sábado, 13 de febrero de 2016

Un poema: Rubén junto a su muerte



        Año de centenarios. Muerte de Cervantes, primer siglo de Cela, de Blas de Otero. y primer centenario de la muerte de Rubén Darío. Tan imprescindible para el hacer poético, para la historia de la poesía en castellano. Su influencia ha sido y es perceptible en el lector atento, en el poeta cierto. Afrancesado, modernista, pocos como él dejaron un sello tan persistente. Su vida lo abocó a lo fatal de la incerteza, al desasosiego vital del alcohol, a la inestabilidad económica, a la pesadumbre de lo cotidiano. Su tiempo agónico fue largo, sin esperanzas, Murió el 6 de febrero y fue enterrado tal que hoy hace cien años. En León, en su Nicaragua natal, al tiempo que concitaba a su alrededor la admiración por su obra.


Rubén junto a su muerte

Yo fui cualquier de absenta y malaquita
poeta que maullara con los yambos,
quien volcara botellas sobre hadas.

Siempre el indio cualquiera sin victoria.

Yo aquel que malvivió, quien mendigó las carnes 
mendigas de Madrid,
yo el traje del amor y del clarín ubérrimo,
yo la voz de la raza para nada,
yo aquel que fuera
sólo cisne de alcohol enamorado, árbol y tarde,
yo el que mezclara
las noches con su arsénico.

Hoy sé que muero cobre,
hoy sé que muero tul y decadencia.

Yo el orate final: nadie vea mi rostro.

Yo soy aquel que amó
negra, no azul, la vida.

                          (De Locus Poetarum)


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