jueves, 28 de enero de 2021

Un poema: De la palabra que ama


 

Su palabra, su amor, tarda a la cita,
ahora que es su invierno y necesita.
 
La escribió como ruego en un poema,
la tomó luego suya, la hizo lema
 
de un vivir menos cruel, menos airado,
más sereno en su viaje al “tiempo helado”.
 
Hoy que dicta el reloj tictac de ocaso
recuerda el tiempo, el verso, a Garcilaso
 
y al ver lo helado que a su vera acude
dulce ruega a quien ama que le ayude.
 
Escribe y su palabra aún se niega
a visitarle… y se desasosiega.
 
Está triste su cuerpo, nublo el día
mudo el lápiz que supo su grafía.
 
Mas un gris de ventana y frío cielo
la escribe, mano y tiza, sobre el suelo.
 
No me olvidó, susurra. Se levanta
del silencio y la edad, la fe le aguanta.
 
Ha venido por mí, dejadme que abra,
sé que espera en el patio mi palabra.
 
Abre la puerta y ve, callada leve,
borrar la nieve su palabra: nieve.


miércoles, 13 de enero de 2021

En 100 palabras: Pergaminos

 








   Una conversación amena y culta. Con ese tono, y pasión, cuenta Irene Vallejo la historia del libro. Esa maravilla que nos civilizó. No es extraño que su El infinito en un junco se convierta en éxito mundial. Merecido. Pero un capítulo me ha llenado de malos sueños. El que habla de los pergaminos. Esa piel encalada y raspada, destilada luego en caligrafías y miniaturas. Cuenta de animales, millones, sacrificados para el scriptorium. Durante la noche he visto a ejércitos de animalistas gozosos en busca de justicia histórica saqueando monasterios, quemando manuscritos. Como reparación. Ay estos tiempos de libros fáciles, kleenex. 

jueves, 7 de enero de 2021

Un poema: Otro nueve de enero

 


No el oculto sonar 

que las hojas devuelven

ni la umbría


no el dibujo borroso

en el mapa que trazan

los futuros

 

sino los árboles, las horas, 

los rastros que anduvimos,  

los que aún.

 

Por el bosque del tiempo,

tú y yo 

despacio, 

solos,

dos amantes a pie mientras la nieve.

lunes, 4 de enero de 2021

Ha muerto Juanjo Alcolea

 


 

      Pedí Paz y Esperanzas al 2021 y su inicio me responde recordando la esencia de la vida. Somos para la nada. Sin tiempo de respirar tras la muerte de Lupe, recibo la llamada de Ana Garrido, desolada, rota, comunicándome tu muerte, Juanjo. No querría escribirte en pasado, sí decirte que ya no recuerdo el último día en que nos vimos, ha pasado tanto tiempo y distancia de casi todo. Sí que guardo nítido el recuerdo de cuando nos conocimos. Villamanrique, septiembre y 2003. Junto a un estrafalario dosel de fiestas. Nos entregaban una distinción. Yo no era nadie y tú viniste al abrazo ofreciéndome casa y amistad. Desde entonces. Me dicen amigos comunes que andabas poniendo al día y en orden tus cosas. Por si las moscas, avisabas. Fruto de ese afán recibí el primero de los tomos que recogerán tu obra. Antología de supervivencia I la llamaste. Qué paradoja. Dice de ti tu amiga Ana Garrido en el prólogo “ha sido siempre –se ha cansado de repetirlo– un poeta tardío, un hombre al que la Poesía vino a sacar de su silencio para júbilo de los que aún estábamos por llegar”. Nada más cierto. Y tu entusiasmo con las cosas y las gentes, y tu labor en Verbo Azul, del que eras seña y honda. Pienso en María Jesús, en su dulzura y su voz, pienso en lo ingrato de ciertos aconteceres. Y sé cómo la Poesía grande te ha salvado. Has escrito mucho y bien, con tinta roja. Déjame que te vuelva a aquel azacaneo tuyo y mío para publicar Cuaderno de Socuéllamos, cuando reclamaste mi opinión. Aquel diario de tus días a meses cuidando la ancianidad de tu padre solo, al que levantabas desde el dolor al vuelo. Mira Juanjo, siempre has escrito de la muerte creyendo que al nombrarla conjurabas el riesgo, que te convertía en espectador. Lo imposible. Tu gabán, tu sombrero, tus ganas de compartir, tu Hoja azul en blanco. Ahora estás callado, hoy estás recogiendo en tu cuerpo callado todo el cariño, la bondad y el desvelo que cultivaste. Llévalo a la tierra como presente. Te vas con las manos llenas. Te vas con el tesoro intacto de todo lo que repartiste. Y a mí me cuesta no poder acompañar tu adiós, malditos tiempos, como hicimos con Vicente, con Nicolás, con Aurora: cultivando los abrazos doloridos que tanto consuelan. Te vas del excesivo corazón, como se fue nuestro Maxi. Nos toca vivir ¿Tiene la vida nombre?

domingo, 3 de enero de 2021

Consejo de Redacción, enero: Guadalupe Grande

 









Ha convocado de urgencia el Jefe. Domingo y tres de enero. Ayer, como de pólvora, se extendió por nuestro pequeño mundo la noticia de la muerte de Guadalupe Grande. Rápida, terrible. Ella, tan en sí, tan de la pelea, de la justicia. Con todo el peso detrás de una herencia y una historia que llevaba digna y sola. Qué será de la calle Alenza, de esa casa en donde Paca Aguirre vigilaba el sueño de la niña y de Félix mientras ascendía escribiendo trescientos escalones. Poeta de luz precisa. La recuerdo en Valdepeñas acompañando a su madre, acompañando a un padre ya señalado por la mano de Dios, demacrado y feble. Ella como sostén del mundo y sostenida. La recuerdo presentando a Crespo Massieu, amigo de la casa, en su lectura de la impresionante Elegía en Portbou que los recreaba. La recuerdo en Sanse como mantenedora del acto en que recibí el Pepehierro de 2010 y, esa misma noche, sentada junto a Félix en el frío y el banco de la plaza, esperando el taxi que los llevase al velatorio de Morente. O, en otras ocasiones, volviendo con ella en coche a Madrid. Impenetrable, atenta y tierna. Indecisa a veces. Poeta. No fui del círculo de sus íntimos, muchos de ellos buenos amigos comunes, pero supo distinguirme con su sonrisa, con su amistad y su elegancia. De los momentos juntos y justos que vivimos, la guardo en pie, enhiesta, clara, leyendo en la sesión primera –junio 2017– de la tertulia Poesía en el Bulevar, levantando un poema inmenso y lento a la memoria de su padre. ¿Con qué silencio, con qué palabras despedirla? ¿Es esto la vida?  ¿Cómo nombrarla?