miércoles, 27 de febrero de 2013

El cine de Antonio



Era un cine, sin más, al aire libre,
un viejo corralón enjalbegado
de cal y una pantalla que a las once
ardía sobre el tedio castellano.

Confieso que no sé 
los años que ha cerraron
sus divergentes haces y las sombras
que habitaran el serio y solitario
sentido del deber en Gary Cooper,
las sillas de madera, y asombrado
del arte de expulsar en Lauren Bacall
el humo del tabaco,
el olor de dondiegos en la noche
sobre el suelo de un tímido empedrado,
un escéptico Bogart que dispara,
que gruñe masticando,
dos roncos altavoces, Brigadoom
y Duelo al Sol, los limpios puñetazos
de un Eddie Constatine insuperable,
un Gassman desgarbado,
Marabuntas feroces de recuerdos,
o de hormigas...
de un tiempo que he guardado
cerca del corazón, como si fueran
a volver los amigos y el milagro
de una infancia feliz, al aire libre,
y a las once en el cine de un verano.

martes, 26 de febrero de 2013

El placer de sentirse espiado


Nombrar es crear. Es bien sabido. Silenciar lo que existe ¿es destruirlo? El jefe lleva unos días rumiando la pregunta, remendando respuestas. Hablo en términos poéticos. Él sabe que es difícil distinguir, en ocasiones, caos y razón. Un solo nombre puede envenenar mil sueños. Otras veces callar es el mejor sinónimo de mentir. ¿Qué hacer? Cualquier sugerencia es al tiempo bienvenida y al tiempo rechazada. En esto se distrae. Mañana será peor. Los tiempos son convulsos. Mientras resuelve, procura por el redactor. Durante estos días, hemos sido estrechamente vigilados por la brigada poético-social que organiza el despacho de detectives Moralares, con el que ha contratado. Durante tres días consecutivos hemos sentido sus voces fraternales, sus sonrisas. A veces vigilancia y amistad son palabras que se llevan bien. Suelen terminar juntas en los bares hablando de revolución. Aplazada, claro. Como toda la vida. Nombrar o no nombrar es cuestión escolástica.

Primero

Antonio y Pilar
Este lunes, señalado con el 18, decidimos estar en el Ateneo. Fue algo íntimo, especialmente buscado. Ni siquiera la tozudez altisonante de Antonino Nieto pudo romper el ambiente. El poeta, el sevillano Antonio J. Sánchez, publica su segundo libro, que ha querido de homenaje amoroso a Madrid, a la ciudad que le deslumbró, que le deslumbra desde hace 4 años. Él vive en Móstoles, pero habla de Madrid. Ha publicado Leyenda Urbana, 58 páginas abiertas a la agitación de una ciudad, a sus señas de identidad callejera, a sus sabores y sonidos, a los trenes, a los meses robados, al azar de Sabina. Antonio estaba contento de presentar su libro en el Ateneo, tal vez por eso invitó a sus amigos a leer con él –una moda, parece- y en especial a Paco Moral y a Antonio Daganzo. La sorpresa final, de la que todo quedó impregnado, fue la lectura conjunta con Pilar. Pilar es su amor. Leyeron el poema que contaba la frescura del encuentro (primero). No ocurre muchas veces. Intimidad serena y compartida. Gracias.

