
No estaba. Durante unos minutos dudó el Jefe si llevar a cabo o no el Consejo de Redacción de
diciembre. No estaba la becaria, se había ido a las manifestaciones por el
cambio climático. Nada más llegar dijo, como los famosos, que es hora de actuar. Recogido
el pelo en dos trenzas, anunció sonoramente que se iba. Y vaya si se fue. No estaba. Sabe
el jefe que nada es lo mismo sin ella, la única que le escucha con atención,
casi arrobo, la única que le conlleva. Pero él traía sus notas encendidas y no
quiso aplazar el acto. Le oímos decirse en voz baja: La temperatura del planeta
subirá lo mismo diga yo algo sobre el mundillo o no lo diga, adelante pues. Y comenzó
todo. Sepan que sé porque lo escuché de Pureza Canelo que los poetas de cierto
nombre deben cuidarse mucho de publicar libros malos, pues siempre serán
medidos por la calidad del peor de ellos. Y muy a mi pesar, porque no suelo, tuve
que darle la razón en ese punto. Es preciso dejar de escribir, o cuando menos
de publicar, si uno percibe cierto punto irreversible de deterioro. El papel es
un animal voracísimo y muy atractivo, pero con la desnuda desfachatez de no
tener marcha atrás. Lo impreso dicho está. Uno puede renegar de sus primeros libros
(socorrido citar a JRJ), pero resulta patético ir recogiendo los últimos de las
librerías o de las manos de los conocidos (nadie sabe si lo ha hecho ya Gimferrer),
por lo tanto, adviertan a sus poetas más amigos que vigilen, se vigilen y se hagan
vigilar. Vino el silencio. Tras él habló el de la barba cana: Nadie estamos a salvo de esa trampa, Jefe, los
parámetros varían con el tiempo, la belleza es un asunto proteico. Sí –respondió
ávido–, pero recuerden que para los poetas sigue funcionando la sentencia: una
buena muerte honra toda una vida. Callar con dignidad, tarde o pronto, eso
depende, es cuestión que importa. El novatillo, manchego de origen, resumió el
tema a su manera: O sea, no estirar nunca más la manga que el brazo porque se
vuelve flácida a la vista de todos. Entendido, cerró el Jefe.
Rematada
la sesión y puestos todos en pie, rogamos con sencillez a la diosa del clima
adolescente.
(Foto: Mercedes E. Victoria)
4 comentarios:
¡ GENIAL! Jajajajaja. Ya no escribo más, que lo impreso, dicho está...
🤔
Haz lo que desees, Miguel Ángel, no fácil hacer lo que se debe.
¡GRANDE! Después de Homero y Virgilio, el diluvio.
De acuerdo, Antonio. Acuérdate que Virgilio quiso quemar todo lo suyo. Y Homero no es seguro que existiera. Así está el patio. Llueve poco.
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