miércoles, 28 de octubre de 2015

Un poema de Pedro A. González Moreno: Patria infame

     Dice JL Martín que los poemas son una partitura, que no pueden ser leídos como prosa. Por eso es tan importante su disposición topográfica sobre el folio. Y la disposición del lector al enfrentarse a ellos. Deben ser bien leídos si queremos que conserven la pureza de su magia. Leídos primero por el autor para el autor con el fin de romper la soledad en que han sido compuestos, Y leídos después en público de la  manera más convincente. Es preciso que la perfecta comunicación potencie su valor emotivo. Que las pausas, convertidas en silencios, se llenen de significados. Tanto o más que los que guardan las palabras.

Pedro A. González Moreno
(Foto: MCBarri)


   Así hay que leer este poema de Pedro A. González Moreno, titulado Patria infame, que traemos a Mientras la luz al hilo de la muerte del longevo Carlos Bousoño. Ahora que parece tiempo en que una generación de poetas se empeña en dejarnos. Si bien es cierto que Bousoño pudo conocer en vida su reconocimiento como poeta y como crítico, son más aquellos que sólo tras su muerte logran una fugaz aparición en la memoria colectiva. O comienzan a ser leídos y cantados.


Patria infame
            
                A Luis Rosales

Es costumbre entre la tribu honrar a sus poetas o, más exactamente, a sus cadáveres,

y condecorar sus esqueletos, sacar brillo a sus momias o pasear bajo palio sus cenizas.

Pero antes de ser urnas funerarias los poetas vivieron. Vivieron y tuvieron sed y frío y a algunos les negaron la luz y hasta esparcieron sal en sus umbrales.

Con mayor elegancia, a otros prefirieron ignorarlos. Y les pusieron trajes cortados a medida:

unos trajes de sombras que tenían la extraña propiedad de hacerlos a ellos y a sus versos invisibles,

o les pusieron trajes más estrechos, con olor a celda y trajes más exóticos que olían a los campos lejanos del exilio.

Y en sus labios, que tanto habían besado, no sembraron besos sino la amarga semilla del rencor.

O los fusilaron con balas de luna en cualquier descampado, a ellos que tanto habían amado la vida.

Patria infame la patria que honra sólo a sus muertos y deshonra a sus vivos.

Alguien con muchas ínfulas (o tal vez poderoso) alzó la voz y dijo: Que se vayan muriendo los poetas.

Que se vayan muriendo… Ya habrá tiempo de hacerles después un homenaje. No hay muerto que rechace una medalla. Costumbre es de la tribu… 

Que se vayan muriendo. Con un poco de suerte no hará falta matarlos, tal vez, piadosamente, ellos mismos decidan morirse por su cuenta.

Que se vayan muriendo… Siempre habrá un centenario en el que recordarles, y por si no tuvieran buen perfil para estatua, habrá al menos una flores que llevar a sus tumbas.

Continuó la voz: Que canten aunque no los escuchen. Hacen falta palabras.

Hacen falta poetas que nos llenen el mundo de palabras, para que así nosotros podamos enturbiarlas y nombrar la ignominia y amasar con ellas el pan de la traición. 

Costumbre es de la tribu honrar a los poetas…

Patria infame la patria que recuerda a sus muertos pero olvida a sus vivos.  

domingo, 25 de octubre de 2015

Una ventana abierta para Antonio Berlanga Pino. Y a quien pudiera interesar



    No es habitual en Mientras la luz, pero existen instante de ternura que nos encandilan. Y hemos cedido. Jefe, becaria, fotógrafa y redactores han coincidido en hacerle un hueco en nuestro medio. Se trata de Antonio Berlanga Pino (Álora, 1968), poeta andaluz con ocho libros publicados. Hace unos días apareció esta nota suya en Facebook solicitando colaboración en la capital de España. En atención a él y a las personas interesadas, Mientras la luz le abre su ventanal para facilitar su difusión. Ojalá y todo logre buen fin. Los poetas no deben estar ni sentirse solos.