Segundo


Alejandro Céspedes
Un hombre solo. Un poeta solo junto a una pantalla. Un lector frente a un libro. Una sala repleta. Expectación. Alejandro Céspedes y la libertad del títere. Sala Fernán Gómez II. Bajo Colón. Un aparte en el misterio, en la historia de un libro que fue negado. Topología de una página en blanco. Alejandro comenzó su escritura, le oí decir, tras una discusión sobre los límites de la creación poética. Sobre la capacidad del lenguaje para la concreción. Y del papel del lector para soportarlo. Dónde y cómo. Es la tarde en punto, las 20 horas de un martes 19. El vértigo y la desolación ocupan el territorio de un escenario oscuro y limpio. Un hombre solo durante 46 minutos. Un hombre como otro cualquiera. Un poeta. La sala es nuestro espejo. La voz es densa, instrumento, es un potente susurro. Una oferta. Lee mientras en la pantalla desfila el aire, personas, paisajes, cercado todo por la incomunicación. ¿También por el deseo? Planos horizontes, duros en su blancor. Hay un pozo.
¿Son un pozo las páginas? Un proyectil sin alma, lento, que atraviesa.  Alejandro lee y es exacto. Quietas miradas. La soledad como espejo en donde verse. Nadie respira. Como síntesis dialéctica de dos soledades. La voz transita también a nuestra espalda. Los pájaros caen tras ser ametrallados. Será difícil volver a escribir después de un texto como este. Él lo sabe. Y lee. Espera. Hay un plano final en el que un títere corta, ve cortados, uno a uno sus hilos, las palabras. Conoce su derrumbe. Un hombre solo para ordenar la nieve. La imposibilidad de ser. De ser feliz. ¿Por qué? ¿Para qué el engaño de escribirnos?  ¿Cuándo el apaciguamiento?   

Tercero

Elvira Daudet
El miércoles, 20, la colección Intravagantes organizó, en la cueva de la Librería Fuentetaja, una lectura de Cuaderno del delirio, esa crónica enamorada del desamor que Elvira Daudet escribió, guardó, y desde hace dos años es un caudal. Casi 60 cómplices bajo los rojos ladrillos de una bóveda. El alivio de un acto sereno en su presentación. Después leyó Elvira. A veces me pregunto cómo puede. Es un libro que desgarra el silencio. ¿Cómo puede narrar así un abandono, el frío de su instante? Lo presentido no disminuye, nunca, por ello su dolor. Sí queda, como en los versos de Wordsworth, belleza en el recuerdo, París. Pero también, y mezclada con ella, como detonaciones, aparece el rastro de la angustia rebelde, la insumisión y el daño de lo ido, los mimbres donde conspira el áspid de la memoria. Elvira, que en el poema sabe controlar el potente rigor de sus emociones, que lo dosifica para el lector, hizo una lectura adulta y viva. Apenas siete poemas le bastaron para contar lo que fuera esplendor en la hierba y cuánto hay de irrevocable en las balas de su final. Luego, apenas el aroma de las cosas que conocieron a los amantes, apenas el camino que regresa a los hielos de la vida, apenas lo que grita que la única vida posible es sentirse en la hoguera. Elvira, que dudó primero, que tembló después en la lectura de dos de los poemas, tienen el don de inquietar con la autenticidad de la belleza. Así me lo dijeron Paloma Corrales, Tomás Rivero, Alfonso Brezmes, Jorge Gartorrego. También los inspectores Paco Moral y Ana Ares una vez que agotaron su misión..

viernes, 22 de febrero de 2013

Dos poetas, entre otros, de Manzanares


Alfonso Carreño
Manzanares, villa en el corazón vinícola y cultural de La Mancha, en el camino de Andalucía, es cuna y sede de poetas. El Azuer, un río-lágrima, busca su cercanía. Su cielo es la perfecta semiesfera. Los árboles parecen haberla perdonado y poco a poco vuelven a las conversaciones. Aquí tuvo su pequeña patria rural Alfonso Carreño, su barro y cantera, su ruina agrícola y el alcohol de sus amistades. Cerca fue su dormitorio, la plenitud de sus cosechas. Aquí, en aquel Manzanares, vio sus primeras calles, su primer teatro, Federico Gallego Ripoll, poeta hoy en aires mallorquines, alma griega, voz en permanente laboreo, hombre de albor, y a ratos invisible. En este aquí pinta y escribe, hace gesto y artefacto la poesía Teo Serna, rumor polifacético, trémula postal renacentista. De aquí el también pintor, el también escultor, el también poeta, la entrega postista de José Fernandez Arroyo y su senda a lo callado. Al aquí de Manzanares vuelve la raíz manchega de Cristóbal López de la Manzanara, boticario de aromas en el centro geográfico de España, poeta de los días escritos sobre cal. Aquí la fortaleza, la exactitud, la exuberancia creadora y repartida de Antonio García de Dionisio, agitador de la cultura, regidor de la revista Calicanto y poeta de riesgo. Es aquí donde quiere escribir, o no escribir, María José Maeso sus laberintos táctiles, sus herencias y dudas, su condición de límite. Exactamente aquí nació Juana Pinés, ahora tan herida, con tanta necesidad de ser cercada por el cariño, poeta buscada por la armonía, por las cosas y gentes que quieren ser contadas. Y aquí reside la mitad del corazón poético de Isabel Villata, su palabra raíz, su vocación de historia, la otra vive en su natal Membrilla. Y aquí, en Manzanares, dos poetas que terminan de publicar libro:  Jerónimo Calero y Manuel Laespada Vizcaíno. De ambos quiere Mientras la luz mostrar algún poema

