Carta pública
a Julián Montesinos,
poeta en Elche
Querido
poeta,
He
tenido oportunidad de leer en estos días tu libro La vida en ámbar que viene a
significar otro paso, tan sencillo y valioso a la vez, en tu andar poético. El
hecho de que esté editado por la valenciana Pre-Textos supone un valor añadido
a su difusión. Es una edición primorosa en donde los poemas no se ven sofocados
por la página. Me ha gustado especialmente su caja y tipografía, tan próxima a
la colección de Obras Completas. Pero lo significativo es cómo he disfrutado,
en estos días varios y uniformes, su contenido, los poemas que te permitieron
obtener el premio Villa de Cox. Es la tuya poesía trazada con pausa
celebrativa, con luz cordial, con mirar pausado. Son poemas –es tu manera de sentir–
que atienden a las cosas y sus mensajes, que espabilan nuestra capacidad de
observación para extraer lecciones, si no morales, si de vida. Sin que tú
pretendas ni fuerces. Todo se desarrolla en los alrededores de la normalidad,
del existir cotidiano: hijos, familia, sol, campo… sin rebuscar en los
abstractos ni rebuscarse en las incógnitas. Admiro mucho el tono sereno, sin
demasías, de tu decir, ese buscar el concilio con el asombro por el que
discurren tanto el fondo como la forma del verso. Creo que en algo, en mucho,
participas de ese aroma levantino que también atraviesa a tu paisano Antonio
Moreno; de esas maneras que descubrí con el malogrado Antonio Cabrera, de las
palpitaciones que conmueven a José Iniesta, con quien he intercambiado libros, opiniones y afectos. Querido amigo, queda en mí el susurro de la luz
filtrada por el ámbar, ese “hermoso enredarse” de tu palabra en la bondad que nos
salva, ese saber que el hombre no es sino un elemento más del abrazo del mundo.
Y tu capacidad para decirlo, para hacerlo llegar en hermosura.
Y tu capacidad para decirlo, para hacerlo llegar en hermosura.
Permíteme
que elija dos de tus poemas para los lectores de “Mientras la luz”
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Niño
en la playa
El
viento de levante arrastra la arena.
Es
temprano. No hay barcos en la playa,
solo
un niño corriendo
y
unas pocas nubes en el cielo.
Un
niño corre y salta
y
se aproxima lentamente a unas gaviotas
que
alzan quejumbrosas un vuelo desordenado.
El
niño se para, respira hondo,
pero
al instante se recupera
y
las ve en otro lugar de la playa.
Repite
su juego, grita feliz,
pinta
de luz la mañana dormida.
No
es consciente de su alegría
ni
del sentimiento de libertad que inspira,
pero
yo le observo con la mirada limpia
de
un hombre asombrado
ante
el milagro breve de la vida.
Tijeras
De
él solo recuerdo unas grandes tijeras,
una escuadra y un cartabón roto,
un
baúl con libros del veintisiete
y
el gusto de mirar los campos a lo lejos.
Y
recuerdo también
nuestra
unión al contemplar la inmensidad
del
cielo aquel verano cuando yo advertía,
acostado
en la mesa de cortar,
las
rayas temblorosas que trazaba
sobre
un paño casi siempre oscuro.
A
veces cuando miro las estrellas,
descubro
que nada puede medir
el
alma de un hombre
ni
abarcar toda la dimensión de su amor.
Mientras
crece su ejemplo de bondad,
escucho
el ruido de sus tijeras
en
la sastrería cortando telas y olvidos.
4 comentarios:
Querido Francisco caro, una vez que se edita el libro personal los textos adquieren su autonomía expresiva,como si fuesen autosuficientes; así llegan a cada lector de una manera única, personal, directa, que convierte a los poemas en una conversación. y eso está muy bien; de tu antología personal yo elegiría poemas que son parte de mi forma de entender lo diario; por eso entiendo y disfruto también de esta selección; estámuy bien fundamentada. Un gran abrazo.
Ciertamente, José Luis, el libro dialoga con el lector, que guarda cerca los poemas que le remiten a lo que le conciernen. También me ha pasado con este libro de Julián. Un poeta en el cual la mano y el corazón caminan juntos. Mi abrazo.
Muchas gracias por vuestras palabras. Con la esperanza de coincidir algún día, un saludo sincero. Julián.
Ha sido un placer, Julián. Ojalá. Un abrazo
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