lunes, 25 de octubre de 2010

Nieves Álvarez presenta “Los íntimos secretos de la voz”

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El próximo sábado, en Piedrabuena (Ciudad Real), Nieves Álvarez Martín presenta el libro con el que ha obtenido el Premio “Nicolás del Hierro” en su XIV edición. Se trata de “Los íntimos secretos de la voz”. Una cuidadosa edición a cargo de Añil desarrollo gráfico alberga los 33 poemas que componen esta entrega de la poeta abulense afincada en Cantabria.

El libro está prologado por Ricardo Desola, escritor barcelonés, que aprovecha para incidir en la consolidación de la voz propia de la autora, a la vez que señala su atracción por la metapoética, por el oficio de las palabras en la estructura del poema.

Lo que parece innegable es que “Los íntimos secretos de la voz” viene a añadirse a una obra poética lenta y seriamente realizada A los temas eternos de la poesía: el paso del tiempo, el misterio de la infancia, el asombro de la naturaleza… ha ido añadiendo Nieves nuevas preocupaciones, de las que es muestra este poemario. Su discurso directo y su clara dicción atienden fundamentalmente al tesoro de la palabra tejida en el poema, y a la búsqueda de la imagen exacta como vías por donde caminar desde la individualidad necesaria del poeta hasta el imprescindible ser con los otros.

En la intención de este poemario está la vida como territorio de contradicciones, abierto y a la vez inexpugnable, en donde el deseo de amar y ser amada se nos muestra como único sendero. Para Nieves Álvarez la poesía es el milagro que nos permite pedir auxilio, contar las alegrías, entender las esperas, prolongar la belleza del amor.

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XXXIII


Adivino que llegas, que me miras
regalando palabras.
Adivino el susurro del reloj agitado,
el rojo de mis pómulos
-aún adolescentes-
el temblor de este cuerpo diminuto,
el mareo furtivo de la luz
-intrusa en cada instante-
y el amnésico tul de cada verso
que construye el poema.

Adivino el contorno de tus labios
que dejan sus aristas en los míos,
los nombres, los pronombres personales,
las palabras no dichas
y la sed infinita de mis senos
que responden
al lánguido preludio de tus manos.

Adivino tu voz
disuelta ya mi piel, derrotada en los versos,
en el azul silente
que entre tus brazos tiene mi derrota.

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lunes, 4 de octubre de 2010

Nuevo poemario de Pedro A. González Moreno

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En esta ocasión, el premio de poesía “Alfons el Magnànim”, que otorga la Diputación de Valencia, ha sido para un amigo de la casa, para alguien que habita bastantes de las páginas de este blog. Se trata de Pedro A. González Moreno, poeta de sutil trayectoria. Pedro es alguien que cuida como pocos la administración de los tiempos a la hora de publicar, dueño de una extraordinaria exquisitez formal es capaz de crear con sus versos el ambiente preciso para que el hecho poético pueda ser considerado otra forma de la verdad humana.


El poemario, que publicará Hiperión con prontitud, se titula “Anaqueles sin dueño” y según palabras de Jesús Munárriz, miembro del jurado "es un poemario muy bien construido, centrado en las baldas de una biblioteca sobre las que el autor localiza libros de escritores suicidas". Otros componentes del jurado fueron Antonio Hernández, Gonzalo Santonja, Antonio Porpetta e Ignacio Elguero. Esperamos su aparición, de la cual dejaremos constancia. Como esperamos la reedición por parte de Vitrubio de la agotada antología que, con el título de “La erosión y sus formas”, ofreció el poeta en 2007.

El poema que ofrecemos apareció en “Dodecaedro”, plaquette aparecida con ocasión de su lectura en Valdepeñas y editada por la tertulia A-7. El poeta cree saber en qué consiste hacer la poesía. Creencia que Boccaccio de Certaldo hubiese aprobado.

EL PICÓN DE LA INFANCIA

A mi padre


Uno de aquellos días de los duros inviernos
de La Mancha, mi padre
me llevó a hacer picón.
Bajo la luz incierta de aquel amanecer
tenía el campo un brillo distinto, un color nuevo
de frío y aventura.
Recogidos los haces
de leña a campo abierto
hicimos una hoguera y, fascinado,
vi levantarse el humo
en una alta columna, más alta que la luz
de la mañana. Supe
después que aquellas llamas
eran un misterioso reflejo del poema;
algo estaba creándose al mismo tiempo que algo
también se destruía.


Con unos cubos de agua, baldeándola a mano,
apagamos las brasas
para que el fuego no las consumiese.
Era preciso el agua en el momento exacto
(un momento anterior a la ceniza)
para que la madera conservase
ese oscuro tesoro de su fuego escondido.
Finalmente, con horcas
íbamos removiendo el montón humeante
hasta que se enfriaba.


Pensé que aquel oficio consistía
tan sólo en extraerle
el humo a la madera,
o tal vez en guardar, para después, la lumbre
que había oculta dentro de las ramas.


Muchos años más tarde
pensé que sólo en eso
consistía el oficio del poeta:
en quemar las palabras muy cuidadosamente
hasta que ardiera toda la hojarasca
y su corteza impura;
en dejar que los versos, ya vaciados de humo,
quedasen reducidos a su ascua,
y pudieran así guardar un poco
de lumbre para el luego.


Después, ya muchos años
después, algunas veces he pensado
que al escribir poemas
sólo seguía haciendo picón con las palabras:
negro picón
para este duro invierno
de la vida.

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domingo, 3 de octubre de 2010

Un poema

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Es un poema de Claudio, el poema que abre “El vuelo de la celebración”, la primera parte de un texto repartido en cuatro estancias. Vuelvo a él con frecuencia. Al temblor del regreso hasta el lugar de la felicidad, de la primeras señales de la podredumbre. La vida es la memoria de unos pocos instantes.


AVENTURA DE UNA DESTRUCCIÓN


Cómo conozco el algodón y el hilo de esta almohada
herida por mis sueños,
sollozada y desierta,
donde crecí durante quince años.
Sí, esta almohada desde la que mis ojos
vieron la amanecida
y el resplandor nocturno
cuando el sudor, ladrón muy huérfano, y el fruto transparente
de mi inocencia, y la germinación del cuerpo
eran ya casi bienaventuranza.

La cama temblorosa
donde la pesadilla se hizo carne,
donde fue fértil la respiración,
audaz como la lluvia,
con su tejido luminoso y sin ceniza alguna.

Y mi cama fue nido
y ahora es alimaña;
ya su madera sin barniz, oscura,
sin amparo.

No volveré a dormir en este daño, en esta
ruina,
arropado entre escombros, sin embozo,
sin amor ni familia:
entre la escoria viva.
Y al mismo tiempo quiero calentarme
en ella, ver
cómo amanece, cómo
la luz me da en mi cara, aquí, en mi cama.
La vuestra, padre mío, madre mía,
hermanos míos,
donde mi salvación fue vuestra muerte.

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