sábado, 27 de junio de 2015

Junio de Libros: "Arquitectura o sueño" de Rubén Martín Díaz




 El incansable divulgador de la cultura manchega impresa, Alfonso G. Calero, dice en un artículo reciente en ABC que el núcleo surgido en Albacete en los últimos años es una señal tan potente como renovadora en el hacer poético de la región. Por la calidad de su producción y por la seriedad con la que encaran sus entregas, tan auténticas como libres. Aparte del bien estructurado grupo que, alrededor de Frutos Soriano, cultiva el haiku, y junto al nombre de Andrés García Cerdán, que sirve de enlace con la generación anterior, aparecen con luz limpia en la isla urbana que es Albacete los  actuales Antonio Rodríguez Jiménez (1978), Rubén Martín Díaz (1980) y Constantino Molina (1985). Estos dos últimos premios Adonais 2010 y 2014 respectivamente. Nombres llamados a la permanencia, y obras que nos exigen atención, imán de seguimiento. Sin duda que el faro no abatido de Barcarola (Juan Bravo y José M. Martínez Cano) sigue excitando.

   Ha llegado a Mientras la luz, Arquitectura o sueño, de Rubén Martín Díaz, editado por La isla de Siltolá, que a la espera del próximo y ya anunciado Fracturas, supone un territorio abierto para la exploración. El gimferriano título ya indica que nos movemos por ese espejo en penumbra que supone la ficción de la realidad o la materialización del sueño, en ese vuelo en curva que mueve sus alas desde la visión y el tacto a lo ingrávidamente reflexivo. Entre la belleza de la piedra y el dolor moral, entre el recuerdo como necesidad y la provocación de cuanto se contempla. De lo lejano a lo vivo: de lo vivo a lo soñado. Son 50 textos de prosa cuidadísima. Con el esmero preciso, con la exactitud para que sea prosa, para que sea poesía, ambas en puridad, separadas y al tiempo. Inmersas en su esencia. No es fácil -y Rubén lo consigue- salir del extendido autoengaño: unos aprosan sus poemas ya confeccionados en busca de modernidades, otros llenan de heptas y endecas sus prosas para que parezcan poéticas. Aquí hay 50 textos limpios y escritos con las punzantes urgencias de la necesidad y el riesgo, algo que se palpa en cada uno de ellos y que hablan del rigor formal del poeta. El mismo poeta que con El minuto interior dio el aldabonazo preciso para levantar al Adonais de la confusión que le arrastra por el adoquinado del tercer milenio. 

   Dotado todo él de un color ligeramente culturalista, como si al poeta le fuera necesario sacudirse el barniz celebrativo y naturalista con que algunos pretende fijarlo, en Arquitectura o sueño los textos provienen fundamentalmente de los repetidos golpes que sus ojos-conciencia reciben sin piedad de las piedras, las aguas y la luz parisina. Mas no es ese el único manantial. A ese viajero perturbado por la belleza histórica, por lo cementerios de París, por sus parques y gárgolas, por sus puentes, afluyen los arroyos de lecturas pasadas, la persistencia de fragmentos de Valente o Juarroz, incitaciones estéticas y/o vitales, la necesidad de la creación como instrumento para ordenar el mundo. Y todo sin que el hombre poeta pierda nunca la voluntad antigua y salvadora de ser lluvia, noche, viento, objeto con las cosas, vida que le observa. Suelo sobre el que sostenerse. El poeta y la realidad participan de la misma aspiración: ambos se ofrecen para comprender, para comprenderse y ser comprendidos. Para ser instante con Matisse, con Gutiérrez Román y con Satriani.  Arquitectura y sueño no es un libro de viajes, no es un dietario. Ni camino ni notas: es la escritura.

