martes, 30 de mayo de 2017

El cuarto No Madrileños. Una celebración


     Qué bien lo que tan bien termina. Intensa fiesta de la poesía el jueves 25 de mayo en la sala Trovador. Completaba su círculo la convocatoria, cuarta de No Madrileños, con la que este humilde blog ha querido celebrar, por cuarta vez, su quinto aniversario.  


Del septentrión peninsular llegaron la coruñesa, afincada en Nueva York, Marta López Luaces y el zamorano de nación y leonés de residencia Tomás Sánchez Santiago. Dos poetas, dos voces tan sugerentes como distintas. Faltó la persona de José Luis Morales, convaleciente aún, pero no sus textos introductorios, que en esta ocasión se escucharon a través de la voz de Rafael Soler y Francisco Gª Marquina

Fueron, las de los poetas, lecturas amplias, generosas, al gusto habitual de este ciclo. Una sala repleta, con matizada luz, devolvía a los poetas la magia, la devoción. Mezcla de lenguas en el decir de Marta, algo que comienza a ser habitual, para una poesía en desvelo de modernidad, donde el desasosiego y el ansia de plenitud se mezclan, se alteran. Y la voz pausada y serena de Tomás para contar la proximidad de las cosas, de las gentes, y el amparo que supone conversar con ellas, caminar con ellas, saberse parte, y gozo, y celebración con ellas.  


       Fue un rotundo final para una aventura que iniciaron en abril de 2014 Federico Gallego Ripoll y Vicente Gallego; que en 2015 continuaron Basilio Sánchez y Mª Ángeles Pérez López, y el año recién pasado prolongaron Isabel Bono y Joaquín Pérez Azaústre. Ocho voces, ocho vientos que ahora se recogen en un libro: Cardinales, que verá su luz primera (no se lo pierdan) el viernes 2 de junio en la Feria del Libro de Madrid. Porque quede –también en papel- memoria de algo que tanto ha significado en la agitación poética madrileña.

La tarde terminó como acostumbran los asistentes, con tiempo para el abrazo alimenticio, para la caridad del vino y la excitación de las conversaciones. Todo ello antes de la animación que procuran amigos tan claros y habituales como David Morello, Carmen Bermejo, Luisa García Ochoa y Ana Bella López Biedma. . Tesoros que siempre acompañaron. Las fotos son del poeta José Luis Torrego.

Tan sólo por la existencia de estas cuatro celebraciones ha merecido escribir este blog, este Mientras la luz metido en dudas. Gracias a todos. Siempre.

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De Tomás Sánchez Santiago

ÁRBOLES

Tala general. Zamora. Margen izquierda del Duero.

Todo se lo han dejado hacer: nidos arriba, manchas obscenas y tachaduras sobre nombres ya aborrecidos.

Pasión silenciosa la de los árboles.
Pero hay un ritmo interior que nadie sabe. El juego ciego de las elaboraciones:
hojas, flores, vainas, frutos.

Y, luego, es que no se defienden. Se entregan a las usurpaciones como animales quietos.

¡Y que nada consiga defraudarlos…!

Caen sobre su entereza
manos, uñas, hachas, órdenes.

Pero no hay idioma en ellos que delate ese dolor de los arrancamientos.

Nadie, nadie sabe a qué suena la voz pasiva de los árboles.



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De Marta Lopez Luaces

NÓMADA

En las largas mesas del tiempo 
beben los cántaros de Dios.
Beben hasta el fondo los ojos
de los videntes y los ojos de
los ciegos, los corazones de las 
sombrasimperantes, la mejilla
de la tarde.
Paul Celan

Vengo de un pueblo condenado
a errar por tierras extrañas.
Tres días caminaron
a la sombra de Babel.
Heredo de ese tiempo           
un mapa y un cielo.

De mi raza
el rasgo de la ausencia me delata
y una certeza:

antes de la tormenta
de las sequías
de tu mirada
de mi orfandad
de aquellos fuegos
y antes de las sombras que les precedieron
había un antes
que la memoria me pide, rescate

Pero he llegado tarde
las lluvias han pasado
los ríos regresan a su cauce
se alzan las ciudades en el horizonte
y se me prohíbe la entrada

Aquí, a sus puertas
espero
la resurrección del recuerdo
del yo que era

Sus heraldos exigen que renuncie
      a mis nombres
       mi sangre
mi heredad
y que disfrace la voz
y  jure
por la fe de su idioma


(mi raza sigue en busca de la lengua
perdida
antes de la infancia).

miércoles, 17 de mayo de 2017

Jorge Guillén para un Homenaje

      (La becaria está que trina, el que a veces actúa como Jefe le ha pedido hacer de negra. No tiene ganas ni tiempo, le dijo, para escribir unas líneas con que presentar una sencilla lectura de dos poemas de Guillén (Jorge) en un homenaje que el Ateneo dedica a los 90 años de la Generación del 27. No sé a quien se le habrá ocurrido, farfulla, si terminan de hacer dos a Gloria Fuertes y otro a la Generación, están que no paran con este asunto. Un redactor le ha escogido los poemas y la becaria le entrega esto por si le sirve. Pero sigue por lo bajo: no es mi papel, no es mi papel)

(esto)

