párpados. Eres hombre de búsqueda, llevas muchas palabras (tu candil de Diógenes) buscando al hombre, a tus contemporáneos, escribiendo de ellos, comprendiéndolos o al menos intentándolo. En Nadar en seco te buscas, escuchas a ti en ti, y te remueves. No hay rebelión, mas tampoco sosiego. Ningún hombre puede estar totalmente satisfecho ni con lo vivido ni con lo no vivido, y es desde esa extrañeza desde donde se levanta la poesía más cierta y poderosa. Tu libro vive en esa voluntad de lo no conforme, de que es preciso indagar, seguir excavando la roca. Porque tan solamente, amigo José Luis, desde esa insatisfacción creadora, desde esa tristeza inquisitiva es posible vivir lúcido. Digo esto porque más allá del recorrido discursivo de cada poema, el libro que con tanta fortuna nos has entregado tiene el pálpito vero del hombre que contigo anda y que no piensa dejar de habitarte. El que me interesa. Y al que abrazo.  

El lenguaje, tu modo de construirlo, la riqueza transitiva con la que dotas a las palabras y lo selecto de su elección son otros de los matices del libro ante los que es imposible pasar indiferente. Digo también de la buena doble casa editora. Pocos se fajan en ello como los valencianos de Crátera. Como digo que me ha sido difícil elegir los dos poemas con que suelo ilustrar

.__________

 

LA SEMILLA

 

En la fragilidad de la semilla
hay un rumor de savia
donde cabe el silencio.
En él escarban futuro las raíces
y dormitan los troncos
que buscan en el aire arquitectura.
 
Somos en la semilla
un ciclo de designios,
y lluvias y solanas,
y pasos que desandan los azules gastados.
A resguardo del tiempo
y su rumor de tábanos,
en la semilla duerme otra semilla.

___________

 

FINAL

 

Callo mucho conmigo,
cuando no necesito el hilo medular de las palabras.
Me gusta compartir el despliegue del frío
o calcular la usura de mis rasgos tras el velo de las sombras.
Nunca veo el círculo de luz
que migra ensimismado
dentro de la absorbente pupila de las cosas.
Tengo mirada líquida.
No despejo mis nubes;
quiero verter la lluvia
en el hondo misterio de las desolaciones,
como si fuera un signo que despliega
la masa fibrilar de los significados.
 
Todo reconfigura un linaje vacío.
He buscado refugio en ese hueco
del que ya, sin fisuras, formo parte.
La nada es otro modo de empezar.

Duermevelas 3/X

         




    Sin dejar jamás de ser canto, eco, arcilla, punzón o almádena, en nuestros tiempos la poesía precisa ser escrita para poder repartirse en vuelos. Y ya sabemos que escribir significa siempre intención de presencia, de permanencia. Es el caso que el poeta debe estar entonces prevenido, atento a que lo escrito contenga voz verdadera, algo reñido, desde que lo advirtiera Horacio, con la rutina, con la mediocridad. Solamente el hecho de intentar apresarla, retenerla en la celda del poema –los versos son barrotes, no lo olvidemos– convierte al poeta en cazador, en solitario explorador de territorios, en riesgo asumido. Y es noble su afán de lazo y unicornio, y es noble su voluntad de acecho. Pero afán y voluntad son cualidades que a veces nos resultan insuficientes en el empeño. Voz propia y mundo propio suelen ser necesarios. Alguien dijo (sé que fue Jovellanos): Quien desee pasar en los papeles por poeta, que lo sea.


(Ilustración: Pedro Castrortega)

lunes, 28 de noviembre de 2022

Duermevelas 2/X

         





     Todo buen poeta es un saber indeciso, un saber levantado al hilo de los pedazos que logre reunir de cuantos Hermes aventó. Todo buen poema debe estar al borde de no entenderse. Por eso, por ser hijos de lo inestable, de las aristas y los acantilados, los poetas consiguieron de los dioses que rechazasen el ruego de Aristóteles, aquel que pedía que las palabras significasen siempre lo mismo en cualquier lugar, modo y tiempo. Hubiera representado el fin de su oficio. Hubiera abierto las puertas de la muerte a la canción, a la sugerencia. Sabemos que la poesía nació del canto, con el canto, para el canto colectivo (hubo muchos Homeros, no uno solo), pero también para la trasgresión del lenguaje, para la metamorfosis, para proporcionar nuevos caminos a los significados, a lo no definible.


