domingo, 31 de marzo de 2013

CUATRO FOTOGRAFÍAS, CUATRO POETAS CON LOS QUE MIENTRAS LA LUZ FINALIZÓ MARZO

UNA


La poeta Ana Garrido firmando ejemplares de su libro Traigo en vilo los ojos y las ganas, en la Casa de Cadtilla La Mancha el día 19 de marzo. Juan José Alcolea hizo la presentación y Manuel Cortijo la proclamación. 

DOS



Manuel López Azorín el pasado 20 de Marzo, durante la presentación de su poemario Romancero Flamenco, donde tuve la fortuna de acompañar. Se leyeron poemas, se escucharon canciones de Rafa y Moncho y se disfrutó una emocionante soleá cantada por David Morello.(Ver aquí)

TRES


Ana Montojo leyendo en la sesión de la Odisea Poética del jueves 21 de Marzo. Su lectura abrió la sesión, a la que se incorporaron Carlos Vázquez, Ana María Martín Puigpelat, Teresa Núñez y Ana Bella López Biedma. El timón en la mano sensible y firme de Alfredo Ulises Piquer.

CUATRO


Eugenio Arce Lérida, poeta manchego, que presentó el viernes, día 22, en Ciudad Real su libro Siempre será mañana. Con palabras previas de Mercedes Blanco y lectura de poemas por parte de José María González Ortega y José María Arcos. Eugenio es el presidente del Grupo Poético Guadiana, y el libro ha sido editado en México.

jueves, 21 de marzo de 2013

Tras el nuevo nombre del Papa, sigue la vida



Participantes en el homenaje abulense
a Vicente Martín.
Fotografía: MC Barri
En Ávila, siendo 13 de marzo, día de hibernal ventisca, José María Muñoz Quirós, poeta, quiso que la tertulia que semanalmente se reúne en El Episcopio, recordase la persona y la obra de Vicente Martín. Con la misma sencillez con la que vivió y escribió Vicente. Quiso que dos de sus amigos de infancia y adolescencia recordasen sus vivencias conjuntas, quiso que tres poetas se desplazasen desde Madrid para leer poemas en homenaje a Vicente (José Luis Morales, Ana Garrido y Francisco Caro), quiso que José Pulido condujera el acto de forma admirable, dijo que el próximo número de la revista de creación El Cobaya estará también dedicado a la figura de Vicente, quiso que los miembros habituales de la tertulia leyeran poemas escogidos del poeta recordado, y quiso que la familia estuviera presente. Todo se cumplió con gozo. Al comienzo del acto alguien elevó su voz para anunciar el nombre del nuevo papa, porque todo quedase en la memoria. La poesía, siempre la poesía. El efecto y las causas. Rubén (Darío), Francisco (de Asís), y los motivos del lobo.

Nicolás del Hierro durante su intervención.
Fotografía: Lidia López Miguel
La poesía y la fatiga son a veces términos que se desconocen. Lo sé cuando contemplo y hablo con Isabel Miguel. Sé que hablo en ese mismo instante con multitud de amigos. Centenares de amigos movilizados para construir revistas literarias reconocibles por su calidad. Si hace días hablábamos de Troquel, hoy lo hacemos de Álora, la bien cercada, de ya larga trayectoria, y de Bora, que va por su número 2. En ambos casos aparecen también de la mano de José María Lopera, el incansable poeta andaluz. Y agitador. El jueves 14 quisieron estar en el Ateneo para celebrar la aparición de Bora y leer sus poemas, Nicolás del Hierro, Pedro A. González Moreno, Cristina Cocca, Ana Garrido, Ángel Guinda, Zhivka Baltadzhieva, Laura Gómez Recas, Carmen de Silva, Rosa Jimena, José Luis Morales.... El acto fue presentado por Carmen Feito y Fran Portillo. Bora se caracteriza por añadir a cada poema su versión manuscrita del autor, además de procurar una presencia importante de poetas de otras lenguas. Infatigables Isabel y José María. Y los poetas, que no cejan.
  