Nota a que se alude.

AGENTE LITERARIO EN MADRID.
Queridos amigos y amigas, dadas las grandes dificultades, tropiezos,
idas y venidas, dires y diretes, sudores de alma y varapalos que se me
presentan para poder publicar, estoy buscando un agente literario
en Madrid. Este se ocuparía como ya podéis imaginar de labores de
proyección, marketing, búsqueda de editoras apropiadas, asuntos comerciales y otras cuitas que no es necesario enumerar, pues a mí,
un poeta de mi naturaleza y además tan profano en estas lides, me 
resultan tan perjudiciales y contraproducentes para mi creatividad y
sensibilidad artística. En definitiva, quiero escribir y para eso vengo
a este mundo, sólo a la poesía me debo. No puedo más con esta degradación personal y vocacional, y es por ello que necesito tanto a este gran agente literario, no sólo para que mi obra salga a la luz sino para saber si debo de seguir escribiendo o dejar de hacerlo. Eso sí, sería un poeta que deja su oficio casi virgen y muy valorado y reconocido
por las editoras, pero sólo de palabra.
GRACIAS Y UN ABRAZO.

Ánimo, amigos madrileños.

domingo, 18 de octubre de 2015

Octubre en Piedrabuena (tercera variación)


Se derraman
por tus manos y sucios los caudales
del alba mientras lees (supones que
la voz de Antonio
Colinas pudo
escribir para ti La tumba negra)

hay poca luz
y arde con frío
el carbón de la escarcha (te dices:
me asombra la quietud
que desprenden los montes, y la misericordia
con que el amanecer trata al cristal) lees
en un mundo
de tenazas y cuidos
cuanto el tiempo aniquila, cuanto el amor restaura

todo tú eres
obstinada lectura
y es oscuro este octubre, y es oscura carcoma
la hiel de los relojes repitiendo

apartas la mirada (piensas:
tanto tiempo me resta cuanto di, y aún
el árbol mineral que roza
la ventana desea disputármelo), lees y la mañana
apenas alza, sientes que es un
adoquinado, largo túnel, terca
morfina, vuelves
de nuevo a lo visible, lees
La tumba negra y su interrogación 
olvidado del gozo, preso
de lo que fue tu vida.

jueves, 15 de octubre de 2015

Un poema de José L. Morales: Instantánea de un jurado

Carlos Sahagún, Ana Fernández Mallo, Rafael Montesinos
y José Luis Morales
  

 Al hilo del recuerdo que dedicamos a Carlos Sahagún a los pocos días de su desaparición, el poeta José Luis Morales, lector amigo, nos ha enviado tres instantáneas de su relación con Carlos desde principios de los años noventa. Dos en imágenes y una en poema. Recuerdos construidos con luz y palabra. Memoria virgen de aquellas reuniones de jurado para los premios que, por aquellas fechas, se otorgaban en Pozuelo de Alarcón. Allí acudía lo más granado de las generación del 50, a las que se añadían jóvenes poetas. José Luis Morales evoca con palabras y certifica con luz  el aire de aquellas ocasiones


INSTANTÁNEA DE UN JURADO
(Premios “Gerardo Diego” 
Pozuelo de Alarcón, años 90)

 

En la fotografía del jurado
el primero a la izquierda es Rafael
Montesinos, sin pipa. Junto a él
su homónimo Morales, y sentado

José García Nieto, inmaculado
su traje gris de presidente, fiel
a la doble etiqueta del clavel
y la espada, con Claudio al otro lado.

Detrás Eladio, el alto, Cabañero
y su amigo Sahagún, Carlos, cogidos
del brazo de aquel Hierro cada día

más calvo, más brillante, más acero.
Ayer siete inmortales reunidos;
hoy siete voces en la lejanía.