Jerónimo


De Jerónimo Calero hay que señalar su arraigada y frutal vocación por la poesía, lugar que habitualmente le convoca, tanto como hay que resaltar su escasa, por diversas circunstancias, presencia editorial. Algo se ha remediado. La madrileña Cuadernos del Laberinto, que dirige Alicia Ares, ha publicado ¿Y quién es el que canta? donde su inteligencia ha querido entregarnos una parte seleccionada de su obra. Son poemas dominados por el afán de atrapar el enigma que acompaña el hecho poético, bien sabe él que inasible, pero no por ello menos perseguido. También por la tensión del tiempo, su finitud y su misterio no negado. Urdimbre y trama para mostrar deseos, amarres y despojos, vivires donde el deslumbramiento y la desolación son matizados por esa aceptación estoica que la llanura suele proporcionar al hombre manchego. Poesía tejida, poesía cortada tanto al amor de las lecturas como al de los senderos. Cómo sabe Jerónimo la plenitud de andar en soledad los calizos caminos que cruzan cereales y viñas en espera. Después es la escritura.

Manuel

Es un compromiso alegre el de Manuel Laespada Vizcaíno con la poesía. Viene de lejos, casi desde siempre. Nacido en Albacete, reside y vive Manzanares. No hay angustia en su decir existencial, pero la pregunta asciende, segura, parsimoniosa, cada vez que el poema avanza. Da igual la circunstancia que lo provoque, pero la sensación de azar, de silencio nunca resuelto y el sabernos fragmento de un espacio ya dado, no abandona el poema. El poema que se levanta hasta la estatura de Manuel Laespada, por la necesidad de verse en sus ojos. Es poeta de suficiente obra publicada, pero termina de aparecer Del amor caído, poemario que obtuvo el premio Ciudad de Mérida y que, tras ciertas vicisitudes, conoce por fin papel. Puede, al fin, ser visitado. Hay en él ciertas gotas irónicas, porque su verso, que camina tan cerca del corazón como de la cabeza, sabe de alboroto y de los recovecos de la vida. Creo que su decir se va adelgazando, quiero decir que busca y encuentra solidez.
...........
   II
             Al fin de la batalla 
             y muerto el combatiente
                                            C.V.

No hay guerreros inmunes: 
las batallas están perdidas desde el comienzo. 
Incluso las que terminan con laureles de victoria. 

Aunque los guerreros se cubran el pecho de lata 
y manejen la espada con destreza. 
Aunque su piel parezca de acero bruñido 
y su táctica en la batalla le permita sorprender al enemigo. 
Aunque lloren de emoción las madres por las gestas gloriosas de sus hijos, 
y las novias se ofrezcan virginales al final de la contienda, 
y salgan a vitoreas los vencidos al paso de las huestes vencedoras, 
y volteen las campanas de todas las iglesias su canto triunfal, 
y corran los niños admirados tras el último soldado. 

El cadáver, ¡ay!, sigue muriendo. 
Entre palmadas reconfortantes, 
entre risotadas y banquetes, 
entre condecoraciones y reconocimientos. 

Los ojos del guerrero se han quedado fijos en un punto, 
como si la sorpresa hubiera congelado sus sentidos. 
Y en el campo de batalla han crecido cipreses. 

                                                Jerónimo Calero
.........

