lunes, 27 de noviembre de 2017

Desde el sur (con algo del norte)


Isabel Bono: Málaga - Bilbao

Isabel y Aloma . (Foto McBarri) 

F. Aramburu, JL Morales e I Bono  (Foto McBarri)
      Es poeta Cardinal y puede vivir donde desee, en cualquier lugar de la Rosa de los Vientos, pero prefiere Málaga, donde nació. Cosas de la fortuna. Volvió a Madrid. a la Alberti para presentar el que dice ser su mejor libro de poemas. Pepo Paz, su editor, advirtió que lo tenía desde años en un cajón hasta que se decidió a leerlo. Avisó que Isabel Bono es de las que no insisten sobre cómo está lo mío, es decir, sobre lo suyo. Lo de Isabel, ganadora del penúltimo premio Café Gijón de novela, busca ser poeta de currículo menguante. Es curioso, cada solapa dice menos de su historial que la anterior. Ella lo justifica así: Quien quiera saber de mí que mire en las redes. Y lo dice alguien que no está en ninguna, salvo en el polvo añejo de los blogs, ella que tiene un móvil paleolítico o paralítico. No recuerdo bien el adjetivo. Se excusó de todo diciendo que  habla escribiendo. Quiso entrevistarla Aloma Rodríguez, una ardiente promesa, lista, pero apenas si lo consiguió porque Isabel le tomó la delantera y, feliz, no dejó el hilo ni el camino. Lo seco, tal es el título de Bartleby para sus últimos éditos. Habla en ellos de la infancia, de los padres, de los amigos, del no mar, de las calles atravesadas, del tiempo ido y el ganado, de la ambición y el desconcierto, de lo oscuro, del gozo y del secreto. De lo enjuto, de lo seco. Y de todo con la distancia mínima que las palabras permiten. Sus poemas se levantan escasos de muros y tabiques, por sus habitaciones circula el viento como por un fiesta de sugerentes. Disfrutaba contando y leyendo, disfrutábamos. Y en esto llegó la sorpresa. ¡Qué bien lees! dijo el barbado y cubierto. Y ella: Qué poemas deseas. El de la pagina 33, dijo el vasco. Y lo leyó. Fernando Aramburu, el de Patria, es un amante de su obra, y aunque tarde, cuando las firmas se lo permitieron, se presentó a escucharla. Sur-Norte. Luego vinieron los vinos, las cervezas dobles, la conversación. Con José Luis Morales por testigo. Martes y 21.  



Enrique, Javier y Sabina de la Cruz entre concejalas   (Foto McBarri)
Javier Bozalongo: Granada - Bilbao

      Y desde el sur llegó, en autobús, porque el ave sigue en obras, Javier Bozalongo, el poeta. Y el editor de Valparaíso, sí, el mismo. Jueves y 23. Y vino para una fiesta gozosa, la de recibir el premio Blas de Otero que se convoca, falla, otorga y entrega en Majadahonda. El premio está en fase creciente. Atención a él. Este año se encargó la edición a la madrileña Amargord, lo que es una garantía. Y curiosamente ha premiado a alguien que está en el ajo editorial. Javier Bozalongo, a quien acompañó su hija Paula, también del oficio versal, ha escrito Todas las lluvias son la misma tormenta. Un poemario que glosó en público Sabina de la Cruz, viuda de Blas, que bajó desde Bilbao para la ocasión, lúcida y alegre a sus ochenta y tantos años. También lo hizo Enrique Gracia Trinidad, presentador que tiene como lema no aburrir. Y lo consigue. El libro halla senderos a través de vivencias sobre las que se levantan reflexiones. A lo Joan Margarit. Con buen trazo se dibuja en él la inconsistencia, el desconsuelo, la fugacidad, los nocturnos de hotel y los gin-tónics, las ciudades postizas, los accidentes y abrazos. En fin, los palos del andamiaje con los que construimos afanes y días. Hay, por lo que pudimos advertir, algo de escepticismo militante y algo de esperanzas detenidas. A voluntad. Otra cosa no es posible cuando la edad cerca susurrando el cuento eterno. Pero bien. Leyó apenas dos poemas, los dedicados a sus hijas, antes de que la concejala reclamase urgente la foto de grupo. La edición tiene el sello inconfundible de Amargord. Si logran un ejemplar lo advertirán.     