Pedro A. González Moreno, Claudio Rodríguez,
José Luis Morales, José Hierro y Carlos Sahagún

domingo, 11 de octubre de 2015

Setas en los escaparates del otoño


   Hay capachos enormes y repletos tras el cristal de los escaparates madrileños. Luego de un verano de estallido, el otoño pasa por Madrid con el color del cobre, con la benevolencia propia de bosques y gobernantes sabios. La poesía, seta humilde, persistente y generosa, aprovecha los resquicios entre las piedras de la agitación, la tierra estercolada de las librerías, las suaves lluvias editoriales y el sol amigo de los cafés para ocupar las laderas y acariciar con sus voces los escenarios que se le ofrecen. Todo parece dispuesto para la degustación de sus variedades. Las diferentes formas de su aliño, los chef, los cocineros, añaden el aliciente de lo diverso a tanta sugerencia. A la vista, a la venta quedan las de aroma mínimo o fragante, las de potente o flaca carnosidad, las que dejan memoria, las desposeídas, aquellas que revelan, las pseudos… todas se ofrecen en los puestos de los mercados otoñales. Otra vez vigorosas. 
    
Jueves 1, la seta geminada

Raquel Lanseros y Enrique Gracia Trinidad
(Foto móvil)

Raquel y Enrique son dos poetas poderosos, largos. Por su enorme capacidad productiva por su disposición abierta hacia todas las provocaciones. Dos acertados candidatos para la propuesta de Alicia Arés, una editora sagaz que celebra el nº 50 de su colección Cuadernos del Laberinto. Tras una portada tan sugerente como confusa, Raquel y Enrique han remozado una práctica literaria: trazar surcos paralelos con poemas de ambos alrededor de temas paralelos. Algunos universales, amor, tiempo, soledad, compromiso; otros de ocasión: entorno, trascendencia... Pero el jueves 1 en el sótano blanco y diagonal del Centro de Arte Moderno lo importante eran ellos, los poetas, sus personas: transparentes, decididas, auténticas. Se presentaron recíprocamente, a la manera EGT, obviando análisis poéticos y buscándose los entresijos personales. Lo importante fue su lectura. Un decir vigoroso en Enrique, susurrante en Raquel, celestemente entonado en ambos. De Raquel Lanseros me emocionó su señero Yago Bazal se deja ver dos horas, que guarda en sí muchas de las claves de su hacer: su respeto a la palabra, lo elegante de sus elipsis, los mundos que se saben deudores de la herencia recibida, el poema como valor en sí, la emoción como aroma del argumento, la claridad que sazona. Raquel es voz principal en el hoy de la poesía española. Y entregada. De Enrique Gracia Trinidad, poeta madrileñísimo, Sic transit gloria mundi, que leyó con la furia creíble que tiene su rebeldía de trabajador a lomo. De entre todos los oficios de Enrique, el suyo es ser poeta. Alguien que observa y cuenta a los demás la cara oculta de la luna, el interior del armario. Que hace instrumento la paradoja, venablo la ironía. Enrique mira cara a cara y prefiere la palabra a los conceptos. Y más si son obtusos. Tal vez piensa que los poetas que ocultan es por que temen. Dos voces necesarias (como se decía en las crónicas de los años sesenta).
10 euros.   

Miércoles 7, la seta dialogada

Manuel Rico y Emma Rodríguez
(Foto móvil)