No es el amor quien muere 1

Es mentira, lo saben hasta las lunas rotas 
que sangran los recuerdos. Las heridas 
que recorren el tacto no tienen apellidos, 
solo ocurre que a veces 
son ecos tan lejanos que se acaba confundiendo 
el puñal con la carne y vuelven, se retiran 
-sol que no encuentra un mar en donde ahogarse- 
a las calles internas, 
tan cerca de la llaga de la desolación 
que acaba confundiéndonos 
y lo que en la caricia supusimos que mar 
resulta que eran lágrimas

                                              Manuel Laespada Vizcaíno


miércoles, 20 de febrero de 2013

Montes (hacia Luciana

                   .





En las horas tardías,
el encrespado mar
de las sierras que llenan el oeste
-mar de cumbres lo llaman los geógrafos-
se ofrece en mi camino

busco entonces las dos
viejas encinas
que guardan la dehesa,
contemplo desde allí
la luz naranja
donde tiembla, futuro, el aire frío

humildes, asustadas,
imagino las aguas que penetran
a interrogar los valles, el misterio

pronto vendrán las brumas, pronto,
y será el horizonte
sólo concepto,
como ya es el amor.

Tengo a veces
la intención de internarse,
de entrar en ese enigma, el deseo
de escribir la espesura o el vacío
que lo distante oculta.

Dos pastores que guían un rebaño:
nosotros vamos ya de recogida,
me dicen, con afecto
respondo a su saludo, van despacio,
como llega la sombra sobre el mar de los montes.

Anochece.

viernes, 15 de febrero de 2013

Todo lo que puede ocurrir, termina ocurriendo



Lo posible y anunciado suele terminar ocurriendo. Sobre todo si se agrava la situación. Peter dixit. La primera semana de febrero se recordará por la sumisa agitación laboral que contuvo: Iberia, Mientras la luz y Bankia, han planteado, y llevado a cabo, los eres más radicales que se conocen. Mas es el caso que muchos trabajadores se han incorporado a ellos de forma voluntaria y alegre. Lo que viene después, aseguran, es peor, vayámonos ya. Además, dicen, el paro es sosiego estético, ocio liberado para la creación artística. Mientras la luz consta ahora de este único redactor, que se queda porque no tiene a donde ir, si no es a los espectáculos gratuitos que las tertulias ofrecen. El jefe le ha propuesto un finiquito de 400 a 1000 euros, pagadero en años. Al tiempo que, aprovechando alguna de sus montañías, la posibilidad de custodia helvética. Tentaciones. Veremos. En estos tiempos delicados, este único redactor sabe, con otros, que alguien debe ignorar la palabra claudicación. Que los poetas deben resistir, vocear, ofrecer, ofrecerse. Ser rebelde refugio. Voz. Altavoces de espera. Y alguien debe contarlo.

Esperando a Luis Luna

Miguel Ángel Curiel
(De la red)
Vino Miguel Ángel Curiel la mañana amenazante del lunes 11. Vino desde Galicia hasta La Marabunta de Lavapiés. Vino a presentar su Hacer hielo que acaba de ser señalado con el premio José Hierro. Curiel es nacido en Alemania. Tostado por lo que Talavera tenga de Mancha, ha recalado en Lugo, donde habita. Nada de eso le ha impedido seguir escribiendo un mundo cercado. Hacer hielo es un episodio más en ese hacer expresionista, en ese aire atravesado por tórtolas con los vientres abiertos que no podemos o sabemos leer. Vuelos, aires negados. Sus distintos poemas son maneras distintas y dramáticas de escribir la incomunicación. G. Ben, G. Trakl. Miguel Ángel había convocado a Ángel Guinda y a Luis Luna para que le aliviasen su timidez en las lecturas. Guinda, alegre y serio, cumplió. Leyó sabiamente cuatro poemas, señaló las tensiones del libro: tiempo, naturaleza, muerte. Pero Luis Luna no aparecía y el autor se impacientaba. Ni la presencia de Juan Carlos Mestre, apreciado y discreto, lo calmó. Luna no aparecía y el autor debía leer. Leyó, y en su voz los poemas crecieron en sus significados. Como nadar de noche, dijo en algún instante. Entre los que le escuchaban, Francisco Jiménez Carretero, venido desde Albacete, Alfonso González Calero, su anterior editor, Paco Gómez Porro, poeta y montañero, Raúl Nieto de la Torre, padre próximo y feliz, Cecilia Quilez, casi con novedad, Agustín Porras, de El Alambique. Esperando a Luna, leyó Raúl Campoy algún otro poema. Umbral callado. Nada bajo el dintel. Nadie llegaba. Curiel dijo que odiaba leer a Machado (D. Antonio), que retorcía para aparentar lo recto, que si la nieve le hubiera impedido… ¿y Luis? Sin rastro, contestaban a coro los 40 presentes. Un pequeño coloquio: pintoresco, provocador. La cosa se dio por concluida. Vino tiempo a las conversaciones. A las interminables despedidas. Al exilio fumador. Cuando todo parecía consumarse, hizo Luis Luna presencia.  

