miércoles, 22 de septiembre de 2021

Un poema de Ana Blandiana: Hechizo de lluvia

Ana, consciente de que la fotografiaba,
quiso posar


        Ayer, 21 y septiembre, estuve viendo y oyendo a Ana Blandiana, la poeta rumana, en la Librería Alberti. Estuvo acompañada por Jordi Doce, que comentó su último libro, Variaciones sobre un tema dado, en donde recorre la muerte de su compañero y abre, sin drama, su aliento a las posibilidades pasadas y futuras. También por Viorica Patea, su traductora al español y al inglés que leía tras ella el texto traducido. Está bien Ana, ágil, contenta y lectora recogida. Mostró un inmenso amor a la poesía y a la vida. Sabe sonreír. Un encuentro muy diferente al de hace dos años en Poemad, tan rígido entonces, tan poco humano. Todo lo contrario hoy: cercano, casi tocándonos, mirándonos a los ojos. Fue un diálogo a tres sencillo y cierto, que hubo de terminar tres veces porque nadie se levantaba tras los dos primeros cierres. Rescato este poema de su primer libro, casi adolescente, Primera persona del plural. El poema se titula Hechizo de lluvia. Advirtió Ana de él que tuvo un enorme éxito y que fue recitado por innumerables artistas, pero que ella nunca lo ha leído en público en su país. Aquí sí lo hizo.

(Primera presencia en la Alberti tras el receso. Me dijo Lola Larumbe, la librera, que todos los encuentros programados se retrasmiten ahora en directo por Instagram. Algo que comenzó por las circunstancias y ha quedado).

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Hechizo de lluvia

Amo la lluvia, la amo con locura,
La lluvia impetuosa, la lluvia serena,
La lluvia virginal y la lluvia de mujer desatada,
La lluvia reciente y la interminable lluvia del tedio.
Amo la lluvia, amo la lluvia con locura,
Me gusta revolcarme en su hierba blanca y alta,
Me gusta cortar sus hojas y llevarlas entre mis labios,
que se desmayen los hombres al verme así.
Sé que está feo decir “Yo soy la mujer más bella”
está feo y quizá ni siquiera sea cierto.
Pero déjame, cuando llueva,
Y solo cuando llueva,
Pronunciar las palabras mágicas “Soy la mujer más bella”.
Soy la mujer más bella porque llueve,
Y los flecos de la lluvia me sientan bien,
Soy la mujer más bella porque sopla el viento
Y mi vestido en vuelo me tapa las rodillas,
Soy la mujer más bella porque tú
Estás lejos y te espero
Y tú sabes que te espero,
Soy la mujer más bella y sé esperarte,
Y aún te espero.
En el aire hay aroma de amor vivo,
Y todos los transeúntes sienten el olor de la lluvia,
En una lluvia como esta puedes enamorarte de repente,
Todos los transeúntes están enamorados,
Y yo te espero.
Solo tú lo sabes...
Amo la lluvia,
Amo la lluvia con locura,
La lluvia impetuosa, la lluvia serena,
La lluvia virginal y la lluvia de mujer desatada
...

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Un poema: Como el que escribe

 











Como el que escribe y oye

caer el agua anónima, serena,

sobre los agotados campos,

y escucha su bondad, y al percibir

el ritmo y el instante

de la lluvia abandona

el lápiz que sostiene, sus papeles aparta

y ajeno a la escritura en donde residía

acude a contemplar

cómo la tierra empapa y oscurece,

y atreve una palabra

pequeña por sus labios,

y dice gracias

porque sabe que en este

soplo de vida,

en esta sencillez que nada pide,

habita la humildad de la belleza.




De En donde resistimos. 

Ya a la venta en Hiperión y otras librerías.

10 euros

 



miércoles, 8 de septiembre de 2021

Sobre José Cereijo y su "La luz pensativa"

          La escena ocurre en el blog “Crisis de papel”, donde JLGM ejerce la crítica-reseña de los libros que le llegan y le apetece. Conozco la amistad de José Cereijo con su persona, el respeto y el afecto continuado. He leído el texto (1) que JLGM le dedica al último libro de Cereijo, la intervención (2) de un comentarista habitual y la respuesta (3) a ambos del poeta escrutado. Me han parecido dignas de traerlas a “Mientras la luz”. Para ustedes. Posteriormente se produjo la intervención de Abelardo Linares, el editor de Renacimiento (4), que hemos añadido. Al final la cosa se complica (vean aquí si les apetece) y a uno le da la impresión de que JLGM y su comentarista habitual son la misma persona en desdobladas voces. Son igual de listillos y sobraos. Y lapizrojos.

