miércoles, 2 de octubre de 2019

Consejo de redacción de Octubre. Al regreso de la Isla Grande

Planta del papiro (Siracusa)



     Volvió el jefe de la isla grande. Ni satisfecho ni descontento, más bien en la serenidad y sus caminos. La que descubrió cuando decidió, ha tiempo, defenderse de la prisa. Volvió horro de lecturas, pero no sin voluntad de oficio. Miren, se atrevió a comenzar su homilía, porque todo poema conlleva ser un acto de lenguaje, es preciso el esmero en su fluir, el cuido sin fisuras de las formas. Con pocas cosas sufre tanto la lengua, y por ende el poema, como con los disfraces del barroco o los harapos de la falsa humildad, con los oropeles innecesarios o la desidia buscada, con la ausencia de sosiego o las torpezas constructivas. En poesía, escribir como se habla no supone aceptar lo conversacional como norma. Levantó entonces la mano la becaria, que está que arde, casi torrá: bien sabemos que el útil del poeta es la palabra, y ese asunto de que su empleo debe cultivarse es de cartilla Rayas, el problema, permítanme, es preguntarse para qué existe la sed, dicho sea machadianamente, quiero decir ¿las palabras existen para revelar lo real o para encubrirlo? El Jefe se vino arriba. Vieja cuestión esa de qué es revelar, la de qué es encubrir. ¿El sol revela, la sombra encubre? ¿Ha tratado alguna vez, usted, redactora todavía becaria, de señalar en el suelo con un lápiz la línea que separa la sombra del sol? ¿Ha comprobado su indefinición, su fugacidad, su falta de rigor? No hay otra imagen mejor que esa para definir el oficio del poeta, sus inacabados intentos, la penumbra de sus trazados, lo inconcreto, lo que es y no está, su memoria de futuro. Tal es nuestra relación fronteriza con la palabra y sus usos. Y como en tantas otras situaciones, quien oficie este oficio ha de hacer virtud de la dificultad, porque es justamente esa incapacidad para la exactitud el alimento que nutre al vero poeta, forzado como está en hallar para las palabras comunes aristas nuevas en sus significados. Es en ese filo donde la poesía existe o no existe; más allá o acá de la emoción que pueda ser capaz de trasmitir. Intervino otoñal el redactor colmillo. Dicen que dijo Wittgenstein “Que lo que existe exista es asombroso”. Y yo os pregunto ¿Es asombrosa la poesía? ¿Convenimos que existe? El Jefe propuso dejarlo para el mes siguiente. Como un deber escolar. O pedir un informe al Redondo ese. Continuará.

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