Tres poetas extremeños

(Fotografía de Rafael C. Montesinos)
Abrieron la temporada en Tertulia Montesinos. Forman parte de una antología de poetas ¿jóvenes? extremeños, cuyos responsables son los profesores Mario Martín Gijón y Rafael Morales Barba, que los apadrinaron. Matriz desposeída la titulan, no sé si desacertadamente. Pocos asistentes, no más de quince, para atender a unas voces nuevas con toques. dijeron, valentianos.
Leyó José Antonio Llera, profesor y crítico, poemas de sus editados y algún anticipo. Su poesía escarba entre los despojos, hurga en los suelos sucios de la realidad, y sobre ella camina con los talones mutilados. Hay una fragilidad del cuerpo, parece que consentida, ante la turbia rotundidad del mundo. La única verdad es el suburbio y su amenaza. Dijo que su próxima entrega llevará como título Transporte de animales vivos. Después de escucharle, lo creo acertado. Su atinadísima exquisitez formal conduce hasta los vertederos de lo desasosegante. Es poeta de extraordinaria personalidad. Leyó  Elena García de Paredes una poesía de toque minimalista, de apuntes, de sugerencias que ayudan a circular entre los iconos recientes de nuestra posmodernidad virtual. Poesía al hilo de los haceres jóvenes cotidianos, de su ironía, de la búsqueda de la sorpresa lingüística, aunque lejos siempre de la ocurrencia. Poesía de la comunicación cómplice, de la vida como acción compartida y contemplada. Todo leído, teñido, con un cierto temblor temeroso que acentuó la sensación de autenticidad. Y leyó Luis Darío un solo poema. Uno de los cantos que forman su próximo poemario en proceso de edición. Un solo poema que le ocupó 28 folios (sic). Que nos ocupó 28 folios. Nunca había sucedido, pero todo lo que puede ser termina en ser. Canto muy del tiempo a vivir. Canto que habla de las razones indignadas de tantos, de las nuevas tensiones a que se ven sometidos los individuos. Y que deciden escondidos poderes. Canto que habla de las razones para oponerse, de las emociones para oponerse. Canto que habla de la necesaria postura personal, estética y social ante el conflicto. Luis Darío, que sopesó la oportunidad de tal lectura, y aceptó su riesgo, mantuvo intacta su apuesta poética a lo largo de tanto papel. Lo que no es poco. Lo dicho, tres poetas extremeños, lo que está muy bien para un martes y 12 de febrero. ¿O no?  

