martes, 31 de mayo de 2016

Trinidad de lo real y de lo poético


     El jefe flipaba en Gilet (Valencia). Bien lo recuerdo. Escuchaba de labios de Jaime Alejandre que según los cuánticos toda realidad que no es observada no existe. O dicho de otra manera: todo lo existente necesita ser percibido para convertirse en realidad. Que es preciso el observador. No como testigo, no, sino como necesario agente. Ya que es la mirada del que observa quien crea la realidad. Perplejo, el jefe se rascaba el occipucio (qué palabra), sacaba el móvil y hacía una foto para comprobar. Elucubraba: Entonces no han existido. Y alargaba su reflexión: Entonces apenas si han existido actos poéticos en Madrid puesto que en estos tres últimos meses Mientras la luz ha permanecido casi ausente de ellos. Nunca pensó que aquella decisión de casi desparecerse fuera capaz de alterar realidades. No obstante, algo confundido estuvo cuando escuchó, en su refugio de Cibeles, la perorata de Juan Carlos Suñén intentando diferenciar la prosa de la poesía, el mal poema del buen poema. No lograba dilucidar si aquello había existido o no. Pero el recordatorio de Jaime Alejandre era una revelación. Es el asunto que esto de la realidad se ha puesto tan de moda que terminaremos encontrándola en alguna tertulia. Por mucho que se enmascaren, terminarán siendo reales los poetas. Ya lo verán. Alguien los encontrará. Los leerá, los escuchará. Hacen falta agentes que los creen, claro que sí. Observadores que crean que lo que escuchan es poesía. Verán como sí. 

A contraluz, Soledad Serrano, Jaime Alejandre y Alicia Arés
Uno

      De momento ha vuelto a las andadas. El jefe, digo. Ha decidido volver a pagar las nóminas, y en consecuencia a enviar a sus andarines redactores por veredas líricas. Lo primerito, nos dijo, a escuchar a Jaime Alejandre, nuestro profeta. Y fuimos a escucharlo. Leía su nuevo poemario ...Y más allá de mi vida, en Los editores, esa librería de capricho que sin un solo codazo está abriendo brecha. Claro que no es difícil en este páramo actual en donde faltan locales con sello y ganas. Jaime, decidido, tan sereno como valiente,, confesó su realidad. Ha escrito un libro de amor porque está enamorado. Esa es su coherencia. Lo que convierte la potencia en acto. La realidad táctil que él ha creado. La que nosotros creamos escuchándole, observando su timidez sonora. Ya saben que para este asunto hace falta cierta colaboración, claro. La colaboración, bellísima y de color subido, estaba presente. Teoría y praxis en la tarde del martes 24. Animado que fue a la pública declaración por la palabra armoniosa de Soledad Serrano. Única. El local repleto multiplicó la insobornable realidad. Todo sucedió en 24, martes de mayo. Así da gusto, jefe. Envíenos más. Además estuvo Rosa Jimena, la africana. Con aroma de regreso. 


Manuel Rico,  Ana B. Martín Vázquez y Manuela Temporelli
Dúo

      El miércoles y 25, tomada de nuevo la costumbre, quiso que creáramos más realidad asistiendo a la presentación de De paso por la vida, editado por la últimamente vacilante Bartleby. Acto que tuvo por marco la fundación FUHEM, lugar donde labora Ana Belén Martín Vázquez, su autora, a quien ya escuchamos en el soberbio ciclo que Casa de Fieras celebró el mes de febrero. Glosó el libro con buen oficio Manuel Rico, director literario y fiel amigo de la casa, como se sabe. Y de manera inane lo glosó Manuela Temporelli, que se guareció en el cobertizo de los “felices instantes compartidos” y "qué buena es Ana Belén" para rellenar su disertación. Leyó sobria la poeta a un público amigo y entregado. Poemas de sensaciones, al modo de haikús extendidos. Colores, emociones, lluvias, derrotas, autobuses… a lo largo de las cuatro estaciones (del año). Parece un libro real, pero de bautizo. Sin compromiso todavía con el látigo. Buenísimas formas, exacta su dicción, enhiesto lo sensitivo. Voz entonada. Dispuesta a recibir la violencia de un discurso próximo. Ojalá y llegue. Que llegará, es fácil sospechar tras lo escuchado. A seguir. Otra realidad creada.

