pantalla de cristal que anhela el tacto,
un papel encendido,
un paisaje dispuesto de herramientas
con que pintar aquello que creímos saber
¿que aún creemos?
La noche en el hotel es cenagosa,
los gin-tónics son cuarzo
y es la luz sin fulgor
aire salobre
lugares donde el miedo se refugia
desde el atardecer,
desde el atardecer,
donde la sien es sola.
Por el bar,
cruzando la moqueta ríen
aviesas lagartijas la soledad del huésped,
aviesas lagartijas la soledad del huésped,
su temor de cisterna, ríen su balbuceo
mientras se afila el lápiz, mientras se incendia
la piel gris y fingida de la tablet
y tú no sabes si pretendes
y tú no sabes si pretendes
o no escribirte, estás triste y ya conoces que
solamente lo triste te revela.
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