martes, 21 de noviembre de 2017

Tampoco llueve en La Mancha

Crístobal lópez de la Manzanara y Eugenio Arce
Foto: Lanza digital
     
      Estuvo Mientras la Luz, redacción al completo, en Ciudad Real el fin de semana. Gozando de una espléndida otoñada seca. Sufriéndola. La lluvia es rehén de las premisas, una taimada desesperación, un agravio en los modos, lo imposible. Mientras, la poesía. Como defensa, como ruego. La tarde-noche del sábado 18 estuvo en el museo López Villaseñor con la entrega al haijin. Cristóbal López de la Manzanara del premio Guadiana que otorga la Asociación del mismo nombre. La culpa fue del poema Dos viajes, que relata sus visitas a La Mancha en estaciones diversas y en donde las emociones conservan su color primero. Dos poetas le flanqueron, Eugenio Arce, que presidió el acto, y Manuel Cortijo, que le hizo entrega. Le acompañó su editora Lidia López, de reciente motorización. Al salir, tampoco el agua.

Joaquín Brotons
Foto: La Tribuna

      Ni el lunes 20, fecha de tantos aniversarios muertos, llovía cuando nos dirigíamos a la Facultad de Letras manchega. El poeta valdepeñero Joaquín Brotons leía, en aula abierta, a los jóvenes universitarios. No es fácil apartarle de su ciudad-isla-vino, pero sí en esta ocasión. Nervioso y feliz escuchó la presentación, leve y precisa, del profesor y paisano Matías Barchino. Dijo que hace tiempo que no escribe lo que es verdad que escribía: poesía homoerótica. Aclaró que su poesía es vivencial y cuando las experiencias faltan no es posible relatarlas. Aunque leyó poemas a lo Wordsworth, buscando la belleza en las hojas de hierbas del recuerdo. En los cuerpos adolescentes disfrutados. Habló de sus maestros Cavafis y Cernuda y de su amistad con Baena, Vicente Núñez y LA de Villena. Se dijo, él y otros, de su valentía por escribir con claridad del amor homosexual en épocas cerradas, en tierras hostiles. Y de la marginalidad, ese horizonte de días con quien habla. Hizo buena lectura. Y temblorosa. Con emoción final.  Su última publicación fue Joven ilicitano (2007). Desde hace un tiempo es poeta de antologías más que de novedades. Pedro A. González Moreno condujo la más reciente, Pasión y vida que editó Verbum. Textos tozudos, espirales que le niegan la inmediata reducción a poeta invisible. Ese pozo, casi agujero negro, que a todos amenaza  No llueve. Y la mirada no halla recompensa.

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Joven ilicitano (fragmento)

Los mancebos de ojos negros y suave piel africana, cobriza, cuyo tacto calcinaba sus manos en la antorcha de los anhelos, que forma dunas de arena incendiaria en el fascinante oasis en el que se bañan los cuerpos adolescentes; los muchachos turbadoramente hermosos coronados de erotismo puro, inmaculado, cual dioses que pasean orgullosos por el césped seco del solitario y desvencijado embarcadero del amor imposible; el puerto en el que sestean y bailan las barcas de porcelana iluminadas por sus blancas velas; el malecón de los descorazonados de alma frágil, sensible, en el que los trasatlánticos que surcan los mares de petróleo encallan contra las rocas, hundiéndose lentamente, hasta alcanzar las profundidades marinas en las que yacerán para la eternidad, ocultando sus tesoros a la codicia humana que pisa la flor del azafrán y no aprecia el olor de las acacias.
Te coroné y adoré, amor mío, como a un dios -eras mi dios del Olimpo, mi Apolo- con pámpanos y uvas en la alta noche báquica, en la que en las viejas tabernas bebíamos el vino empalagoso, dulzón de la felicidad, que bellos efebos coperos escanciaban de cráteras helénicas adornadas con sátiros y faunos, en copones con incrustaciones de oro y diamantes, engarzados con perlas, cuyas ostras aún nadaban en un mar adormecido, somnoliento, que acariciaba los pies de los amantes que tomaban el sol en las playas griegas, junto al dorado sexo prohibido que dormía en su cama de mullido algodón lujurioso, cubierta con dosel de delicado paño impregnado de aroma de alhelí.