(Ilustración: Magali Pezzolano)

viernes, 25 de noviembre de 2022

Duermevelas 1/X

       

(Serie)


      Todo y nada a la vez, se nos dirá luego, tal es la poesía, conciencia de lo absoluto por un lado y gozo de lo inasible por el otro. Tales son nuestras debilidades y muestras murallas. Tal el huerto en donde labran los náufragos de la melancolía. Dicen que Zeus ordenó romper en pedazos breves el libro de la vida, de lo vivido, y encargó a Hermes que repartiese sus fragmentos por caminos y fronteras del mundo. Llamamos hoy poetas a los encargados de buscarlos, de encontrarlos, de darles sentido. Llamamos hoy poetas a los que escarban, excavan en el todo o en la nada, en el lodo o en el alba. Por eso, el del poeta es un saber contradictorio, un saber que puede construir y destruir a la vez, incluso dentro del mismo poema. Depende de los fragmentos hallados

.

(Ilustración de Ricardo Ranz)

martes, 22 de noviembre de 2022

Un poema: Teresa de Ávila invoca al Amado

 











(Primer domingo de Adviento, 1579)

 
Amado, 
porque bien me conoces
y conoces las casas que me ocupan,

que has visto en las paredes
que levanto señales
de incendios o diluvios, Tú que sabes
que mi celda conserva pocos muebles,
-que jamás quise míos-, una mesa,
una silla,
pintados del color de los que aguardan,
y el seco lecho
en donde cada noche
espero tu piedad, no tu abandono.
 
Tú que siempre quisiste
que a solas nos hablásemos
de colores que ascienden,
de inquietudes y abismos
o de días granados,
y escuchaste en mis labios,
encalados de sal,
que voy muriendo mientras
se ha empeñado el temor en visitarme
igual que se visita un río seco
o se da una limosna.
Por tantos días líquidos y andados
por tantos días nublos y veredas,
por tanto desamparo como a veces sentimos
como a veces soñamos, ven,
Amado, ven
a esta luz que te nombra,
a esta voz que te alumbra,
que te invoca con ojos de crepúsculo.
 
Llégate Amado,
manda en mí, deja
que me envuelva tu sombra dulcemente
disuelta en la callada
quietud con la que vivo,
ven,
hoy que ha vuelto mi mano perezosa
al oficio y al gozo de escribirte,
háblame, quiero 
saberte en este anhelo de llanuras,
en esta labrantía
tierra de fundación donde tanto me apremia,
en estas tierras calmas donde
los inflamados oros del trigal
darán pronto su abrazo
a nuestras tapias nuevas.
 
Para buscarte ando,
atravieso los bosques,
los ríos,
los poblados,
las nieves que los mapas confundieron
con dolor, con olvido,
y hoy se llaman derrota o esperanza,
ven
a mí, Amado, vuelve
a esta celda que aún por Ti resiste,
a este patio que espera,
a sus piedras azules,
a la dulce penumbra
en donde sigue y tiembla el desafío
que mi espíritu teje.
 
Quiero
gobernar nuestros bocas
con divinas lujurias, remover de ese cielo 
que tienes prometido
las brasas nuevas, quiero saciar
esta sed que me rompe,
quiero
para esta luz manchega que levanto
rescatar –carne y leña– 
altos fuegos que limpien,
hacer vuelo mi cuerpo, contemplarte.
 
Amado, ven,
porque siga mi boca
siendo pozo de lumbre y oración,
huerto y hogar en donde crezcan ,
juntos y siempre,
                            como esposos,
tu voluntad y mi alma.


(Rescatado por el azar de la sombra de los archivos samsung ¿2010?, este poema que quiere buscar cobijo bajo el del poeta Fernando José Carretero. Y que seguro fue escrito pensando en el certamen teresiano de Malagón).

(Ilustración: M Pezzolano)
 

lunes, 24 de octubre de 2022

Un poema: serie Roces, poemas 26 y 29

 


 




 

26

 

Dice Arango que una calle oscura
encontró a una pareja
en gemido añudándose
 
esa arcaica y bellísima
castellana manera del decir
 
cómo no, entonces, desearme
si no de la pareja, ser
cuando menos poeta y colombiano.

 

29
 
Recuerdas cual
fue tu primer acto de amor
 
la palabra
que lo precediera o cómo
tu piel temblaba,
la voz que usaste
 
el lugar y el gozo
de los desequilibrios.


martes, 11 de octubre de 2022

Un poema: fragmentos 8 y 9 de la serie Roces

 







 

(de Roces, serie)

(8)


Con la misma

rutinaria destreza de un monje coreano,

a veces me descubro

caligrafiando signos, la crueldad de unas letras

 

que todo habrá acabado cuando por fin agote

la alcuza en donde guardo

la tinta, la extrañeza.

