miércoles, 30 de noviembre de 2016

Consejo de redacción. Diciembre



      Dijo el Jefe: Lo que distingue al poeta verdadero del poeta de voluntad es que el primero sabe reconocer los silencios, el lugar donde guardan. Lo advierte por la sumisión, por el temblor, de las palabras que los flanquean. Y, zahorí, se detiene. El silencio es un cofre del que mana presente. El poeta verdadero respeta su estancia, su sosiego. Deja de escribir en el poema. Goza el fruto. Conoce que el silencio anotado puede resultar oculto al futuro lector, pero confía en su lectura atenta, en el placer que supone su desciframiento. El poeta verdadero no debe oscurecer ni oscurecerse, simplemente saber que no es posible destruir los silencios. A veces, pocas, el poema le pide continuar.

3 comentarios:

Miguel Ángel Yusta. dijo...

En poesía son tan importantes como las palabras...o más.
Bendito silencio sobrevolando, reposadamente, las palabras.
Gracias por esa reflexión, por recordar esa norma fundamental.
Buen día,luminoso día...

fcaro dijo...

Sin silencios no hay vuelo en el poema, Miguel Ángel. Sin silencio la poesía se aproxima a la prosa. Y no.

Javier Díaz Gil dijo...

Me gusta, Paco, esta distinción del poeta verdadero y el de voluntad. El verdadero adivina y escucha el silencio y lo respeta. El de voluntad, muchas veces no sabe guardar silencio cuando es necesario.
Qué importantes lo silencios, el lugar del poema en el que más se pide la entrega del lector.

Un abrazo, feliz domingo
Javier