La emoción sostenida

 Parece que Pepa Nieto ha decidido remover su tertulia Arco Poético. Al torbellino gallego de enero, ha sucedió la emoción desbordada de febrero. El anuncio de la lectura de Rafael Soler consiguió el repleto milagro de una sala desbordada. Pudo, convino, luego se hizo.
Paco García Marquina
Y es que a veces ocurre lo que debe ocurrir. Y algo más. Porque la presentación del seductor poeta y ferroviario alcarreño, Paco García Marquina, se instaló en la frontera del buen hacer. Fresca, atrevida, conocedora, picante, capaz. Con la sabiduría del perfecto aperitivo, aquel que deja al apetito alegre y deseoso. Dijo que el presentado es grande y diáfano, que no es gente de avería (de disimulo), sino que siente y escribe bajo palabra auténtica. Tras su decir, un horizonte extenso de público-poetas rugía por las gradas del anfiteatro. Tiempo para el poeta anunciado.
Pepa Nieto y Rafael Soler
Rafael quiso que ser a la vez voz y escucha para sus nuevos textos. A los éditos, añadió unos doce textos que inauguraba. La emoción tomó camino en las dos direcciones, se hacía densa, permanente. Sus nuevos poemas parecieron, si cabe, más potentes, directos, con más intención elaborados. Hábil para explorar las antinomias lingüísticas con las que resalta lo que tienen nuestros hábitos de anhelo y de contradicción. Rafael anima a caminar a las palabras hacia la paradoja que más sorprenda, que más sugiera, que más provoque. Ha ceñido los títulos nuevos a la relación de acciones automáticas, cotidianas, (andar pasillos, sacar al perro) para después construir, tras su parapeto, escenarios no previstos, que golpean. Sus versos, siempre rebeldes, aceptan a regañadientes la sumisión al camino del poema, pero cuando son convencidos se produce la explosión cegadora que hace de este poeta un lugar único. Hay demasiados testigos de ello. Mostró Rafael Soler ser observador lapidario de hombres y mujeres, de cuyos asuntos conoce las costumbres, los modos, los aromas. Es poeta que sabe de la atracción que la inteligencia levanta. Calló a su justo tiempo y hubo insofocado aplauso. Prieto. Un amago de coloquio no pudo con la emoción sostenida. Solamente las cervezas posteriores lograron mitigarla en parte. A veces ocurren estas cosas.
Lucía, Manuel y Elvira
Fotografía de Julio Castelló
Buen jueves, este 14 que media marzo, para las más de 80 personas que colmaron la sala, en su mayor parte poetas. No es posible su relación, salvo indicar que Pepe Elgarresta, Emilio Porta y José Cereijo llegaron algo tarde. Lo que se señala para su corrección pública.  

La sala.
Fotografía de MC Barri

viernes, 8 de febrero de 2013

Fuego en Colinas (de Paestum)





Fuego en Paestum: quién no siente
arder la transparencia,
el tránsito del aire

no la llama, la voz
del fuego es quien ocupa
en silencio lo turbio,
la voluntad secreta, lo sagrado

tea y abril
todo crepita y fluye; como lava
inversa, virginal, quebrándose en la luz,
así la voz asciende
las laderas, el bosque de Paestum,
el vacío que deja la belleza

quién pudiera escuchar
tanta brasa y su fruto, tanta sílaba roja

quién pudiera saber, como Colinas,
que sólo en tacto
se pronuncian los dioses
o que arder es mirar
y el relato ceniza de los ojos

no la llama, del fuego 
su voz, su voz que nombra, no la lumbre

 

lunes, 4 de febrero de 2013

Sin palos al muñeco


Sin palos al muñeco, que ya cobró bastante. Me dijo. Así debe salir la crónica. Y así sale, jefe. Aquí todo es verdad, menos alguna cosa.

1 (Uno)
Amelia Díez Benlliure (Foto de FB)

Cuando los desatados del ladrillo, hoy ociosos, descubran el potencial económico que supone editar poesía, la cosa puede cambiar. Amelia Díez Benlliure ya lo sabe. Ella, que sabe de números, decidió arriesgar su capital en este negocio antes de que las preferentes se lo merendasen. Y así nació Urania. Amelia está feliz de que naciera. Nos dijo que hay un comité de 5 sabios lectores y que solo se publica un libro cuando 4 dicen sí. Caras de asombro. Esto dijo, en Libertad 8, el 28 y lunes. Añadió que ha tenido la suerte de que 3 de los primeros editados sean además amigos.


Amando Carabias y Eloy Sánchez
en Libertad 8 (Foto de FB)
Dos de ellos, Amando Carabias y Eloy Sánchez, se presentaron mutuamente sus libros. Con sencillez, con respeto. Tanto, que Eloy confesó no haber leído aún Quizá un martes de otoño, de Amando. Tal vez ya sepa que es un largo poema sobre el desasosiego que acompaña al día (un día como tantos), que el poema se fragmenta según los tramos horarios, que el pulso poético de Amando es capaz de mantener la tensión del dolor, del llanto y el desaliento hasta las 3:28 de la madrugada siguiente, último poema, donde ya se atisba la calma, el sendero de la esperanza. Un tema arriesgado ese, Eloy. Después habló Marcelo Díaz, manchego que habita Castellón. Urania le ha editado – magníficamente, por lo que vimos- un libro de poesía infantil, Poemas del aire y del mar, sobre el que habló largo. A continuación presentó Sin cie(l/n)o, poemario editado por Huerga y Fierro. Es buen poeta. Con alto concepto de lo que es ser poeta. Al final desencadenó una pequeña tormenta de opiniones al criticar una frivolidad poético-editorial de García Montero. No esperaba que voces de la sala salieran en defensa del granadino. Debió creer cierto ese dicho del mundillo: Unos contra otros y todos contra Luis. Parece que no lo es.  