Joan Payeras, segundo por las izquierda,
con los miembros de jurado tras la entrega
del premio Café Comercial de poesía.
Madrid es madre generosa para la poesía. Multitud de lugares públicos se ofrecen para el decir poético. El Café Comercial, lugar de encuentro donde los haya, ha levantado con Ediciones Vitruvio una fructífera colaboración que hace que cada viernes ocupen su salón de la primera planta (El rincón de don Antonio, lo llama Pablo Méndez) con actos y presentaciones de libros. Tal vez así surgiera la creación de premio de poesía Café Comercial. Sin dotación económica, pero con el honor de ser editado en la colección Baños del Carmen. Joan Payeras (Palma de Mallorca, 1973) ha sido su primer ganador. Su libro La luz y el frío, el escogido. Fue presentado con inteligencia y soltura por Raúl Nieto de la Torre, presidente del jurado. Luego el autor habló de la pretendida depuración de su lenguaje, de su cuidado para que no medraran palabras ociosas, de su voluntad, al constatar su curso, por escribir el tiempo como signo de felicidad, . Leyó algunos de los poema del libro, que allí mismo, sin esperar, se ponía al mercado (11 euros). Luego, los asistentes resistentes (Eduardo Merino, Aurora Auñón y Pepe Elgarresta entre otros), el autor, y el jurado, supieron de la generosidad y la elegancia de Fernando Vera, gerente del Comercial, que quiso celebrar el acto a pie de barra con sus amigos y clientes, agradecido de que le acompañen en la travesía. Ese fue el momento, en el viernes 15 de marzo, de la imagen de Joan Payeras con el feliz jurado, que ofrecemos.
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Pasado

Como si recorriéramos 
un estrecho pasillo a oscuras, 
desandando a tientas la memoria. 

Lo que queremos encontrar 
es todo lo que pasamos por alto. 
Lo que no importó entonces 
y hoy es imprescindible.

                                     Joan Payeras

lunes, 11 de marzo de 2013

Espacios, Sidecares y un poema de Ana Montojo


 Ha cerrado Bukowski en Malasaña, me dicen. Deprimido, me dicen. Allí comenzó todo, quiero decir, ciertas canallas maneras para el decir poético, el micrófono libre y la cerveza fría. Ha cerrado. Los Diablos Azules mantienen algo del espíritu. Más aseado, eso sí. También algo más organizado. Por allí acuden grupos y conciertan. Leen, leen, leen, leen… cada vez más lugares abren un rincón, una convocatoria para la poesía. Bella Ciao, en Amaniel 22, Chile 23, en Chile 23, El Dinosaurio, en Lavapiés 8, y miles. Como hay grupos que imaginan espacios, ciclos. Antonio Crespo Massieu, en La Morada, un espacio colectivo, mantiene un ciclo mensual de poesía crítica, cívica, no sumisa, por el que ya han pasado Ariadna G. García y Jorge Riechman. Otros apuestan rodear la lectura de su aspecto más goliardo, más lúdico, sin abandonar compromisos, es el caso de Rosa Jimena, y su Poesía en Sidecar.
Rosa Jimena y Ana Montojo
el pasado viernes, día 8,
durante un acto poético.

Rosa Jimena y Sebastián Galán ocuparon las baldosas de Libertad, 8. Las llenaron. La lectura a dos en Poesía en Sidecar es siempre provocadora, interactiva. Él y ella se esperan, se rodean, se cuestionan, se sugieren. Los poemas aparecen como respuestas o como inquisiciones. Sebastián Galán es un agitador poético que mantiene un excelente espacio de entrevistas en Radio Vallekas los miércoles por la noche. Poetas en el aire se llama. Por él han recitados cientos de poetas que agitan el aire madrileño. En esta ocasión era él coprotagonista. El jueves 7 dio la réplica a una magnífica Rosa Jimena, dispuesta, inteligente, clara. Brillaron, sobre todo en una segunda parte bien construida, con un estudiado y sostenido final. Es tan fiel el público que hasta hay algunas que llegan desde Girona para la ocasión. Los sidecares: Jesús Arroyo, Ana Galán, Ángeles Fernangómez, Laura Gómez Recas, Montse Cano, Alma Pagés, Luis García, Leire Olmeda... no faltaron. Desde Murcia acude Manuel Martínez-Carrasco. 