 

(9)


Hay martes, sé,

en que la luz es húmeda

 

porque deja un reguero,

misericordia oscura, por la piel de la mesa

 

son martes no celestes, martes

donde todo es oblicuo.

martes, 4 de octubre de 2022

El papel de la memoria en Pedro A. González Moreno

Pedro A. González Moreno
(Foto de Rueda Villaverde en La Tribuna de Ciudad Real)
 

  La memoria, la buena memoria, debería ser un presentimiento de futuro más que un confuso depósito de pasados, y nada como la prosa del calzadeño Pedro A. González Moreno como lugar y sangre en donde confirmarlo. Pedro siempre ha preferido, frente al machadiano “palabra en el tiempo”, el crespiano “el tiempo en la palabra”. Hace años ya, en un ingenuo artículo en donde intentaba acercarme a su hacer poético, escribí algo así como que en su poesía “la memoria de la vida pasada precede siempre a lo vivido”, y que vivir es “contar la luz que la memoria desprende” mientras se anotan caricias y erosiones. En otros momentos, y a lo largo de barísticas conversaciones, hemos acordado que vivir es un ir perdiendo, con lentitud de bruma, el aroma de los momentos en que fuimos felices, aquellos en que la vida se nos ofrecía como posibilidad, como aventura sin bordes, que vivir es venir de la apuesta y la alegría del sueño adolescente, juvenil, a la contienda de los otros, a la disputa de caminos sin señales (a veces de vino y rosas, en otras de quemante basalto).

Siempre creí que el enorme poeta que es Pedro A. González Moreno se vería abocado a contar con precisión pausada, más allá de lo ya apuntado en bastantes de sus poemas (léase “El ruido de la savia”), la patria proletaria de su infancia, el paisaje de cerros de su adolescencia, las ropas y lecturas con las que atravesara el dintel del mundo –siempre en obras– de los adultos. Sabíamos que necesitaba decírnoslo y decírselo. Ponerlo en papel. Lo ha hecho, joven aún, mas sin urgencia, en “Contra tiempo y olvido”, volumen que Valentín Arteaga ha presentado recientemente y que ha sido editado por Almud, la animosa editorial manchega que dirige Alfonso González-Calero.

Las memorias, el libro, son un modelo de estilo y naturalidad. El escolar y el bachiller que fuera el poeta, el novelista que las escribe ahora, pasa por las calles y las horas de Calzada, todavía hoy, como si no hubiera otro paraíso. Un paraíso vallado en donde los aconteceres de un mundo, de un país tardofranquista en cambio acelerado, apenas enturbian los pasos necesarios y los atrevimientos. El año 70, sus diez años, del pasado siglo aparece de continuo por sus páginas como un ecuador de conciencia, como ese pasar la raya que va desde los imaginarios de la infancia a los fermentos de la pronta adolescencia. Y en esa levadura hierve la palabra, el gusto por la lectura, la tentación de lo escrito. Hay un arca en la cámara de su casa que le sirve de tabla salvadora, de ara en donde la escritura acude a visitarle desde los 13, 14 años. Junto a la evocación de una Calzada dormida frente al Cerro Convento y Salvatierra, las páginas recorren los rincones emocionales de la infancia: el kiosco verde de la plaza, la papelería de las primeras cuartillas, la bocina de la Semana Santa, la chiquillería de la calle Ancha, los abuelos y las casas, la transformación de los hábitos rurales: es el momento de pasar de las lavanderas junto al Puente de Hierro a los primeros electrodomésticos, a la tele como ensueño. Y todavía y mientras tanto, el cine, esa costumbre, ese diálogo con un mundo extraño tan deseado como ajeno, pero siempre provocador. Qué bien contado ese contraste del apego a la ruralidad de lo manchego en la España del Lute con la multitud de chispazos (desde Pink Floyd a Woody Allen) que deslumbraban ya a los jóvenes de entonces.

Todo el libro es un cofre de afectos a la tierra natal, a una Calzada de Calatrava a la que nunca negó ni le negó, y en la que desde niño es conocido como “el poeta” según nos cuenta. Y todo el libro es la historia de una anticipación, la de saber que había un mundo más allá, un tiempo más allá, para el que las puertas estaban entreabiertas y era necesario buscar rendijas, atreverse a cruzarlas. Para este lector, la parte más clara y potente del libro es esa donde narra sus últimos años de bachillerato como una ceremonia de iniciación: allí sus primeros textos manuscritos y la maga aparición de una Lettera 22, aquella portátil de Olivetti que tanto supo después, allí el reto de escribir en larguísimo romance la historia de una excursión cordobesa, y, sobre todo, el regalo de ser bibliotecario municipal, dueño de las estanterías, con solo 16 años. Todo ello en el mismo espacio vital de los primeros cigarrillos, el póker y los bares iniciáticos. Luego, trasladado ya a Ciudad Real, la ilusión de los primeros premios y del primer libro colectivo – “Hacia la luz”–, de vivir el primer ambiente literario en la capital provincial antes de marchar a Madrid, a lo que vendría.