martes, 14 de noviembre de 2017

Un poema de Fernando Fiestas: Jaisalmer según el poeta Maharawal Bathi

 
      A veces suceden cosas. Mientras, lunes y 13, bullían las calles, las filas de quienes esperaban entrar en el Círculo de Bellas Artes, mientras afinaban sus cuerdas Ana Belén y Miguel Poveda, mientras se colmaban las butacas de la sala Fernando de Rojas con el corre-corre de las grandes convocatorias, mientras Fernando Beltrán repasaba un texto en maravilla –círculo de bellas autes, dijo– y LA de Villena se prometía no ser por un vez pesado, mientras todo respiraba ansiedad y espera, mientras Maxi Rey instalaba la avidez de su cámara –eterno trípode cojo–, mientras la poesía esperaba su gran fiesta alrededor del nombre de Luis Eduardo Aute y la farándula aprovechaba su Toda la poesía (Espasa, 2017) para verse y elevar a coro que le queremos, que le querremos, mientras todo esto sucedía, un poeta, también pintor, estaba a solas con su nuevo libro en la primera planta de la exCasa de Fieras. Retiro, ya saben. Fernando Fiestas presentaba, leía, a un selecto grupo de amigos fieles Palabras para otras voces (Lastura, 2017). 
Allí estuvimos, escuchando la seriedad de una propuesta que Fermín Fernández Belloso supo recorrer y contarnos con esmero capaz. Tanto la editora, Lidia López Miguel, como el propio autor señalaron que esta entrega es el inicio de un libro abierto al futuro, a su crecer. Obra en marcha. Son poemas que buscan anclaje en instantes de otras épocas, en la posibilidad de la ucronía. Bordean con decisión los senderos del abismo histórico y son manifiestos de presente. Poesía meditativa y poco complaciente. De serena factura.
Mientras Ana Bella López Biedma interpretaba junto a Fernando, en el Círculo, Cristina Narea junto a Luis Mendo seguían cantando a Aute, a quien también tanto y tan bien necesitamos.resaltar.

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Jaisalmer según el poeta Maharawal Bathi

A la arcilla volvemos
en su contemplación
por cómo los sentidos
nos desorientan,
por cómo los lugares son más amplios
en tiempos de sequía,
con un sol que dibuja los perfiles.

Hace tantas semanas
que no llueve
que el mar tiene el color de las derrotas.

En la hora de las preguntas inservibles,
basta que crezcan brazos como ríos
y le efigie del héroe no cambie de sonrisa
para que las demás estatuas
sigan con la mirada su trayecto,
lo que late en los templos
de azafrán
y nos protege.

Lo demás es el cierre de los párpados
porque no somos ruido,
ni siquiera ese fondo
de las alfombras
para las gruesas lágrimas de los dioses.

Natural es tener dos mil cabezas
y un solo rasgo
inquebrantable,
apenas una sílaba
para que nada evite
nuestro paso
ni las corrientes del aire.

A la orilla volvemos
en la hora de las preguntas inservibles.

Apenas el desdoble
de nuestro rastro,
por cómo los sentidos
nos desorientan.

Los verdes son el salto inesperado
rompiendo lo baldío,
los rojos ennoblecen,
el azul es la luz del sueño,
los naranjas, bostezos
sobre las celosías del palacio.

¿De qué sirve esperar desde el origen
para reproducir sus imágenes?

Siempre hay algo inclinado
que interrumpe el descanso de la lejanía,
con forma de versículo.

Las voces,
los ojos moribundos de los peces,
la sed con rostro humano. 

Siempre hay algo
de desventura
en los sueños de los monarcas,
porque todos los grandes edificios
se construyen después de despertarnos.