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Amanece

Amanece bajo un frío metálico. La ciudad se templa con el paso de las gentes y lo coches por las calles y el aire se cuaja de símbolos terribles, pero bellos. Esta mañana he guardado en la retina el vuelo secreto de las aves nocturnas. Parece que el sueño nunca deja de ocurrir, que es presente continuo en lo real de un pasado perpetuo en la ficción, Pero ¿acaso la vida no obedece siempre a esta mecánica? ¿Dónde acaba el sueño y da comienzo la arquitectura que obra el día y su lucidez? ¿Dónde el alma o el cuerpo, la razón y la palabra, lo ficticio y lo real? Para que exista el objeto material deberá existir también el vacío que lo niega. Fusión de los contrarios, lo llaman. Yo, por lo tanto, estoy adentro del sueño, que es afuera. Y, simplemente, sucedo.

jueves, 25 de junio de 2015

Junio de libros: “Piel disidente” de José Luis Torrego



  

   Si nos dejamos llevar por la lectura de las citas previas – Pedro Salinas. Sándor Márai y José Luis Morales- no hay duda que nos encontramos ante un libro sobre el amor, para el amor. José Luis Torrego, el decidido poeta segoviano, encara su poemario sin titubeos incluyendo en el título de su primer poema el que tiene previsto para todo el conjunto: Piel disidente. Algo que repetirá al final. Piel que necesita del azar de la conquista, piel ante el recelo, piel que cuestiona el tacto y su amenaza, pero piel al fin que cede, aunque insegura. El tono del primer poema imprime carácter a cuanto vendrá después. Convertida la disidencia en aceptación, los poemas se enredan y levantan, como recia yedra, alrededor de los amantes. Al crescendo que conduce al éxtasis de los ocho primeros poemas, sucede en los siguientes el silencio de una piel armada de distancia, embarrada por la duda. Luego vendrán los poemas en donde la soledad del amante reflexiona sobre la naturaleza y la valía de lo vivido. Sobre el riesgo de amar al borde de los abismos o los muros. Y hay en todo ello una ordenación clásica –recuerdo aquí a Ausiàs March- una manera de distribuir, de levantar el libro que habla mucho y bien de su conocimiento de la poesía amorosa.

    Editado por Lastura, es este el segundo poemario de José Luis Torrego, hombre y poeta activísimo. Enamorado también de la fotografía, ha colaborado en ocasiones en Mientras la luz con sus imágenes. Su primer poemario, Levantas los párpados y amanece, tuvo un importante éxito de público con presentaciones en varias ciudades europeas, algo que ya ha comenzado a suceder también con Piel disidente. Si en aquel primero existían vacilaciones en la construcción del verso, no olvidemos que José Luis es poeta semitardío (sic), hay en este una apuesta decidida, un ejercicio de autoafirmación a través del cual el autor se nos muestra muy consciente de su voz. Voz en la que, a veces, las palabras buscadamente poéticas se imponen al verso como elemento primario de construcción. Es su modo. Nos parece por tanto un libro meditado, un texto sobre el que ya es posible sospechar la altura de su autor como poeta. Respecto a esto último, el también poeta y profesor José Luis Morales, buen conocedor de los vientos que nos cruzan, lo ha situado con justeza dentro del panorama español actual en el acto de presentación realizado en la madrileña Casa del Lector.

    Los rótulos y las citas con que se abre la segunda parte del libro señalan a la poesía como nada sonora hacia el misterio o como gran fracaso del amor. Y a favor de ello o a su pesar, José Luis Torrego aprovecha los poemas de esta sección para enfrentarse, como poeta esencial, a tantos de los enigmas existenciales como cercan al hombre y que se han convertido en universales de la poesía: la voluntad de existir y su fatalidad, la muerte como posada y aceptación, la sensación frontera con que percibimos el paso del tiempo, o el desatino del vivir como fuga. (Caminos que han llevado a algunos a situar a la filosofía como la gran ramera de la poesía, o al contrario, a la poesía como un error de la filosofía.) Hay en el fondo de toda esta segunda parte un sincero susurro machadiano; no tanto en las formas. Digamos que los poemas vienen rodeados de numerosas citas. Novalis, Quevedo, Eliot, Alberti, Rousseau, Landero… que ofrecen pistas sobre sus preocupaciones lectoras. Sorprende, por no habitual, que José Luis Torrego, cierre su libro con triple llave. Una para la segunda parte (poema que ofrecemos), otra para la totalidad del discurso bajo el titulo de “Nada aniquilará” y una tercera, como un añadido emocionado, para homenajear a Elvira Daudet, mujer y poeta, en el texto que clausura el libro.  