Ana Montojo es poeta de voz grave, con amor al tabaco y manifiesta afición al fútbol. Obtuvo hace un par de años el prestigioso premio Blas de Otero de Poesía que se otorga en Majadahonda. Con La niebla del tiempo. Allí conocí sus maneras. No entiende del verso que descansa. De interludios líricos. Tampoco de versos que no transportan. La poesía sirve, le sirve, para comunicar un estado del alma, un estado del cuerpo. Generalmente la sensación de que la felicidad está siempre detrás de la montañas. Inaprensible. Lo fugitivo de la belleza, lo regular de la pérdida. Primaveras v otoños jugando con los desasosiegos. Siempre habita en sus lectores la certeza de que Ana escribe de lo vivido. Con la misma certeza por la que sabemos que en ella habita un frío antiguo, que declara. De su segundo libro, Plantas de interior, este poema.

Ahora

          Ahora, cuando la vida es sólo un mapa antiguo, 
          de viejo pergamino, 
          que se quiebra por todas las esquinas…
                                         Elvira Daudet

Ahora que ya no importa 
nada de lo que antes llenaba mis insomnios. 

Ahora que ya no tomo 
ninguna decisión irrevocable 
y cambio mis principios 
por finales felices. 

Ahora que invento mi autobiografía 
y te otorgo un lugar 
que, por derecho, no te corresponde. 

Ahora que ya no tengo 
tiempo de arrepentirme. 

Ahora 
          que nos ha dado por morirnos, 
necesito decirte 
que te he querido siempre 
más de lo que tú sabes.

viernes, 1 de marzo de 2013

Un libro, un poema de Manuel Cortijo Rodríguez


Importante y discreto, poeta desde su juventud, poeta con y entre los poetas, es mantenedor de una de las tertulias más acreditadas de Madrid, albaceteño, defensor de La Roda, su paraíso natal, persona cultivadora de afectos, extenso amigo y buen hombre. Se llama Manuel Cortijo Rodríguez y ha sentido por fin la necesidad de dar a las tintas un poemario. Su primera entrega. Algo que sus numerosos amigos llevábamos solicitándole tiempo y tiempo. Ocurrió este pasado otoño. Desde entonces numerosas críticas y numerosos lectores han celebrado la ocasión, hasta el punto que ha sido precisa una segunda reimpresión. Con el sugerente Memoria de lo usado ha querido titular Cortijo Rodríguez esta novedad.

Hay que decir y pronto que el acertado texto de Pedro A. González Moreno, que acompaña la edición, señala la existencia de un yo lírico potente, apenas disimulado a veces en el plural, así como el tono elegíaco de su recorrido. En  todo el poemario la memoria de lo vivido, de lo usado, y su recuento, lo que de ganancia y pérdida supone, es el fundamento de un altísimo pulso poético. El tiempo, y lo que su arca guarda, no es novedad, en algo muy propio de poetas que se acercan a cierta altura del friso, pero tanto el tono, nunca desesperanzado, como la claridad de la mirada que se vuelve, hacen de Memoria de lo usado un libro necesario, útil, revelador.

Manuel Cortijo en Madrid el 3 de febrero
(Fotografía de Davina Pazos)
Manuel Cortijo nunca ha estado en la pelea ni en los codazos del mundillo, más bien al contrario, ha sido siempre un facilitador para que la divulgación poética encuentre cauce y lugar. Su pequeña patria y cientos de poetas saben de ello. Voces que podrían decirlo alto y fuerte. Tal vez por eso han sido numerosas las reseñas y críticas que prontas han brotado para  resaltar las cualidades y el largo recorrido que a estos versos aguardan. José María González Ortega, Manuel López Azorín, Cristóbal López de la Manzanara, Ana Garrido, Juan José Alcolea, Natividad Cepeda y Juan Pedro Carrasco García, entre otros, han sido algunos de los que tengo noticia. Y todos han señalado lo que el poeta tiene de observador introspectivo, capaz de rastrear sus raíces, de reconocerlas y delimitarlas, de intentar fijarlas en la sencillez melancólica y clara que para Manuel supone el poema.