Paloma Corrales y Jaime Alejandre (Foto de Maxi Rey)
2 (Dos)

Paloma Corrales se hizo hazversa por méritos propios el 29 de enero. Esto de los Hazversarios es una orden poética muy definida. Jaime Alejandre es su enjuto maestre. Se reúnen los últimos martes de mes. Ya han sido anunciados los que ingresarán en ella durante el año presente y la primera ha sido Paloma. Correspondió con creces al honor. Ella, que posee una modo de escribir austero, insinuante, lleno de espacios para el lector, temía el momento. Temía sencillamente. Pero leyó desde la decisión, desde el convencimiento de que su poesía es su poesía. La suya. Y no es un juego tautológico. Es la poesía que desea escribir y que sonó cierta, comprometida, valiente. Así, el sabio, suave, discurso de una guitarra amiga; su voz, grave como un susurro desobediente: los poemas, unos poemas que narran lo todavía incompleto: lo que la vida arriesga y lo que nos debe; el bosque vivo de los oyentes y su silencio intacto (junto al ángel que a veces sobrevuela) lograron que nos pareciera escaso el tiempo de la lectura. De gran intensidad.
Paloma Corrales y Elvira Daudet
(Foto de Maxi Rey)
Buena parte de los poemas han sido recogidos en el pequeño libro que suele editarse para la ocasión por Cuadernos del Laberinto y el Café Comercial.  Aquí puede verse todo, está grabado. De los alrededores del acto cabe reseñar: los poetas Ana Montojo y Paco García Marquina impidieron a este redactor la toma de notas durante el acto y le obligaron a la ingesta de alcohol posteriormente. Quede clara la denuncia. Elvira Daudet, primera mujer hazversa, fue testigo de todo, cómplice y advertencia. Maxi Rey conminó a este redactor a llegarse hasta Los Diablos Azules para charlar, a las tantas, con Toño Benavides. Quede claro la peligrosidad de este trabajo. Tan deleitoso en la escucha.

Miguel Losada,, impulsor
de Los Viernes  de la Cacharrería
3 (Tres)

Lo evidente del riesgo hizo aplazar hasta el viernes 1 del 2 las nuevas salidas. Pero lo de La Cacharrería del Ateneo tomó pronto forma de abismo. Estaban anunciados por Miguel Losada cuatro poetas, de los cuales desconocíamos. Las apreturas de horarios del Ateneo hizo que se comenzase en una sala, que a medio recital se trasladase al salón principal y que después del timbre de las 10,45 se anunciase el desplazamiento de todos hasta los subterráneos del Café León. Demasiado. Unos goliardos llamados Julio Espino, Sebastián Fiorilli, Marc García Arnau y Carlos Ávila hacen, tal es su oficio, espectáculo de, por, con, cuando, so,……., tras la poesía. Provocación, ingenio, complicidad, algo de monólogo, algo de café-bar, algo de zorongo alegre, una cosa así como el vituperio de las formas trascendentes, un gusto por el desparpajo, la perfor por la perfor, el azar de lo contagioso, la no limitación de los afanes noctívagos, el viejo asunto del discurso poético como excusa para esperar la suciedad del alba. La gente sonreía o reía, bebía. Lástima que, por la crisis, el jefe haya prohibido los taxis. Lástima que el metro de Madrid cierre a la una y media.    

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Dentro

Has querido vivir 
dentro 
esperando el milagro 
y en las palabras 
dentro 
y en las caricias 
dentro 
y dentro se prolonga
en una colección 
de muñones precisos.

        Paloma Corrales