Piel disidente

  (...) Desafía mares de siglos, siglos de tinieblas
                                              tu inocencia desnuda.
                                                                    Salinas

Fragata soy sin pabellón alguno,
Al viento ondea mi libertad tan solo,
Tensada, al frente y anhelante
De proar hacia islas aún ignotas.

Viví entre órdenes de mundo y clero,
Entre fórmulas, lindes, llamar a filas,
Nada menos soy ni más que nadie. Nada
En el hombre vale más que su ser hombre.

Sufrí la dictadura de lo humano
Doctrinando lo divino. ¿Puede un alma
Ser inmortal y una piel barro,
Si los creó, al fin, el mismo Dios, la misma mano?

Desnudo de coronas y lealtades,
Sin el pasado lastre de unos huesos,
Largo al viento mi piel leve en mesana,
Soy solo piel, piel disidente.
    

martes, 23 de junio de 2015

Junio de libros: "Calle del Reloj", de Ignacio Sánchez

Ignacio Sánches
Foto: Vitruvio
  

   Vienen en llamar Poetas de la Transición a aquellos que nacidos tras 1975 comenzaron a entregar alrededor del cambio de milenio. Y a los que pronto, casi a la carrera, se les dedicaron antologías que fijasen sus nombres (y el de los antólogos que los buscaron). Los que llegaron más tarde con su primer libro a la edición han quedado fuera de ser revelaciones repetidas. Lo afirma Pedro A. González Moreno en el prólogo a Calle del Reloj, de Ignacio Sánchez (1978). Es lo que sucede a nuestro autor de hoy, que coetáneo de tantos de aquellos se halla en un reciente segundo paso editorial, paso que nos llega con la negra y austera cubierta de los vitruvios. De quien es gentileza. Nos aseguran que su tercera entrega ya está anunciada.

    Es el caso que cuando se elige bien a un prologuista y este hace bien su trabajo resulta difícil para los que llegan después encontrar ranuras nuevas por donde entrar en la obra y argumentar sin daño. Efectivamente, confirmamos que Calle del Reloj se afana por vivir en los alrededores de los inasibles. Concretamente de dos: de la luz y la memoria, inasibles a los que el autor enlaza y hace danzar al ritmo de una música que no puede ser otra que la suspensión del tiempo para una limpia contemplación. Ignacio, absorto su verso en tal melodía, procura que nada disturbe la pureza del acto; el camino místico hacia la unión que ambas se procuran. Dueño de unas formas que proclaman sus numerosas lecturas, habitan sus versos una cadencia y un ritmo desacostumbrado en los tiempos y las edades que nos cercan. Lejos de las desarmonías con que muchos desprecian la tradición, hay un cuido exquisito en el decir. De tal manera que el deslumbramiento que, como aura, acompaña el discurso de todos y cada uno de los poemas, encuentra su marco natural. Y lo potencia. 

    Duda el poeta en los paisajes. Si el título nos remite a un escenario urbano, que luego apenas esboza, es en el monte abierto, tan de san Juan, donde la aparición del alba alcanza su máxima expresión develadora: el temblor de los posibles acontecimientos. Libro íntimo. Libro de mirada y de sosiego. Libro de búsqueda, hacia el encuentro, del yo personal memoria y del yo poético luz.  Sin presencia de otros ni de otra realidad. No hay en él cómplices ni enemigos. El poeta está solo ante la luz que llega, solo ante la memoria de la luz, solo ante la salvación que presiente. Poesía de corte sereno, sin apenas presencia de metáforas, en donde la sugerencia de las comparaciones se muestran suficientes para elevar el poema hasta la altura de un poema. Es Ignacio un poeta novedosamente clásico y claudiamente celebrativo. Un autor que pretende asomarse sin hacer ruido al tráfago de la tinta y los escaparates. Ignacio Sánchez pisa la luz que espera con la misma levedad humilde que tiene su sonrisa. Tal vez crea que la poesía debe servir primero a uno mismo y después, si es posible. a los demás. Y puede que no esté equivocado.    