   Es un excelente narrador y periodista, a más de editor y magnífico cronista de paisajes, Manuel Rico presentó, miércoles 7, en el subte de La Central de Callao, su último libro de versos Los días extraños. Y lo hizo a través de una entrevista con Emma Rodríguez, una de las grandes críticas literarias de España y mantenedora de la página Lecturas Sumergidas. Esto de la entrevista, se sabe, es un recurso más propio de las presentaciones de novelas. Los narradores la aprovechan para desvelar claves de creación y trabajo. Se va imponiendo también en poesía, en donde la creación no es tan cosnciente y en donde lo habitual era, ¿es?, la lectura del poeta tras una provocación anterior. Así crece lo nuevo. Las preguntas fueron claras, esenciales, sin ánimo de segundas intenciones, diversas. Las respuestas fueron claras, esenciales, sin ánimo de segundas intenciones, repetitivas. Al aire del poemario, según pudimos comprobar después, en la lectura. Insistió Manuel Rico, insistió, en que su anterior libro, escrito en época de crisis, Fugitiva ciudad, atendía a lo colectivo y que en éste había dado prioridad a lo íntimo, al viaje interior, al huracán de la memoria, a la remembranza de los momentos que traídos al ahora nos parecen felices. Resumiendo, de la extrañeza que procura el yugo del recuerdo. Dijo que a partir de este eje se fueron forjando los textos del libro. Los hijos, su crecer, la esposa, las casas, los erizos del verano, las carreteras abandonadas, las chicas de los setenta, un viaje a Chicago, los afanes juveniles y el qué se fizieron manriqueño…  El autor defendió (de palabra y de obra) el intento del poema como emoción frente a quienes lo conciben como revelación lingüística (o como sugerencia). En el coloquio posterior, José Elgarresta apuntó a la edad como causa del camino emprendido. Javier Lostalé destacó la corporeidad en alguno de los poemas. Parece que pueden tocarse, dijo. Buen público y selecto. No se apenen los ausentes, seguro que habrá periplo de presentaciones por la geografía madrileña, como hubo con el libro anterior. Es edición de la granadina Valparaíso, de Javier Bozalongo. Cada vez más presente, más urgente.
10 euros  

Viernes 9, la seta del yo diluido

Javier Lostalé y Corredor Matheos
(Foto móvil con perdón)
   
   Sereno y contenido, certero, el texto de Javier Lostalé para introducir a uno de los grandes, a José Corredor-Matheos, poeta de manchego origen, siempre renovado, hombre de vida y habitación barcelonesa. El Ateneo servía de marco, en su ciclo Viernes de la Cacharrería, a las palabras de Lostalé  recordando las características que desde Carta a Li-Po (1975) sostienen -tiñéndola de especias orientales- la poesía de Corredor Matheos: la disolución del yo, el cuestionamiento de la propia identidad entre, por y con las cosas, el vacío como actitud biológica, la quietud, el recogimiento como manantial, el oído atento a todo lo que habla con el silencio, la atención a todo lo que sucede sin apenas suceder: el poema incluido, la paradoja del ser que busca ser en otro y al mismo tiempo la conciencia del no ser, la fusión con la Naturaleza, la confusión con la Naturaleza. Todo dicho con el recato del que sabe que nada averigua, del que sabe que describe lo manifiesto. Luego, la pureza vital, el vigor desconcertante y la alegría lectora de los 86 años de Corredor-Matheos hizo del tiempo un diamante. Leyó decidido una selección de su poesía reunida y del último Tusquets, Sin ruido, a un publico numeroso y conocedor que rememoraba en su voz unos textos que no desmentían a quien lo presentó. Leyó con presteza, con calidad de brinco, con la ilusión del que esparce. Estuvo feliz e hizo feliz a los presentes. Quiero recordar sobre todos el poema Yo soy un pez que va por el jardín, cuya circunstancia situó el poeta en el silencio ajardinado del Monasterio de Montserrat, y al que advertimos como paradigma de su modo de sentir, de una manera de ser todo y nada en los demás, de su sinceridad al disolverse en pez, en vuelo, en árbol con el agua, con el ave, con las hojas. El aplauso, tan inhabitualmente cerradísimo como prolongado, negó la cortesía, abrió las puertas a la sinceridad. Entre los que tal hicieron  creo recordar a José Cereijo, a Ángel Guinda, a Pilar Gómez Bedate, a Antonio Daganzo, a Rafael Contreras, a Fernando López Guisado, a Jesús del Real, a José Ramón Ripoll, a Aurora Auñón, a Cristóbal López de la Manzanara, a Juana Vázquez, a Juan Antonio Marín… tan cercanos en la sala. Y en el bar.   

miércoles, 7 de octubre de 2015

El buen poema escrito



Tres son las condiciones
previas –nos explicaba 
el Maestro– que pueden acercaros
al buen poema

una hacerlo en papel que no
conozca el equilibrio, dos que sepa
la tinta que lo escribe
de los desasosiegos
y tres que vuestro humor
no se encuentre a la misma
distancia de las cuatro
rutinas de los puntos cardinales.