Extendida sobre la prosa elegante con que suele, de tan clara estructura como sobria y precisa adjetivación, queda expuesta, a lo largo de 33 estancias, la verdad expectante de una infancia en su lugar exacto y de una adolescencia forjadora de frutales porvenires. Porque ese es el papel de la memoria: establecer puentes transitables entre lo que quisimos ser y lo que tal vez somos. Es por eso por lo que, para guardar un tiempo de cambios, que bien merece, para ser salvadoras de las trampas del olvido, ha escrito Pedro A. González Moreno estas sábanas blancas de su memoria, páginas salpicadas hábilmente de textos recobrados, algunos de ellos inéditos, que le devuelven y nos devuelven los pasos, los instantes. Nos lo debía. Pero sobre todo, se lo debía.   


Contra tiempo y olvido

Pedro A. González Moreno

Almud. Ediciones de Castilla-La Mancha

216 pags.  18 euros

 


jueves, 29 de septiembre de 2022

Soneto en 21

 








Tal vez sea, sospecho,
que se callen
una a una las luces de mi casa,
sea un bronco sonar
que llega y pasa,
que en donde todo estuvo, nada hallen
 
tal vez sea que apaguen de repente
los geranios del patio
y el ciprés,
sea un muro sin antes ni después,
ese instante frontera
que no miente
 
como fuere,
lo aguardo con lo puesto
 
sin buscarlo, sin miedos y sin prisa,
sin rebelde temor
ni voluntad
 
y en la espera que acuda
con su gesto
a mis labios la cómplice sonrisa
del que llega conforme a la verdad.

 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Fe de ausencia

 


      Septiembre y su final. Viernes. Lunes. Miércoles. 23/26/28. Tres poetas amigos hacen lectura y presentación de sus libros en Madrid. Miguel Galanes. Manuel Juliá. Rafael Soler. (Tres mocitos sevillanos tituló Díaz-Cañabate una crónica taurina en ABC por Puerta, Camino y Romero, allá en los sesenta). No son mocitos ni sevillanos estos, sí tres poetas que me importan. Ida y vuelta entre Madrid y La Mancha. No estaré en ninguno de los tres actos. No es mi costumbre faltar de donde debo y quiero, y me duele, por eso escribo. Se anuncian en Madrid y yo estaré lejos, físicamente. Pero animo a los lectores de Mientras la luz que puedan asistir a que deseen asistir. Y asistan. Yo iré con ellos.


      Miguel Galanes, fiel a Vitruvio, edita una nueva trilogía La vida ante todo en un solo volumen. Ya lo hizo con la anterior en 2019, estuve entonces. Desea por tanto repetir modos, camino a sus lectores. José Luis Morales hará, y lo hará bien, de presentador del triple texto. El mundo, la vida, la muerte. Será viernes y en el Centro Riojano. Buen lugar para seguir luego con el copeo y el tapeo celebrativo.


      Manuel Juliá abre la semana en la Alberti y arropado. Por Benjamín Prado como introductor y con las voces de Carlos Hipólito y Manuel Galiana para escuchar a su través poemas de El corazón de la muerte. Fiel a Hiperión, bajo su sello viaja esta antología que firma Jesús Barrajón, profesor de la UCLM, y en donde por algún sopié aparece mi nombre. Hay tabernas cerca que cierran tarde.


      Rafael Soler elige clásico: Libertad8 y 28 miércoles. Recupera en edición exenta el libro venero de su voz, Los sitios interiores, que publicó Adonais cuando Adonais. Fiel a sus amigos, lugar sin duda, Cuadernos de la Errantía, la editora unianual de Raúl Nieto de la Torre, se encarga de darle luz. Quiere celebrar con los mismos de entonces y los mismos de hoy, el renovado aroma de la tinta en flor. Aconsejo el Mercado de San Antón.

