lunes, 4 de enero de 2021

Ha muerto Juanjo Alcolea

 


 

      Pedí Paz y Esperanzas al 2021 y su inicio me responde recordando la esencia de la vida. Somos para la nada. Sin tiempo de respirar tras la muerte de Lupe, recibo la llamada de Ana Garrido, desolada, rota, comunicándome tu muerte, Juanjo. No querría escribirte en pasado, sí decirte que ya no recuerdo el último día en que nos vimos, ha pasado tanto tiempo y distancia de casi todo. Sí que guardo nítido el recuerdo de cuando nos conocimos. Villamanrique, septiembre y 2003. Junto a un estrafalario dosel de fiestas. Nos entregaban una distinción. Yo no era nadie y tú viniste al abrazo ofreciéndome casa y amistad. Desde entonces. Me dicen amigos comunes que andabas poniendo al día y en orden tus cosas. Por si las moscas, avisabas. Fruto de ese afán recibí el primero de los tomos que recogerán tu obra. Antología de supervivencia I la llamaste. Qué paradoja. Dice de ti tu amiga Ana Garrido en el prólogo “ha sido siempre –se ha cansado de repetirlo– un poeta tardío, un hombre al que la Poesía vino a sacar de su silencio para júbilo de los que aún estábamos por llegar”. Nada más cierto. Y tu entusiasmo con las cosas y las gentes, y tu labor en Verbo Azul, del que eras seña y honda. Pienso en María Jesús, en su dulzura y su voz, pienso en lo ingrato de ciertos aconteceres. Y sé cómo la Poesía grande te ha salvado. Has escrito mucho y bien, con tinta roja. Déjame que te vuelva a aquel azacaneo tuyo y mío para publicar Cuaderno de Socuéllamos, cuando reclamaste mi opinión. Aquel diario de tus días a meses cuidando la ancianidad de tu padre solo, al que levantabas desde el dolor al vuelo. Mira Juanjo, siempre has escrito de la muerte creyendo que al nombrarla conjurabas el riesgo, que te convertía en espectador. Lo imposible. Tu gabán, tu sombrero, tus ganas de compartir, tu Hoja azul en blanco. Ahora estás callado, hoy estás recogiendo en tu cuerpo callado todo el cariño, la bondad y el desvelo que cultivaste. Llévalo a la tierra como presente. Te vas con las manos llenas. Te vas con el tesoro intacto de todo lo que repartiste. Y a mí me cuesta no poder acompañar tu adiós, malditos tiempos, como hicimos con Vicente, con Nicolás, con Aurora: cultivando los abrazos doloridos que tanto consuelan. Te vas del excesivo corazón, como se fue nuestro Maxi. Nos toca vivir ¿Tiene la vida nombre?

1 comentario:

Nerina Thomas dijo...

Se va habiendo sido amado.