Antonio Hernández Foto: MCBarri |
Manuel López Azorín,
organizador de la antología, quiso cerrar con él la entrega. Bien sabe.
Un día vino a mi casa
A María Ángeles Péres López, alumna,
profesora, cordón umbilical
Un día llegó Miguel Hernández
a mi casa y preguntó a voces
su cantaor “¿Vive aquí Er
Noni
de Arcos?”.
Pero ceceaba demasiado
para ser Miguel Hernández.
“Sí, aquí vive” le dijo
Mari Luz.
Y se quedó con nosotros.
Un día llegó César Vallejo
a mi casa. Era representante
de Café y traía unos zapatos
que daban de llorar “¿Vive aquí
Er Noni de
Arcos?”.
Sí, aquí,
y nos dijo que lo mandaba
Pacote Velázquez, otro
lleno de lamparones de ternura.
Pero no era cholo, sino andaluz,
andaluz hasta el tuétano raspado
de cante jondo y solidaridades.
Y se quedó a conversar con nosotros.
Un día llegó Pablo Neruda
porque escribía como un barracón
y una guadaña llena de hambrientos,
de chilenos del sur de España.
“Sí, aquí vive El Noni”.
Y como en la casa olía a potaje,
dijo:”Huelo a las manos de mi madre”. Y se sentó
a la mesa de la amistad para siempre.
Venía de los interrogatorios,
venía de la cárcel, a buscarse la vida
en Madrid, Y al Noni le nació
por dentro una mejor persona.
Con Joselero de Morón venía,
con Diego del Gastor, con el Tartaja,
con Alfonso y con Alejandro…
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