      A los tres poetas en trance les reitero desde aquí mi no presencia. A los amigos que ignoren este texto, se extrañen de la situación y pregunten -alguno habrá- por mí y las causas, aclárenles que no hubo falta de voluntad, por favor, por favor, por favor. Y que me duele desde ya.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Carta pública a y dos poemas de Francisco J. Martínez Morán





       Querido tocayo, es difícil un título más corto que este No, que esta negación, un no que es una apuesta de afirmación ante el hecho de la vida como oportunidad. Desde aquella tarde en el Ateneo de Madrid en que M Losada llevó a 7 voces jóvenes, mana nuestro contacto, nuestro afecto, nuestras lecturas. Pocas maneras tan enjutas y esenciales a la hora de decir como la tuya. Es difícil encontrar en algún poema tuyo, tan cortos, tan claros, una palabra que no trabaje, una construcción que no esté empapada de significado y que, sin embargo, no busque renovarlo, trascenderlo. Por algún lugar del libro constatas y te (nos) adviertes que el poema es un imposible, un señuelo que nos obliga a escribirlo, un fósil sobre la mesa de lo que fue el instante en que lo soñamos. Y sin embargo seguimos, sigues, intentando cazar al unicornio que creímos ver. Rellenando papeles. Tu libro No, primer premio Francisco Brines, nos reafirma en la idea de que al buscar lo negado es posible crear y, a la vez, dejar un rastro de claridad, precisión, belleza. Escribes desde la contemplación, escribes desde lo maleable y roca del lenguaje, escribes buscando (logrando) la precisión, con la inteligencia de dejar abierto siempre el portillo de lo inexacto. Sabes que el poema no puede cerrar nada, que continúa tras el punto final. Divides el libro en cuatro partes, todas ellas transitadas por la mirada sobre las cosas y los montes del mundo, por la interrogación sobre tus modos de recorrerlas, por el apunte de aromas que permite el amor, por la tensión del diálogo con el río de los clásicos. Y en todo, la tentación de la agudeza aforística, que afortunadamente elevas hasta la altura de poema, hasta el andamio del asombro y la incerteza inquisitiva desde la que construyes. Sin que te enfades, debo decirte que, en esta época que premia el desaliño, he leído a pocos poetas con trazo tal de elegancia. Tu discurso es esa luz-túnel que intenta penetrar el corazón de la montaña. Lugar donde reside la guardada plenitud, la poesía. “La luz sigue avanzando y es tan pura/ como un ave entre el sueño y la vigilia” dices, y a veces pienso que son palabras que podría haber dicho un solitario de GD Fiedrich frente a los témpanos de hielo o los abismos de pinos. Un poeta es un hombre a quien la Naturaleza y la vida le sajan el pecho, le zarandean y discuten hasta hacerle decir, hasta hacerle escribir las palabras precisas que pudieran servirle de respuesta y salvación. Pero apenas si, para entonces, el poeta es capaz del balbuceo, porque es en lo impreciso de las brumas o las brasas en donde la verdad se esconde “como una lentísima cadencia de penumbra y rendición”, ese lugar en donde lo subjetivo es al mismo tiempo herramienta y obstáculo. Estás en el centro del conflicto, tocayo Francisco José Martínez Morán.



Digo que No ha sido editado por Pre-Textos dentro de su colección Poesía, lo que añade respeto por el autor y el premio, y digo que viene a conversar con Los cuadernos del frío que editó la jugosa editorial gijonesa de Pascual Ortiz, esa Bajamar de la que tanto nos llega y tanto esperamos.


____________

En San Nicolás el Real, sobre la piedra, luz

 

Parece provenir de alguna altura

que ni siquiera intuyes y, al rozarte,

deja un rasgo de fría incandescencia:

algo hay desconocido en esa luz,

una breve porción

del misterio sin fin que te han vedado.

___________

Afueras

 

Saldrás a la mañana

y ya no habrá mañana que cantar.

 

Todo habrá sucedido de otra forma

con la pálida pátina del tedio,

a fuerza de cansancio sin retorno.

 

Querrías haber sido

otra versión de ti.


sábado, 10 de septiembre de 2022

Un poema: Insectos, palabras









En primavera, me dijiste,
brotan insectos
de la palabra infancia,
y mientras crecen ponen
huevos en el panal de la memoria

que en los veranos zumban, me dijiste,
hasta volverse adultos
       (no sé por qué
       preferiste adultos
       a emplear la palabra derrotados),
hasta volverse ruido entre lo inútil,
hasta volverse nadie en el sofoco
de un tiempo sometido
 
y que luego,
cuando duele el otoño,
regresan a ovillarse
en la palabra nido, en la palabra ayer,
cada vez más infancia no resuelta,
cada vez más perdidos en su suerte.


(septiembre y 10 de 2022)