1

José Cereijo y José Luis García Martín
a las puertas de Valdediós con motivo
de unas jornadas poéticas
Ejercicio de despojamiento

La luz pensativa
José Cereijo
Pre-Textos. Valencia, 2021 

Algo de libro de autoayuda –en el mejor y en el peor sentido de la palabra-- tiene el nuevo libro de José Cereijo, uno de esos poetas que no acostumbran a crecer en extensión, que no buscan la variedad temática y formal, sino la claridad expresiva y el ahondamiento en unas pocas obsesiones, en los grandes temas de siempre: el tiempo, el amor, la muerte.

            Sorprende, en primer lugar, el abundante uso del imperativo, apenas hay poema que no lo emplee: “desnuda tus ojos”, “mira”, “míralo”, “no lo olvides”, “escucha y agradece”.  El destinatario de esas órdenes o consejos es no solo el propio autor –el libro abunda en ese “tú-testaferro” del que hablaba Bousoño--, sino también el lector.

            La lección, la moraleja, se vuelve a veces demasiado explícita. Copio entero uno de los poemas, como todos ellos sin título, en el que claramente sobre el último verso: “Contempla una vez más / el sol en la ventana, / la alfombra de oro viejo de las hojas caídas, / la ausencia de los pájaros, / el azul transparente, luminoso y sereno, / y tan hondo, / la vejez de las casas, lo que evoca, / y piensa: eso no miente, / no pregunta, no juzga, solo espera / y acompaña, en silencio. / Así debiera ser tu vida”.

            La luz pensativa (en el título aparece uno de los recursos estilísticos característicos del libro: la personificación) puede considerarse como una serie de variaciones musicales y conceptuales sobre unas pocas notas. Da la impresión de haber sido escrito casi de un tirón, en un único impulso creativo. El poeta insiste una y otra vez y, de pronto, entre las titubeantes tentativas, nos sorprende el milagro.

            José Cereijo no le teme al tópico, todo lo contrario, lo bordea deliberada y continuamente. ¿Cuántas veces se ha comparado a la mujer con una rosa? Él lo hace una vez más y consigue un poema nada miméticamente juanramoniano, pero que Juan Ramón Jiménez no habría desdeñado firmar: “Una rosa, tu cuerpo. / No, no es eso, solo / su perfume; no, apenas / el aire en torno a ella, / o acaso únicamente la mirada / que la recoge, que la envuelve: eso / es lo que ahora / eres, no eres, /tú”.

            El paisaje que aparece en los versos de José Cereijo es un paisaje minimalista, casi siempre de invierno, a menudo visto a través de una ventana. Habla de las ramas secas de los árboles, del canto de un pájaro, por lo general sin más precisiones. Si menciona una rosa, ya lo hemos visto, parece referirse más al arquetipo de la rosa que a una flor concreta. También el ruiseñor del primer poema es el de la literatura: “No hables del ruiseñor / cuando canta. Demasiado se ha dicho. / Piensa en él cuando calla, / cuando habita en el frio, / cuando ya nada tiene que decir, / cuando solo es él mismo”.

            De vez en cuando, nos disuena algún adjetivo facilón (“Has estado escuchado a Chopin, / esa música bellísima”), echamos de menos cierta poda en esta serie –quizá algo monótonamente excesiva-- de variaciones. Pero de pronto, ya lo hemos dicho, se produce el milagro y entonces al poeta, al poeta excepcional que es José Cereijo, se lo perdonamos todo.

            Consciente de la dificultad de esta poesía hecha con tan pocos y reiterados elementos, de vez en cuando introduce alguna anécdota: el imposible intento de John Cage de lograr el silencio total, las palabras de Montaigne sobre el manuscrito robado de sus ensayos, el diálogo con Platón, el canto de las sirenas, Schubert tocado por Alfred Brendel, el eterno retorno de Nietzsche.

            Pero no necesita la poesía de José Cereijo demasiadas apoyaturas externas, una explícitas y otras implícitas, como la variación sobre un poema de Antonio Machado (“Ese árbol que tú creías seco”) o sobre el verso final (“en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”) de un famoso soneto gongorino: “Hoy es un día gris. Las hojas / que todavía no cayeron de los árboles / parecen más hermosas, / más significativas, en la luz tamizada. / Serenas ellas mismas, / podrían enseñar serenidad a quien las contemplase. / Lo que dicen, lo dicen en voz baja; / y esperan, / sin temor ni impaciencia, / la hora de ser polvo, sueño, nada”.

