De POEMAD, el creciente
festival madrileño de poesía, Mientras la luz ha visto cuatro
duetos, cuatro. Ocho poetas, ocho. No son pocos. Esto de las dobles lecturas es
una iniciativa a la que el Festival apostó desde el principio –recuerdo un
Gimferrer/Colinas de porca memoria– y que desde hace tiempo va calando en
diferentes actos poéticos. Es buena fórmula si encuentra la dinámica exacta.
Por lo que vimos, no parece fácil. Alguien
puede pensar que con ella se busca la paridad (tan cara para ciertos colectivos
alguaciles), pero no. Son más libres en Poemad, son normales. Vimos cinco
mujeres, tres hombres. Ocho poetas.
Estuvo tenso, nos pareció, poco
cómodo Basilio Sánchez en la Residencia de Estudiantes para leer la
contemplación celebrativa de su Loewe, He heredado un nogal sobre la
tumba de los reyes, una poesía que atiende a lo cordial, al concilio
con la Naturaleza y al enigma del hecho poético desde la amabilidad de las
formas. Es buen poeta. Sobrado desde la media sonrisa, Jaime Siles, como
en tantas otras ocasiones. Tal vez tenga motivos. Anunció su próximo libro y
algo leyó de él. Estuvo largo, contundente, monótono. Tal vez mejor sus
aproximaciones a los poemas que los poemas mismo, que suelen carecer de
sorpresa y abundar en rimas (salvemos el Adiós, Carlos Edmundo). No hubo
entre los poetas ni diálogo, ni miradas, ni complicidad. Uno vive desde lo
sencillo, el otro desde el saber sabido.
El domingo 27 ocurrió la
explosión rumana de Ana Blandiana. Es amable saber cuándo se está ante
un/una poeta sin adjetivos. El dueto parecía venir patrocinado por Galaxía
Gutemberg, que ha editado a Ana y a Boris A. Novak, su compañero de
lectura. Para confirmarlo, Jordi Doce introdujo a ambos. Serio, con poca
cintura, dijo bien sus sabios folios (ver aquí). No dialogó, no preguntó. Bien por
decisión bien por falta de servicio de traductores. Los poetas no dijeron ni
una sola palabra más allá de la lectura de sus poemas, que aparecían traducidos
en la pantalla. Sabemos que es difícil dialogar en público sin que parezca
artificio, pero ¿se debería intentar? No obstante, la sala se cargó de magia.
Espléndida Ana en sus formas –grandísima lectora– y en sus poemas, cordiales siempre,
pero incisivos; claros, pero directos al tuétano del temblor. Parecieron
magníficamente traducidos. Aguantó Boris el envite con poemas cargados de
ironía, discursivos, reflexivos, caminantes por la zozobra que supone vivir.
El mismo domingo y a
continuación, la versión más pétrea. Un muro contra otro. Ni Amalia Iglesias
ni la china Zhou Zan dijeron siquiera buenas tardes al público. Tras
una presentación de aliño, sus individuales lecturas. Amalia de sus últimos La
sed del río y Totem. Sin novedad. Salvo que en la pantalla aparecían
traducidas al chino, un buen gesto para los espectadores de tal lengua, que los
había. De Zhuo Zan poco que contar, sin melodía en su decir, sin inflexiones de
voz, con la dificultad de traducción entre idiomas tan alejados, nos pareció
que sus temas eran más propios de la cultura occidental que de aquello que alberga nuestra conciencia por poesía china. Qué seco todo, qué difícil. Se fueron
sin esperan siquiera los aplausos. Casi corriendo. Tal vez porque en la sala
quedaban ya pocos espectadores.
Todo distinto el miércoles
30, con la deseada lluvia en el exterior del Instituto Cervantes. Vino de
Mallorca, Antonia Vicens. Y creo que con cierto temor. Su Premio
Nacional sorprendió casi tanto como sus declaraciones. No conoce Madrid. Tuvo
al lado, no enfrente, a Raquel Lanseros, sensible y amparadora. Porque
hubo miradas y manos entre ellas, el público se sintió parte de ambas. Fueron
poetas juntas. Sonó bien el catalán mallorquín de Antonia en poemas pegados al
día a día de la casa, del pare, de la mare, que ella introducía
en un castellano que denotaba poco uso. Traducidos en pantalla, aparecieron de
Lovely (dedicado a su padre) y Tots els cavalls. Raquel puso todo para hacer el ambiente dulcemente
cálido, tiene esa virtud. Y el público numeroso entró en su poesía –tan clara,
tan de las cosas y las gentes, tan bien tramada, tan de suave fortaleza– con el
corazón atento. Fue tremenda su lectura de Dos corazones, esa madre de Matria
en voz refleja, esperanzada, que habla y supone del amor como único agarradero.
Al terminar, las personas se arremolinaron en sus alrededores. (Aquí video)
2 comentarios:
¡Ah, Raquel, Raquel...!
Estuvo más Raquel que nunca. Y lo agradecí.
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