La
poesía, nacida oral, exige hoy ser expuesta a los aires, a los soles. En
pasquines clavados a los postes de la luz o pegados en los muros-tapias de las audiencias
y las pantallas. JM Barbot la busca también en las estelas enterradas, en la
luz mediterránea de los itinerarios de Polibio, en los escasos vestigios de los
oretanos. Barbot es poeta de convicción y arqueólogo. A más de vallisoletano y vallecano. Y
ha dado recién a la tinta, a los muros, a los ojos de los otros, su segundo
poemarío, Agua serás y lo olvidaste, que ha editado Lastura. Lo abre un
poema donde explora el campo semántico del agua como pretexto para indagar por
la dicotomía entre esencia y existencia, ese ser y estar en donde la vida nos
hace confluir sin nuestro permiso ni búsqueda, ese vértice de pasado y futuro
que supone el acto de vivir, esa tensión de formas, ese proteico molde con el
que nos acomodamos o soportamos los días. Pero al mismo tiempo esa necesidad
que supone el amor como amalgama de espera y deseo que nos conforma. Y es que
el libro de Barbot vive en la carne, en la trama existencialista, vive en el cuestionamiento
de modos, maneras y actitudes, en la observación reflexiva del barro que traemos
en las manos, según sus propias palabras. Y hay una manifiesta toma de partido. El poeta
no aparece neutral, como en Tú y yo, donde se reafirma en el compromiso
de ser más allá de las necesarias máscaras y las imposturas que lo cotidiano
exige. Cuidado en sus formas, exigente en el lenguaje, el poemario no se
distrae en el poema como fin, sino que lo entiende como arma propedéutica del
conocimiento, como punzón con el que atravesar el vientre de la verdad, la
confusión de las multitudes, las paradojas de las pretendidas certidumbres. Y
aunque el lector inadvertido pueda echar en falta algo de rabia en las
propuestas, el más avisado se complace con la serena inteligencia del conjunto.También y tanto en la atinada ironía critica con que se acerca a las realidades (poemas como Farsante,
Uniforme, Los equidistantes) como por las grietas armónicas del mundo que
sugiere.
Un
acierto, un paso al frente y fuerte, cabal y decidido, de un poeta en los últimos cursos de formación.
Del que más esperamos.
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Los
equidistantes
Son
aquellos que siempre dicen pero,
los
que ponen en duda las consignas
y
se detienen en las zonas grises
cuando
otros sólo aceptan blanco o negro.
Los
que dan importancia a los matices,
a
la letra pequeña y al detalle,
y
se visten el traje del de enfrente
para
ver lo que ve desde su lado.
Los
críticos que piensan por sí mismos
en
lugar de tragar ideologías
que
vienen masticadas y en conserva,
listas
para el consumo de borregos.
Y
son llamados tibios y cobardes
por
los inmaculados de ambos bandos,
son
blancos de las furias y purezas
de
los que trazan líneas en el suelo.
Son
redichos como un Pepito Grillo,
incómodos
como un niño sincero,
mestizos
sin lugar en el rebaño.
Y
por eso en cualquiera de los frentes
hay
siempre un paredón que les aguarda.
1 comentario:
Como se dice en la ópera:¡Bravi! (Y va por los dos)
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