Jorge Guillén es el mío, ese poeta enjuto de voz y carnes, que viene en los libros de texto y al que a veces nos hemos acercado para jamás volver. El abstracto, el irónico por inteligente, el poeta-profesor, el del lenguaje geométrico. Bien. Ya no se lleva. Sabéis bien que no se lleva, que pasó su tiempo, el clamor de los homenajes. Recuerdo, os recuerdo que Wikipedia dice que fue el primer premio Cervantes, en 1976.  Ya lo habíais olvidado. Ahora lo más que se le ocurre al español ilustrado que escuche su nombre es escribir un signo igual entre Guillén y poesía pura. Pero él, sabedlo, aseguraba ya en 1934 que un poema debe contener un tanto de poesía y un tanto de ruido humano. Fue poeta en asombro por la realidad, por el júbilo de la luz. Por la perfección de las cosas y la tensión entre palabras. Cualquier poema que de él os lea no lo reconoceréis, si no fuere el del sillón beatus, que no va ser.  He traído para el caso esta edición primorosa de Barrral, hecha en 1979, impresa en offset, mantiene el papel sin decolorar por la luz y que debió ser gigantesca porque se sigue vendiendo en librerías y puestos de ocasión a dos euros. Sic transit gloria mundi. Serán dos poemas cortos. Pertenecen a Aire nuestro, en su producción final: 

(poemas)

1

Más allá. ¿Dónde? Donde tú concluyes 
y principia ese mundo que te ciñe 
por todas partes. En el aire cosas 
que la luz te descubre y son las metas 
de tu poder. ¿Te angustia el mundo? Mira 
ese mundo es amigo necesario. 
¿Misterioso, versátil? Sí, difícil. 
Rechaza el miedo y ríndete al asombro 
si te das cuenta bien de tu aventura, 
formidable.

 *
Mi jardín está en medio de la vida, 
de la ciudad, del mundo, de los roces 
con esas asperezas verdaderas 
del diario vivir, que es el de todos. 
¿Paraiso, muy lejos? No. Jardín 
a tu alcance, por entre tanto fárrago. 
Y un hombre en su minuto, al fin sereno. 

2

"Perdido entre tanta gente..."

"Gente", también "otredad", 
lóbrega palabra fea 
que solamente va 
de docto en docto saltando 
para siempre resonar 
como dicha por embudo 
gracioso en un carnaval 
de máscaras que jugasen 
a dar pavor... 
                           ¡La otredad!

sábado, 13 de mayo de 2017

Un poema de Javier Díaz Gil




      No es un poeta de obra extensa. Ni sus poemas se derraman. La poesía y la persona de Javier son amigas de la contención. Obtuvo el premio Nicolás del Hierro en el 2000 con Hallazgo de la visión y desde entonces apenas alguna plaquette, poemarios cortos, como Vivo extramuros y El Ángel prometido, que unió en una publicación de 2011. Recientemente, y con Ruleta Rusa –¡ay!–, ha aparecido La palabra y la carne de donde extraemos el poema. Dedica parte de su tiempo a moderar una tertulia poética que ahora reside en los bajos de la cafetería Santander. Pero todo eso es literatura adherente. Javier es en realidad una persona donde la poesía escarba, excava. Donde la poesía es presente continuo. La palabra y la carne, libro delgado y tenso, no es sino la encarnación del hombre entre la emoción y la materia, entre la idea y el tacto, entre lo atisbado y la cicatriz. Poemas breves y plenos de densidades para decir el amor, para decir el asombro. Poemas como "puentes de luz" para cruzar las carnes erizadas. Y las carnes huidas. Poemas que eligen el roce detenido, la piel en pálpito, la realidad fungible. La entrega y la consumación. Se levantan para la verdad de lo finito, y junto al tiempo en tasa, desde esa parcela mínima del mundo que algún dios –tan generoso como malvado– ha tenido a bien concedernos. Lo que para algunos puede ser angustia, desasosiego, para el poeta Javier Díaz Gil es constatación primero y después necesidad de amparo. El no regreso, la sangre que nos desnuda, las sombras y sus verbos, la anorexia y su cera consumida, el cáliz de los inviernos: de todo ello anota el poeta. De todo teme. Pero Javier Díaz Gil es un ángel de mano trémula que conoce cómo un cuerpo puede ser refugio, ara de salvación, o hielo donde se estrellen las palabras. De ambas realidades trata este libro, escrito desde dentro y hacia adentro. Voz que sale para volverse. Siempre pura. Decía Jorge Guillén que un poema debe contener un tanto de poesía y un tanto de ruido humano. Pues eso. Aquí.    

18

Es en tu piel secreta
–la que se esconde
bajo tu blusa–
donde quiero morir.

En una gota de sudor
me encarnaré
–tras los primeros estertores–.

Resbalaré
–como la punta de una lengua
golosa–
desde tu nuca.
Barreré tu hombro y tu cuello,
Transitaré,
–puente de luz–
      por el inicio
      vertiginoso de tu pecho,
            la oscuridad de tus pezones,
                el salto mortal de tu vientre.
Serán
mis diez dedos agua
                                  atravesando
               tu cuerpo.

La sal,
una sombra en tu blusa:
silencio.