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El aire se vacía de memoria
y todos los espejos
se apagan en la tarde.

Hay nombres que enmudecen
como un brocal sin agua,
y días ya caídos
que el viento ha dispersado.

Vivir es ordenar lo que ya no tenemos.

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Ya solamente queda
la turbia luz del aire tras la lluvia.

El día tiene ahora este color
enfermo de periódico
mojado y ya inservible.

Déjame algún recuerdo
con que vestir tu ausencia

domingo, 21 de junio de 2015

Junio de libros; “Cuadros sin colgar”, de José Luis Nieto



   Es un titulo sugestivo,Cuadros sin colgar, lleno de significados múltiples. Entre otros remite al anhelo inacabado, al esfuerzo sísifo, a la acción de una voluntad jamás recompensada. Cuadros que permanecen arrumbados, superpuestos, ocupando el ángulo de la pared y el suelo, ocultándose unos a otros. Cuadros o poemas. Poemas o fragmentos de vida. Fragmentos de vidas o sensaciones. La vida es un argumento desconsolado para quien así titula, que no es otro que José Luis Nieto en su último libro (publicado por Tigres de papel). No hay sorpresa en él, lleva años titulando así la serie de poemas inéditos que nos ha ido entregando en su blog Diario de improvisaciones.  Porque José Luis Nieto usa la ventana virtual para alternar sus letras propias con las letras ajenas que le eligen por lector.

  El libro apareció a principio de la primavera y llegó pronto a Mientras la luz. A una luz alumbrada por el prólogo inconmensurable de Alejandro Céspedes, el asturiano y prodigio. El maestro de una generación de poetas madrileños que le veneran, algo no difícil conociendo su obra y su persona. En él se dice que el desamor es único y repetido cuadro ante el que el poeta ve amarradas sus manos y su voluntad, lo que hace imposible su izado en la pared hasta la altura de los ojos. Hasta la altura del desafío que supone saberlo domeñado. Cuadro pintado una y mil veces con el color de la melancolía, con el pincel con que la vida convierte al tiempo en un desierto.  No es un libro alegre, es un libro verdadero. El poeta, el pintor no finge, simplemente aboceta aquello con que los afanes y los días nos castigan o advierten. Es por tanto un libro doloroso donde palabras como gemido, noche, capa oscura, decepción, soledad, indigente, incierto, rutinas, treguas, láminas rotas, afonía, tristeza… (páginas 100 y 101) campan a bastidor abierto.

   Es sin dudas un libro escrito en tiempo dilatado, a juzgar por sus entregas, pero por el que se transita sabiendo que los cuadros, los poemas, pertenecen a esa identidad de paisaje en donde se mira a la vida cara a cara, sin engaño, porque ni entorno ni caminante aceptan simulaciones. Ambos aparecen como fatalidad y destino: como escritura. José Luis Nieto es un poeta de convicción para el que las emociones, sobre todo las que proceden de la pérdida, se imponen a la hora de tomar la paleta. Pocas veces levanta su paleta en la exaltación. Hay poco que celebrar cuando el alma, tan transparente, se vuelca pedazo a pedazo en el lienzo, inacabada siempre y en espera. En cuadros que aguardan, lejanamente, la hermosura de un vuelo que a vecs llega. José Luis es el pintor honrado, es el poeta que no enmascara, pero tampoco exhibe, que solamente cuenta. Y pinta desalentado, quiero decir convencido.        
 
Game over

Abrir la puerta y cerrarla.

Encender la luz que borra la oscuridad, 
esa luz
que tarda en prender tanto
como ha tardado el día en morir.

Colgar la chaqueta y, con la desgana habitual
despojarse de la ropa.

Ver como el espèjo comienza su burla mientras
en el pomo de la puerta queda pegado un saludo
de hace horas.

Nada nuevo hace renacer el intervalo que acontece
si se mira el bonsái deshilachado en hojas secas.

Rebuscar en los cajones un sueño.

Entre los calcetines una ilusión oculta.