Y trino

      La trinidad se consumó en viernes 27. Vino desde Levante, donde reside, el manchego Manuel Moreno Díaz. Poeta que se anunció luminoso hace 10 años ¡diez años ya, Dios mío! con la aparición  de La saliva del sol, premio que fue Alarcos Llorach, y visor, y su primer libro. Ha esperado para el segundo, que aparece en Renacimiento. Estuvo contento, comunicativo. Dijo que espera ser más humilde con el tercero. No sabemos respecto a qué. Armonía y estrago, tal es el título. Orden y caos, las dos caras de lo real. Tuvo un presentador de lujo, Pedro A. González Moreno. Un lujo caro de convencer por su decisión de no y no, aunque que en esta ocasión fue. Señaló la presencia de la luz, del color, del sol como motor desencadenante de la poesía del tomellosero Moreno Díaz. Análisis prolijo, serio a veces y brillante en otras, cuya dicción coloquial no eclipsó su tono analítico. Pedro A. mostró a cada paso, con versos ejemplares, la certeza y el rigor de sus aseveraciones. Estuvieron en la sala Valentín Arteaga y Nicolás del Hierro, poetas nobles, testigos y manchegos. Esta segunda entrega, de la que su autor hizo conciencia mientras la lectura, continúa su línea de poesía bien trabada, espléndidamente concebida y seriamente plasmada. Endecasilábica mayormente. Con barniz celebrativo, a lo valenciano, tan de moda todavía. Basada en recuerdos, en gentes, en experiencias. Dijo que en Valencia se lo había presentado Antonio Cabrera. Un referente. No digo más. Moreno Díaz es de condición poeta. Como tal lo hizo real nuestra mirada. Un poeta al que en opinión de Juan Pedro Carrasco, también presente, es obligado seguir.

      Y ya es suficiente de “realidad” para este tímido regreso. Seguiremos observando, creando, creyendo. Pero no olviden el término. Empléenlo de vez en cuando en conversaciones sobre poesía, quedarán bien. También queda estupendo ficisidad.

lunes, 23 de mayo de 2016

Poema : Cero




En su temor,
creer en el vacío
matemático

sentirlo círculo

hierro
candente, argolla

sentirlo

saber que cierra
heptasílabamente:
alrededor del cuello.



miércoles, 18 de mayo de 2016

Nuevo libro de Nicolás del Hierro


Nicolás del Hierro
 Foto: Aníbal de la Beldad

El poeta Nicolás del Hierro (Piedrabuena, 1934) es una de las voces más respetadas y seguidas de nuestra tierra. La Biblioteca de Autores Manchegos, es su colección Ojo de Pez, presentó el pasado 17 de este mayo en Ciudad Real una nueva entrega de su hacer: Esta luz que me habita, poemario en donde, como si de un ajuste de cuentas se tratara, dialoga consigo mismo sobre la validez de lo vivido y la vigencia de lo escrito. Poeta y hombre sabedor de la caducidad de la que formamos parte se enfrenta a ella aceptándola y combatiéndola al mismo tiempo. Ni su voluntad ni su pluma han de doblegarse, porque en ese mirar al tiempo cara a cara es donde el hombre, donde el poeta tensa el arco de su decisión.