En 1205 d.C.
y lejos de cualquier calendario redondo.   

jueves, 2 de noviembre de 2017

Mujeres y un poema



      Caminamos por territorio fem. También en poesía. Buena la armó chusvisor.  Las que habitan este paisaje ut supra se conocen entre sí como genias. Y no por otra cosa pretenciosa sino por el nombre de su asociación: Genialogías. Nombre que ampara en lazo a un centenar de mujeres poetas españolas dispuestas a defender. Se reúnen para saber y saberse. El viernes 27 lo hicieron en Función Lenguaje con motivo de celebrar la nueva edición –por Tigres de Papel– de textos de Julia Uceda y Francisca Aguirre. Paca asistió. Desde su Salamanca, acudió Mª Ángeles Pérez López para hablar sobre ellas, y en general sobre mujer y poesía. Esta foto de FB, donde abundan lectoras de Mientras la luz, da testimonio.

Foto de MCBarri

     El sábado 28 fue en Sigüenza, la villa en alameda y piedra de La Alcarria. Mª Antonia Velasco, familiarmente Toya Velasco, quiso acudir a su tierra cuna para presentar La cabeza y un zapato, libro que obtuvo la pasada edición el premio Blas de Otero. Lo presentó José Luis Morales, extrañado y contento por la tardía incorporación de la escritora al territorio lírico. Destacó la capacidad surrealista de su lenguaje. Acero dúctil que trasmite la emoción en pureza. Leyó, dulce y salvaje, Soledad Serrano poemas del libro ante la atenta vigilia de EGT.  Tenaces, los asistentes lograron que la autora leyera algunos de los textos, ella es reacia a esos haceres, pero transigió. Y sonreía feliz. El enorme muro de piedra que cerraba el recinto parecía escuchar.

Foto de VázquezPrada

      Tensa parecía la iluminación posmoderna de El Comercial el lunes 30, recinto que reserva los lunes para actos literarios. Presentaba Ana Montojo, poeta de edición tardía, su quinto libro. Lo publica con su asociación, Escritores en Red, y lo ha titulado Las horas contadas. Sala apretada de público fiel. Presentación prodigio de Valentín Martín, autor también del prólogo y de Carmen Fabre, responsable de edición. La lectura de poemas, según han declarado testigos, tuvo su densidad acentuada. Añadiendo que a la sensación de pérdida que supura toda la obra de Ana Montojo se unía en esta ocasión el dolor de lo concreto, del cuerpo, amado un tiempo, al que ella estuvo –próxima y necesaria– contando, cuidando, una a una las horas últimas. De ahí el poema que ofrecemos.       

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LOS VAQUEROS
                  
                   Solo me juzgo por lo que siento, 
                   no por lo que razono. 
                                        (Montaigne)

Recuerdo aquel verano -el del sesenta y cinco-
cuando eras aquel chico tan guapo que cantaba,
al que mejor sentaban los vaqueros.
Tú eras el capricho de las nenas,
el terror de los novios,
el sueño húmedo de suegras potenciales,
y yo apenas entraba en una adolescencia
boba y muerta de miedo, sin conciencia de mí
ni de que yo pudiera valer algo.

No sé por qué demonios te fijaste
en esa chica tímida
de la pandilla de los más pequeños,
el caso es que cualquier posible contrincante
regresó a sus cuarteles y replegó sus fuerzas
ante un rival con semejante historia.
Me dejaron inerme, teniendo que lidiar 
contra todas tus armas.
Dieciséis años contaba por entonces.

No hace falta que cuente lo que vino después
-largo noviazgo de pecados tristes,
muchas visitas al confesonario,
lunas llenas de cuernos,
propósito de enmienda,
dolor de corazón y al fin la boda
con el tul ilusión hecho jirones.

Cuatro hijos contando al que se fue
-revisando las fotos me preguntas
qué niño es cada uno de esos niños
que nos sonríen desde la memoria-,
el oscuro enemigo que se instaló en tu mente
hasta echarme de casa. Y los papeles rotos.

Muchos años perdida en espejismos
queriéndome morir más de mil veces,
pasiones desbordadas y un futuro imperfecto
por no saber cortar el hilo de la culpa
porque estabas ahí, tú siempre estabas,
tú y tu inmisericorde soledad,
la que todas las noches dormía a mi costado.

Pero ya no es cuestión
de andar pidiendo cuentas a la vida.
Ahora que ya no eres
ese chico tan guapo y los vaqueros
no te sientan tan bien, sabrás que existe
otra forma de amar
que no entiende de orgasmos,
que no va a derretirse entre gemidos,
pero que hoy, precisamente ahora
no va a dejarte solo.