En caso de lograrlo,
haced que permanezca
un tiempo con vosotros, sólo
secreto a dos y solitario.
                            (Aunque
si algún día de urgencias
decidís el papel y hacerlo viento,
no os extrañe
si el buen poema escrito 
permanece secreto, sigue oculto
a la vista de todos, entre miles y miles
solitario). 


(De Locus Poetarum)

lunes, 5 de octubre de 2015

Prosa / poema / lenguaje hablado / lenguaje escrito


Consejo de redacción de octubre.

 
Foto: Javier I. Sanchís (r)
El jefe habla,
los demás escuchamos, a veces oímos. Ya desde Baudelaire –dice– como punto de partida aceptado, hay escritos en los que el fondo y la intención de un texto no coinciden con la forma canónica de su presentación. Hubo que buscar una terminología nueva para una nueva realidad. Prosa poética apareció como algo posible. Pero no. Devino en débil, devaluador de la poesía y de la prosa. Quienes aún la utilizan revelan su condición. Hubo que buscar alternativas. Se intentó con los neologismos proema y/o prosema, que se mantienen sin cuajar. Hizo fortuna, sin embargo, poema en prosa. Como expresión y como práctica. Lo que animó a innumerables a abandonar el renglón fragmentado y pasarse a la caja. O  alternarlos. Subyace en todo un coqueto rechazo a lo que algunos llaman el corsé del verso, a pesar de la enorme libertad que éste se ha dado a sí mismo en acentos y extensiones. Todo esto es sabido.  

Por supuesto –apuntó por lo bajo el nuevo, que parece leído.

   Dicho lo anterior, es preciso aceptar que los contrarios se tocan –continuó el Jefe. Y es que lo aprosado –¿lo prosaico?– acepta cada vez más la tentación del verso para presentarse. Hace unos meses escuchamos de un poeta, moderno y conocido, decir que cuando no le es posible encontrar con prontitud el lenguaje poético preciso para aquello que desea comunicar en el poema, no se detiene demasiado y dice lo que quiere decir sin pararse en formalidades ni torturas (entiéndanse tensión, medida, cadencia). Me sorprendió, pero comprobé, al leerlo después, que era sincero en su afirmación, que abundaban las situaciones así anunciadas, lo sin madeja. Para estas realidades cada vez más comunes, para estos alardes, sería necesario acuñar una nueva expresión, que por supuesto no debe ser la de poema aprosado, que le procuraría cierta sombra peyorativa, sino la más selecta, por paralelismo, de prosa en poema, que sin duda le añadirá valor, postmodernidad. Y así lo haremos en Mientras la luz, oíd bien, cuando comprobemos que la prosa, abocada como está, en lo formal, al renglón completo, renuncia a terminar su recorrido, el que el papel le ofrece, tentada por el deseo de aparentarse poema.  

¿Podría poner ejemplos, Jefe? – reclamó la nueva figura- porque, al margen de su disposición topográfica, la prosa y la poesía son como el día y la noche, el problema no está en sus opuestas realidades, sino en distinguir la penumbra de sus fronteras, si es que fuera preciso establecer fronteras. 

   Por si lo fuera -respondió (todo parecía preparado)- traigo cuatro dispuestos para mostrar. Comencemos por uno de mi autoría  construido al efecto en donde destaca tanto su compromiso con la realidad, con el lenguaje cotidiano, como el excelente uso de los encabalgamientos -léase sabia segmentación– y la sencillez de su ironía. Ante situaciones semejante empleen la expresión prosa en poema. No teman equivocarse.

Tres chocolates



Se llama así por la exquisita
combinación de los tres chocolates
usados para 
prepararla: negro,  
con leche y blanco. En tres
capas sobre una base de galleta,
es una
tarta para sorprender
a tus invitados, gusta
tanto a jóvenes como a mayores.