            En voz baja nos habla José Cereijo, sin temor ni impaciencia, de la muerte inevitable –qué hermosos sus poemas sobre las ausencias tan presentes en cualquier vida--, y nos invita a nos desperdiciar el precario presente “que es todo lo que tienes, / que es todo lo que eres”.

2

Pablo de P.3 de septiembre de 2021, 8:05

Buscando poemas de ese libro en internet, caigo sobre éste, cuyo último verso me parece
excelente:

"El árbol poco a poco se desnuda
en esta luz tranquila,
y se queda sin hojas, sin frutos y sin pájaros,
reducido a sí mismo.
En la luz del otoño,
levemente dorada, de atardecer del tiempo,
ya no caben ficciones."

https://www.tiposinfames.com/libros/la-luz-pensativa/65581/

El problema es que en otro sitio, me encuentro el mismo poema, pero "completado" por un verso final que le quita todo el encanto:

"El árbol poco a poco se desnuda
en esta luz tranquila,
y se queda sin hojas, sin frutos y sin pájaros,
reducido a sí mismo.
En la luz del otoño,
levemente dorada, de atardecer del tiempo,
ya no caben ficciones.
¿Qué sentido tendrían?"

https://www.agapea.com/libros/La-luz-pensativa-9788418935060-i.htm

Es exactamente lo que dice JLGM: "La lección, la moraleja, se vuelve a veces demasiado explícita. Copio entero uno de los poemas, como todos ellos sin título, en el que claramente sobra el último verso."

Y cuando se sabe que el primero y el último verso son los más importantes de un poema, el defecto es grave.

José Cereijo, el poeta que no sabía acabar sus poemas.

3
Jose Cereijo
5 de septiembre de 2021, 9:16

   Gracias, en primer lugar, a JLGM por la generosidad de sus palabras, que son con mucho lo más importante y suponen para mí un ánimo y un estímulo. De veras, repito, gracias.
   Respecto a las objeciones que aquí se hacen, sólo puedo hacer constar mi propia opinión. El verso final al que él objeta en el poema que empieza “Contempla, una vez más” (verso que, por cierto, aparece mal reproducido; en su forma correcta es “Así debiera ser TAMBIÉN tu vida”), como al que igualmente pone reparos quien firma “Pablo de P.”, diré que en ambos casos el poema fue concebido y escrito así, y que la supresión del último verso me parecería una mutilación injustificada y poco natural; así lo vi entonces, y así me sigue pareciendo ahora.
   Y sobre lo de los “imperativos” (que son, pienso, algo menos frecuentes de lo que JLGM da a entender), se trata de poemas más bien auto-exhortativos, del tipo (por poner un ejemplo, y salvando naturalmente las inmensas distancias) de los que son frecuentes en la poesía de Ricardo Reis. Cuando él dice, en un poema bien conocido (y espléndido) lo de “Para ser grande, sé entero”, y todo lo demás, está haciendo eso mismo. No son en ella menos frecuentes los imperativos (que, de acuerdo con lo dicho, yo llamaría más bien exhortativos): hagamos, rehusemos, tengamos, antepongamos…, y cumplen una función (repito, salvadas todas las distancias) semejante.
   Pero en fin, ésas son cuestiones menores. Lo más importante, con mucho, es lo que ya decía en la primera frase; repito, para terminar, el agradecimiento.

4

Abelardo Linares 9 de septiembre de 2021, 14:03

Tu reseña a LA LUZ PENSATIVA te ha salido absolutamente “venenosa”, en el mejor y en el peor sentido de la palabra. Los poemas de Cereijo no tienen nada que ver con los libros de autoayuda, como no tienen nada que ver con los libros de derecho notarial y, desde luego, está clarísimo (al menos para mí) que no sobra ningún último verso, en especial en el poema que citas. Del mismo modo, lo relevante no es si el adjetivo “bellísima” es o no “facilón”, tal como tú depones en cierta desmayada argumentación, sino si está justificado. Cereijo es muy parco siempre a la hora de adjetivar y si lo hace, lo hace por alguna razón y con toda la razón. Además, lo realmente importante es no abusar a menudo, es decir, imperdonablemente de ciertos substantivos y adjetivos. En este sentido, se me ocurre proponerte que cuentes los bellísimo y bellísima que hay en todos los poemas de Cereijo y yo me resignaré a contar las veces que aparece la palabra fantasma en tus obras completas, verso y prosa.