Abrir la puerta.

Cerrarla.

Un pedazo de rutina queda pegado en la espalda.

viernes, 19 de junio de 2015

Junio de libros: "Raíz y brote", de Jesús del Real

   
Directamente del autor, de su mano, llegó Raíz y brote a Mientras la luz. Corto trecho para una carga tan profundamente sentida. Editado por Huerga y Fierro, este es el primer libro de poemas del que se responsabiliza Jesús del Real Amado. Hubo otro perdido en lejanías. Digamos pronto que viene guarnecido con delicadeza. Un prólogo de Francisco Calvo Serraller y una portada de Carlos León. Ahí es nada. Una enorme exigencia, escuché decir al autor, que bien conoce a ambos en su calidad de doctor de Historia del Arte.

   Los poemas de Raíz y brote, atienden a la intención del titulo y la sobrepasan. Vienen dorados por cierto halo metafísico, por el enigma de la vida, por el misterio que vela al tiempo que incita al individuo hacia el conocimiento de lo real a través de sus manifestaciones. Durante la tarde de presentación en el Ateneo, dijo el maestro José Cereijo que en el vaho de solipsimo que lo transita se proclama la insatisfacción. Porque el autor participa con aquellos que piensan que la porción de vida que nos es concedida no es suficiente para aclarar las dudas del existir. ¿Celebración desolada del mundo? Tal vez. Pero celebración. Ya que en Raíz y brote, los poemas oscilan entre la contemplación reflexiva de los momento y paisajes y la voluntad del amor como anhelo y zozobra, como inseguridad necesaria. Es por tanto un libro de compleja voluntad. Escrito seguramente a lo largo de un tiempo dilatado, es posible encontrar en él diversas provocaciones y asideros, tanto en los motivos y las causas como en las herramientas formales con que se auxilia. Y a las que otorga unidad una voz consciente de sus necesidades e inquietudes, aunque aún en periodo de travesía estilística.

   Causa y consecuencia: raíz y brote: intimidad y riesgo. En la disposición de esas coordenadas quiere Jesús del Real dibujar sus fragmentos de creencias y esperanzas, sus señales y sus vientos. Poeta abierto en canal a las sensaciones, el libro entero responde al pálpito vaivén de la emoción y/o del conocimiento, del amor y del mundo. No hay en él más adherencias retóricas que las precisas; por lo general detalles que revelan su basta cultura en el mundo de las artes, incorporadas con elegante naturalidad. La exigencia, confesada por el autor, de mantener la disposición sin corte de ciertos poemas en versículos, ha forzado a componer alguna de sus páginas en apaisado, lo que da a la edición un toque de originalidad al tiempo que fuerza, por el contrario, a la elección de un tipo demasiado pequeño. Pero el libro en su conjunto es un arcón bellísimo para los 63 poemas que, sin solución de continuidad, sostienen la entrega.









































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Hoy he venido paseando por el Retiro
junto al camino ese al que debemos tantos besos.

Esta mañana el frío no embargaba el aire
una frágil geoda de amenazante nieve
cobijaba un blanco viaje a la infancia.

Hay en estos paseos siempre un momento extraño
acaso un consuelo cargado de magia
se detiene todo tránsito y se alarga
el instante de soledad
en pleno centro
en plena hora punta
en pleno caos humano
de esta huelga de esperanzas.

En ese momento imagino
que te despiertas y te envío
todos los versos de la noche
suspendidos en el vaho
espero que abran tus párpados
y los recojan tus manos
en esa primera caricia
que recorre tu cara.

Sigo andando ya impregnado de ti el día
ojos tras el cristal, cala otro silencio
la fragilidad desnuda del árbol
esas prisas por llegar, los atascos
¿adónde vamos?
seguiré viajando hacia ti
un trayecto incansable
que promete
delicias de los cuentos
sorpresas de epigramas
y tus listados épicos.

Montaré una jaima en el albero de tus ojos
donde tus párpados cobijen la deriva de mis sueños,
senda que me encarrila a los alrededores de tu cuello
asombrosa zona detonante de bocados.