Preparar la tarta tres chocolates
con Thermomix es fácil
y en muy pocos pasos,
además no es preciso
uso del horno ya que se deja
cuajar en frigorífico.

La tarta de tres
chocolates es postre
ideal para amantes…
del chocolate y de los tres en tarta.

   ¿Qué les parece? Al fin y el cabo la poesía castellana, al decir conocido de Cernuda, ha vivido siempre en la dialéctica del lenguaje hablado / lenguaje escrito. Obsérvese en este segundo escenario la extrema tensión a que el lenguaje es sometido, terso casi, y la también sabia segmentación en este poema reciente de Julieta Valero, con él intenta llegar por el camino opuesto al mismo fin: a la cocina, a la belleza poética. ¿Es posible el encuentro? Esa es la cuestión, la permanente duda.

Anunciación

Cuando nos hayamos diluido, y el último rastro 
       de humedad y de afecto sobre nuestros retratos
cuando entonces
cuando esto
cuando los objetos no tengan a nadie que los 
        reconozca o tú y yo seamos un libro y una 
        caja china que 
ha inventado el silencio
el silencio como perfección del más doloroso de los gritos
cuando el olvido siga constituyendo al mundo 
       como es su deber, su compost, su premura
seguirás de pie en nuestra cocina, escuchando a las 
      cebollas, la frente perlada de generosidad y de viajes
al centro de la Tierra. La mujer que le lee sus derechos 
      a la belleza. Nuestro hijo ahí.

Y en esta pugna de contrarios, ¿cabe la síntesis? -preguntó el novato, que al parecer de muchos  estaba resultando un poquito sobón.
   
   En estos tercer y cuarto territorios escritos que ofrezco a vuestra observación crítica hay algo que puede moverte a reflexión -condescendió el Jefe con misericorde generosidad. El tercero está extraído de una entrega reciente de Elena Medel a Visor con su poesía reunida. Parece rico en posibilidades para que podáis anotar y valorar la sobriedad de la síntesis lograda entre poema, prosa, tentación de huida e intención metapoética. Espero vuestro análisis, vuestra, opiniones.


a)  Mi padre es viajante, me dice. Recorre carreteras día y noche, enseñando sus tesoros en puntos que un mapa no registra. Conoce curvas, socavones. Viajantes y poetas: no tienen memoria, no saben cuantas veces ejercitan sus costumbres.

b) La poesía es una forma de memoria. Encierra cuanto hemos vivido, y cuanto vive quien la lee. Me pregunto, entonces, si sería aceptable volver a ignorar los géneros literarios canónicos, e incluir ciertos libros de poemas en las estanterías dedicadas a la historiografía.


(De La caída del Imperio Romano)

    Y para terminar, que se nos va haciendo tarde, este cuarto ejemplo que su autor Vicente Luis Mora, excelente narrador y crítico, ha dado para las librerías aprovechando el otoño, en ejemplares titulados Series y publicados por Pre-textos. ¿Lenguaje hablado? ¿Lenguaje escrito? ¿Mix sabio? ¿Confusión? Repitan la lectura de la primera estrofa antes de responder. 











Apenas en agosto cantaba,
rodeado por los suyos,
en crepitante polifonía
simétrica, de pies binarios,
el arco arcaico
de su complexión sonora.

Ahora está ahí abajo,
en el jardín común,
solo.

Por qué fascina el grillo,
el último grillo de noviembre
cuando los demás han muerto,
dejando para mayo nuevos huevos.
El grillo terminal,
rasgando por costumbre,
con su cri-cri en legítima defensa
cantando mientras siente
que ningún otro grillo le responde.

Quien dice cantar duele ignora
lo que duele ser el último
que canta.