El efecto tóxico de tu reseña se aprecia especialmente bien en los comentarios (¿?) del desconocido, por embozado y rebozadamente anónimo, “Pablo de P punto”, quien, viendo los pescozones que tú propinas a Cereijo, se anima valientemente (por eso del anonimato) a atizarle, él también, unas cuantas patadas y tirones de oreja a nuestro buen amigo, exclamando que no le perdona a Cereijo noséqué, que nosecuantos le quita a tal poema todo encanto, que es grave que Cereijo cometa un pleonasmo (que solo existe en la suponible o supuesta imaginación de P.de P.) e incluso, poniéndose jardinero o de jardinero (a la mismísima manera del propio García Martín que habla también de podas en su reseña), tilda a Cereijo de poeta mediocre y encarece las virtudes de la “poda” aplicables a su poesía y quien sabe si al propio poeta. En fin.

El libro de Cereijo es un libro excepcional, uno de los pocos grandes libros de temática amorosa de los últimos cien años. En otro tiempo, tú te hubieras dado cuenta de eso y hubieras señalado y defendido precisamente eso. A lo mejor estás envejeciendo, amigo.

martes, 7 de septiembre de 2021

Soler presenta

 

Mi buen amigo, mi buen poeta, Rafael Soler, que ha pasado por el
blog en ocasiones y que es lector a tiempo ocasional, pero consciente, viene a publicar con la valenciana OléLibros una nueva entrega de título soleriano: Vivir es un asunto personal. Y con el subrayado Poesía. Cambió el negro por el blanco. Dice el editor que son más de 600 ¡600! páginas. Y yo digo que contiene toda la poesía firmada públicamente por el autor en sus cinco libros reconocidos. Hay más, mucha más, en los subterráneos del sueño. Y digo que aprovecha paladinamente para filtrar un hijo de nueva creación en el que lleva años trabajando: Las razones del hombre delgado. Añádanle poemas recuperados de esos que suelen caminar dispersos por revistas, y blog…, y digitales…, y comprenderán de qué estamos hablando.  De las 618 páginas y de los 18 euros que piden por ellas. Tanto valor, tan escaso precio. Todo lo contrario que otras editoriales –valencianas también– que venden por el mismo estipendio esqueléticas entregas vulnerables. 

El libro pesa física y emocionalmente, por eso, con aforo limitado, habrá una presentación en la Asociación de la Prensa de Madrid, de obligatoria asistencia tanto para los solerianos consuetudinarios y obsesivos como para los de reciente creación. Al parecer, el jueves 9 y septiembre. Vayan pronto los aforados y anotados, lleven mascarilla, billete de 20, les devolverán dos euros, papel iluminado (algo más de un kilo) y mucha inteligencia poética y vivencial. 


Volverán felices a casa. Algunos y algunas, tarde.


Más: me dicen que el autor firmará en la FLM21 por la mañana del domingo 12 en la caseta 135. De nada.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Comenzamos temporada con un poema de AQUÏ

 



     Bienhallados amigos lectores de Mientras la luz.

     Comienza el curso escolar y poético en modo presencial, dejemos a un lado las pantallas, guardémoslas para cuando la extrema distancia las haga precisas, vayamos a la mirada caliente, al posible abrazo, al poema dicho y recorrido. Acudamos a encuentros y presentaciones, a las Ferias, a la comprayfirma, a ser juntos. La temporada se presenta fuerte y con ganas. 

      Por mi parte, y para no incordiar en ella, he querido aprovechar los últimos días de agosto, concretamente el 28, para leer con mis paisanos de Piedrabuena poemas de AQUÍ. Ha sido un momento feliz, aunque ahora, cuando reviso, me aparezco algo serio y con cierto halo de tristeza. No importa, uno no es dueño siempre de sus gestos. Por si alguno quisiereis, os dejo el enlace (pinchad aquí o en la foto) desde donde es posible acceder al video que registra el acto de la presentación. Las palabras sencillas y sabias de Félix Ortega, la música de Clara y Claudia y la canción que Alfredo e Irene levantaron sobre uno de los poemas del libro me llevaron.

AQUÍ es para mí un pozo de alegría por donde asciende al agua de los afectos. 

Qué oportuna su edición por Mahalta.


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Levanta, hijo
 
 
En esos días era
impaciencia y un rito el abrigarse.
Levanta, hijo, me decías,
el patio es todo blanco.
 
Yo quiero, que me hagas,
como otras veces, madre,
con un poco de nieve, con azúcar,
una “gloria” con zumo de naranja.
 
Era luego esperar
las nueve en la campana del reloj,
salir hacia la escuela
–los pantalones cortos todavía–,
caminar sobre el cielo,
gozarse en el crujir de las pisadas.
 
Era sentir
el mundo en el instante que comienza.
 
Y es que siempre era, madre,
nevar un grito
fugaz, un sobresalto,
en aquel pueblo niño que a mitades
se soñaba manchego y montesino,
me soñaba.