Aturdido explorador seré
sobre tu pecho levante de emociones
y tu espalda poniente de despedidas,
entre tus explanadas gozosas
y tus cuencas guardabrisas.

Montaré la espera al albor de tu llegada
con ojos de tránsito cruzando de vía en vía
con ojos fulgor de lanzallamas
derritiendo el tiempo por el que te escapas.


miércoles, 17 de junio de 2015

Junio de libros: “El sueño de la vida”, de Manuel Juliá

 
Manuel Juliá en la Feria del Libro 2015
Foto: G. Munárriz
 La gentileza, provocada,
de la editorial Hiperión ha traído a Mientras la Luz El sueño de la vida, de Manuel Juliá, poeta al que hemos prestado atención en ocasiones anteriores. Y ahora con mayor motivo. Con este libro cierra la trilogía abierta con El sueño de la muerte, que continuó con El sueño del amor para terminar con este sueño último. Es un libro generoso de un poeta generoso. 41 poemas. Versos que oscilan entre la tentación versicular y el poema en prosa. Un texto que mantiene con los anteriores señas de identidad tan evidentes que hacen de la trilogía citada un corpus coherente. Hasta tal punto que nos atrevemos a decir que este libro es el culmen, el punto de arribo del poeta que comenzara a tantearse con el aquel lejano De umbría.

   Escrito desde la conciencia de una fisicidad permeable, el discurso del poeta se ancla en la fascinación por la Naturaleza, por la conciencia panteista de ser en ella, de ella, para ella. Y marcado por la constante conversación con los signos materiales con que la Naturaleza se ofrece en subjetividad. Se hace evidente que fija su atención en el árbol como elemento simbólico esencial. El árbol como signo vertical de la tensión hacia lo alto, hacia lo puro, hacia la perfección que supone existir en plenitud. El árbol como alter ego, como depositario armónico de la serenidad. Estadio que ocupa los dos primeros capítulos para desembocar en un tercero emocionado, el que Manuel Juliá dedica a la memoria de la madre. Algo que ya apuntó en el merecidamente famoso poema “Melocotones” de El sueño de la muerte y que ahora cobra pleno sentido. Como lo tienen esos puentes de niebla que el autor mantiene como metáfora permanente para conciliar el paso del tiempo con la aventura personal que consiste en atreverse a atravesarlos, dicho de otra manera: el desafío que supone vivir lo no esperado.

   Poemas medidos y alejados de acentos y cuentas, pero henchidos de imágenes sorprendentes que surgen con espontáneo azar surrealista. Lejos siempre de lo ampuloso, de lo trascendente, Manuel Juliá permanece instalado en esas suaves maneras cotidiana del hacer anglosajón que sus lecturas refuerzan. No hay sino repasar el origen de la mayoría de sus citas: A. Tennyson, R.W. Emerson, A. Ginsberg, E. Hemingway, M. Lowry, W. Blake.  El libro viene precedido por “Un pequeño relato”, introducción pretendidamente simbólica en donde el mar, visto por el niño con los ojos juntos de toda la familia, se convierte en el símbolo de un universo vital, de una esperanza.

   Manuel Juliá se sitúa con esta entrega -que junto al resto de la trilogía ha venido a enriquecer los fondos literarios de Híperión- en un lugar destacado del paisaje poético español. Es de esperar que la anunciada antología de poetas manchegos que va desde Corredor Matheos a Ángela Vallvey ordene su posición en este panorama tan cambiante. Pero no es en el ámbito regional, tan necesario ahora, donde debe buscársele relaciones sino en el más amplio de la poesía española actual. Su hacer lo exige. Al tiempo.