El autor de Memoria de lo usado es un hombre pulcro en sus expresiones, en sus gestos, en su amistad, en sus lecturas y no se podía esperar otra cosa, de sus primeros éditos en libro, sino una extremada pulcritud en las formas. Lo que para algunos poetas actuales supone un lastre, para el poeta de La Roda es eje esencial en su decir. Metro y acento, disposición y estructura, constituyen algo más que una herramienta. Manuel es un hombre pulcro, cuidadoso, con un delicado respeto por la buena construcción poética, de la que este libro puede dar alto testimonio. Hay en él un lenguaje barroco y llano, capaz de aunar la sencillez del discurso con un alto grado de concentración expresiva.

Presentación en La Roda
/De la red)
Y como buen manchego, en el libro se reparte una cierta aceptación de la vida y su papel. No hablo de resignación fatalista, sino de saberse uno solo, y erectamente uno, caminando al lado de otros, de los demás, de todos. Con toda la importancia de la batalla, pero con la conciencia de lo imposible que es librarla alejado de compañía, esos que siempre terminan apareciendo en el poema, esos a los que el combate hace hermanos. Hay siempre un toque de emoción contenida, una cierta imposibilidad en las ansias de volver, un anhelo sostenido de claridad que permita el camino, la sensación de que todo lo que nunca llegó sigue existiendo, que la Naturaleza es fuente de iluminación. Y que escribir es la mejor atalaya desde donde contemplarnos, aunque ya conozcamos la imposibilidad de vernos.  

Manuel leyendo en el homenaje
a Vicente Martín
(Fotografía MC Barri)
Es Manuel Cortijo Rodríguez, ya hemos dicho, poeta de numerosas lecturas, lo cual es tanto posibilidad como peligro, pero del trato con su persona, amplio y que agradezco, creo que uno de los aprendizajes más asumidos es el de conocer muy bien el papel del poeta: ante la sociedad, en su sentido amplio, y ante el grupo que suponen los del oficio. Existe siempre en él una generosa humildad, no exenta de autoestima, de altura, de la necesaria conciencia de lo que ser poeta significa. El poemario se presentó en La Roda, el 26 de octubre y en Madrid el pasado 3 de febrero en su Casa de Castilla-La Mancha. Con tal motivo surgieron entrevistas, de las que no quiero dejar de señalar una de sus respuestas

Mi poesía se acerca mucho a la de los poetas cultivadores de la poesía del conocimiento: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, entre otros. Mi poesía no es sino un modo de conocimiento, un camino para comprender mejor al yo. Así que torna  mi mirada a mi propia intimidad, a mi mundo interior. En la temática de mis poemas percibimos temas personales y particulares: la infancia, el tiempo como tránsito, fugacidad del hombre,  la vida cotidiana. En casi todos ellos el lenguaje es sencillo, aparentemente común, pero tratando de cuidar siempre  los valores estéticos del verso, como el ritmo o la persecución de la belleza de las imágenes, sin olvidar el conocimiento de los límites de la palabra poética, sus posibilidades para representar las experiencias reveladas.

Queda decir que el poeta dedica una buena parte de sus poemas a una buena parte de sus amigos, los que con él van. Y entre los que me honro. Quiero dejar constancia aquí, en Mientras la luz, del que ha tenido la gentileza de ofrecerme.
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Examen de conciencia  
                             
                                  A Francisco Caro  

No hacía falta más luz para saberlo, 
tampoco que volvieras 
a vaciar tu memoria tan en balde. 

Tú sabes lo que sabes: 
la parte menos tuya 
es la que vive 
fuera de ti, sonando en el papel. 

Tú te das a esos aires 
que ciernen hacia adentro, a lo salvado 
de perderse en la frías espumas de la nada. 
Por eso mismo, 
permites que tu voz se vaya haciendo 
tan solo a lo interior, 
búsqueda sola y alma que respire por ti. 

No hace falta empeñar 
más luz para saberlo: 
tú oyes temblar la noche, tantas veces, 
los pasos de tu voz, la palabra hacia adentro, 
y es allí donde 
la escribes o la guardas 
en su única verdad.