(De la serie Visión del grillo)

jueves, 1 de octubre de 2015

No tan friki y otras notas

Jesús del Real y Lola de la Serna

Lola de la Serna
Foto: Móvil
A veces hay que viajar hasta Vallecas, hasta una librería que se pretende alternativa, La esquina del zorro, y estar en familia de cinco con editores y libreros para presenciar una lectura comme il faut. Sucedió el jueves 24 con Jesús del Real. En la naturalidad del que sabe, sazonó la lectura de cinco o seis de sus textos, no más, con disquisiciones sobre el poema, la poesía, su función en el mundo actual y la naturaleza del mismo. Me agradó sobremanera el selecto uso de las citas y la sabia medida. Leyó de Brote y raíz, libro reciente de Huerga y Fierro.
  Hay otras ocasiones en que es preciso caminar bajo el verde triste del que gozan ahora los árboles del Retiro madrileño, viernes 25, para gozar del milagro de la emoción. Porque si algo se derramó en el piso de arriba de la Casa de Fieras, fue comunión y pálpito. Por nada del mundo me lo hubiera perdido. Lola de la Serna presentaba el corpus completo de su obra (tres poemarios) reunido el solo volumen al que titula El solo del espejo. Lo ha editado Vitruvio, como casi toda su obra. Manuel López Azorín tuvo el gesto magistral de unir calidad poética y personal en el retrato que hizo de la protagonista. Con suave elegancia, con la tranquilidad que nace de una amistad antigua y fecunda. Lola estuvo espléndida, trasmitiendo a la sala la importancia íntima del momento, y recibiendo el abrazo de los asistentes. Leyó mucho más de lo que ella suponía. Es poeta de sutiles silencios y de insinuaciones. Dueña de una poesía humanizada, hunde su verso en el enigma del hombre, barquero en un piélago de obstáculos y vacilaciones. Y aunque López Azorín y Pablo Méndez ayudaron en la lectura de poemas, se notó la ausencia de Carmina Casala, maestra en tales lides. Dos actos de los que confortan: al cerebro, al corazón.   

Agustín Fernández Mallo

 
Fernández Mallo, la penumbra y Rodríguez Marcos
 Foto: Móvil
 No tan friki
, pero tampoco metro. Contenido, sin ánimo de epatar. Incluso con cierto recogimiento estuvo Agustín Fernández Mallo en La Central de Callao. Ante 40 y público no habitual para quien escribe. Citado como estaba para presentar Ya nadie se llamará como yo + Poesía Reunida, abultado volumen que ha editado Seix Barral. Miércoles y 30. Ante él y para entrevistarlo Javier Rodríguez Marcos, extremeño, poeta y de El País. Hablaron de muchas provocaciones. Algunas del libro. Tras analizar lo posible de ser postmoderno y gallego, supimos que era su libro más íntimo, más biográfico, nacido tras la muerte de una persona cercana. Que es el libro más rural de alguien al que se tiene por urbanita, de alguien que no supo de Walt Diney hasta la pubertad, de alguien a quien el hallazgo de una tarjeta de crédito medio roída en la profundidad de unas montañas supuso una epifanía brutal (sic). Luego, la cosa derivó en lateralidades múltiples, en preguntas elaboradas y en respuestas teñidas de ingenuidad, cuando sospechábamos viceversa. Sobre la pugna entre la palabra y lo audiovisual, sobre las juveniles incomprensiones motivadoras, sobre si el poema (y esto se repitió) debe ser una máquina perfecta de producir emociones y se citaba a WC Williams, sobre panegíricos a Las Vegas y su verdad, sobre las taxonomías de su famosa postpoética. Pero todo con un comedimiento reñido con la informalidad que le suponía la juventud oyente. Por supuesto, se recordó continuamente que es físico de estudios.Tres perlas finales. Una: No salgo, me acuesto tarde, sobre las tres, pero siempre acompañado de una idea sorprendente, escudo que me libra de la muerte nocturna. Dos: La poesía debe problematizar la realidad, en cuanto a la herramienta ni papel, ni tablet, el próximo poema lo grabaré en piedra. Tres: Agustín, a petición de Javier, se atrevió a leer un poema. Logró terminarlo.