No ha cesado de crear el poeta desde 1962, año de “Profecías de la guerra”, su primer libro. Ya en el año 2012, y coincidiendo con la edición de El color de la tinta, que recogía junto a dos libros inéditos una amplia selección de su obra, avisó que no lo tenía dicho todo. Que su voz no cejaba. Dos años después, en 2014, presentó Premonición de la esperanza, una edición mexicana que compilaba tres poemarios hasta entonces inéditos. A la vista de ello, queda patente algo que los más cercanos ya sabíamos, que la luz que le habita no es sino el venero inagotable de la poesía. Nicolás del Hierro es poeta siempre, poeta a pie de obra, soñador de versos y voluntad de abrazo. Un intenso hálito horaciano de concilio se extiende por toda su escritura. Un hombre y un poeta en busca de los otros, en busca de horizontes amplios y habitables, porque, por decirlo en palabras de Eladio Cabañero, que él ha hecho suyas el hombre bien merece/ ser hermano de todos, no otra cosa.
Momento de las firmas
Foto: Alfonso G. Galán

Precede al libro un impecable prólogo del profesor Matías Barchino, indagador de las claves del mundo lírico de Nicolás. Dice de él, y con justicia que es verdadero y necesario, que siempre hay en Nicolás fe en el ser humano y en la vida, que su obra es testimonio de una lucha personal entre fuerzas opuestas: la del ansia de la vida y la del destino de todos los hombres. Por mi parte quiero advertir a los futuros y numerosos lectores de Esta luz que me habita que encontrarán al Nicolás, más claro, más denso y puro, más emocionado, más lúcido. La certeza y la posibilidad se entretejen en este poemario que va directo a la conciencia de los hombres. Luz antigua y siempre renovada. Luz fiel a sus orígenes, a su tierra y su gente. Voz que nos devuelve y nos provoca, voz de preguntas y respuestas. Indomable. Como si fuera mayo.
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COMO SI FUERA ANTE NOTARIO

 Tu casa, Nicolás, poeta amigo,
forjada por la arcilla de tu espera,
para vuestro solaz, es la primera
que recibe los soles, cara al trigo.
                                    Francisco Caro
                                                                      
Como si fuera ante notario,
aquí estampo mi firma.
Aquí, sobre el brocal del pozo,
éste pozo profundo y de agua clara,
donde mi rostro pierde sus reflejos:
el testamento de mis sueños guardo
y en él dejo mis versos más queridos.

Firmo, y mi despedida es el fulgor
que estigmatiza la sorpresa.
No pretendo, no quiero que después,
cuando mi recorrido disponga sus grilletes
de oscura y larga independencia,
y estos versos, sencillos y diáfanos,
tinta en el agua de mis libros,
queden, sean por alguien descubiertos.

Presos perduren y encerrados, solos
en el oscuro y cóncavo vacío,
olvidados, sin nadie que detenga
su curiosa intención frente al acuoso
destino de sus páginas en sombra.

Aquí, aquí estampo mi firma,
mi nombre y apellido, por si acaso
el viandante cruza y quiere ver,
averiguar, saber lo que escribí.

Aquí, aquí se quedan,
hipotéticamente aquí los dejo,
llenos de olvido, en esta casa
“que recibe los soles, cara al trigo”,
casa que un tiempo fuera el hábitat
de un hombre, un soñador iluso,
que en las profundidades de es este pozo
depositó la luz de sus poemas.

lunes, 16 de mayo de 2016

Un poema. La sombra del ciprés




El sol cede y escribes. Tras el cristal has visto
en tropel, diminutos, acudir los gorriones
al árbol donde guardan. Cómplices del instante,
de la luz como rito, el cansancio del día
no impide su canción.

Va la tarde al secreto y tú, mientras, escribes.

Con el lápiz intentas 
dibujar en la hoja donde el poema crece 
el amparo, la forma, la sombra del ciprés. 
No buscas añadir oscuro a las palabras 
que acudieron, pequeñas, para salvarte, sino 
que en el papel se escuche un revuelo y un canto
Como el que escuchas tú.


martes, 3 de mayo de 2016

Mayo de Versos 2016

Presentación

Eduardo Merino y Ana Balla López Biedma

Antonio Parrón

Nieves Fernández

Ana Bella y José Luis