Sendero de abedules



En el mismo sueño o en la misma muerte
hay una presencia que fuerza a los abedules
a mostrar su belleza rodeando un río seco,
hay un jarabe de luz rodeando el frío y las heridas
donde la yerba y los sonidos del viento
siguen cuando la muerte se pierde, y el río avanza
por deseos que ya no morirán,
en la misma muerte o en la misma vida se esconde
el cauce de una nostalgia que incendia mi garganta,
su vaho levanta muros hermosos que están mirando
las palabras para que tengan sentido
cuando la vida solo sabe ser amarga,
la luz atrapa los árboles en el silencio
de la viejas montañas, habla la muerte
para encontrar una voz que se alimente con la vida,
en la misma vida o en la misma muerte
cuando lo ríos se terminan, hay otro mar más lejos
al que se llega con los sueños
que están presos de amor en cualquier primavera,
en el mismo sueño o en la misma muerte
puedo tocar el pulso de las estrellas más viejas,
seguir un sendero de abedules, que no es de la vida
y ha crecido contra el tiempo, está lleno
de palabras que no mueren en los páramos,
en la misma vida o en la misma muerte
las estaciones amadas del camino son brazos
que se agarran a mi cuello y me limpian la camisa
de tierra que han abandonado en mi cuerpo,
los abedules me dan su última caricia, y dicen
que jamás podré dejar de amar, y que los zapatos
desaparecen porque ya no son necesarios,
mis células son hilos de vida que han decidido
romperse de luz al anochecer,
cuando el fantasma del fuego aparece
abriendo la puerta decisiva.

lunes, 15 de junio de 2015

Junio de libros: “Otomanía”, de Ana Ares

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  Por conducto no usual, ni compra ni gentileza de autor o editorial, sino por generosidad de amigo, llegó a Mientras la luz Otomanía, de Ana Ares, libro de poemas editado por Vitruvio, cauce habitual de la autora. La sugerencia del nombre se convierte en evidencia nada más comenzar la lectura. Poemas de viaje: un género cada vez más en uso. Mas lo que algunos realizan rodeados de paredes lo ha realizado Ana Ares en pleno contacto con las cuevas, las fronteras, las cárcavas, los gatos y los niños de Anatolia. Hay poemas que se han levantado para acompañar al instante, rotundos con la imagen; otros tal vez hayan sido reelaborados, sin perder en el trance la luz arañada que los provocó. Habita en ellos la elegancia reflexiva que da la contemplación inteligente. Libro de sensaciones que buscan lo transitivo. Tras su lectura resulta evidente la necesidad de ser escrito. No parece un libro previsto sino provocado, engendrado en el íntimo rincón en donde la belleza duele su herida.

Este poema, atiende a una realidad que persiste, la del paisaje que trazan las mujeres

Los órganos vencidos.

Me detuve a observarlas.

Esos animalitos diligentes
que siempre cargan algo (niño, bolsa,
prisa, carrito, anhelo).

Con el paso ligero
y ojos de no mirar
atravesando grupos de hombres enlodados
en todas las esquinas.

Sus párpados son órganos vencidos.

Caballos mansos de dóciles hocicos
ponen en marcha el mundo.
Lo alimentan, soportan… Las mujeres.
Las bellas, las perdidas,
las sucias, las que paren.

Desnudan
los días, y los lavan con saliva,
los visten, los perfuman
y hasta les dan el pecho

sin siquiera mirarlos.

viernes, 12 de junio de 2015

Ayer en la Feria



(Foto: Isabel Miguel)
     Ayer, 11 de junio, en la Feria, en la locura de la Feria del Libro de Madrid, con la excusa del libro nuevo -Plural de sed editado por Lastura- recibí la visita de innumerables amigos. Instantes que guardo como un tesoro. Era mi primera vez y ellos me quitaron el miedo. En la sonrisa compartida con Elvira Daudet, la gran dama de la poesía española, os abrazo a todos, amigos.

lunes, 1 de junio de 2015

Poema: En el redondo riesgo
























En el redondo riesgo
de tu cuello, tan niño,
lo primero anotar
con mis labios la urgencia

transitar por tus senos
después con la avaricia
y la misma demora
de los vándalos últimos

dejar al viento huésped
que atraviese las ropas
hasta volvernos malvas
y azules sobre el lienzo

recorrerte y con hambre
ya deshecha escribir
vertical en el ansia
de tu caz mi deseo

oír como restalla
por los aires el silbo del alfanje
y recordarnos mientras como gula

saber que fuimos
en la distancia celos
mordidos por las hoces, 
por las hienas.


De Plural de sed