viernes, 18 de enero de 2019

"Paliques en paloma" de Valentín Martín


         
 Dice Marta Alario en su prólogo: porque ha vivido, porque ha sufrido, porque se ha ilusionado, porque ha trabajado, porque ha llorado, porque ha amado y ama, porque ha nacido y siente la espada de Damocles, escribe Valentín Martín. A lo que añado: porque Valentín Martín, salmantino de Santa Inés, es una ascua que recuerda y es una fuente en llamas.

      Valentín Martín Martín es un poeta encendido, es una voz que arde en mitad de todos los silencios y pantanos. Basta leer su sorprendente, ya desde el título, Paliques en paloma. Más sorpresa todavía para los que acostumbrados al desborde de sus longitudes nos hallamos ante una contención verbal que golpea los hígados. Valentín es aquí lenguaje enjuto, sonoridad, sugerencia provocadora, acción ausente, peso y decisión, palabra encinta, sorpresa. Y también lo inestable. Poemas como vilanos de ligereza y densidad no acostumbrada. Desasosiego existencial. Represada violencia que busca la rendija por donde. Luz en copos. Desprecio de mayúsculas. De signos, horro. algo físico y hermoso/ por ejemplo// y que te dejes. Poesía cierta. Segura de surco. Trazo de tierra adentro, seriedad de toreo vitigudino. Versos como picas que ahondan las grietas del amor. …memoria sin alamedas/ el tiempo se escurre/ culebra/ deprisa/ eso era antaño. Palabra versus sintaxis, a muerte. Hábiles descoyunturas que anhelan cómplices. Ante el papel, delante de la tablet, hay siempre en Valentín Martín una necesidad de origen, de orfandad contradicha. Y de deseo como vocación, como alambrada limes o como jardín elíseo. Tan explícitos. Incontinentes, incontenidos. Y la palabra hallada tras esquinas y migraciones –la que vino al cobijo de su gesto– es torre y pozo por donde ascender y donde, Sísifo, sucumbir. O deviene en palabra huerto, lugar donde doblarse para fructificar. Paliques en paloma es una tensión sostenida, es una provocación de cavidades, una azada postista y efervescente. Es una tentación personal-ísima. Un cielo sin estrellas, cuajado y surreal. Un menhir que reta la desmesura de los prados antiguos por donde las yeguas galopaban. Lenguaje sin azar que se sorprende a sí mismo en sus hallazgos, en sus referencias culturales. O vitales. no te olvides/ pasarte de amapolas/ suben la caligrafía/ de los chopos/ y otros versos/ neuronales. Y en todo juego, revancha, sublimación: paso de sólido a gas, edad en revuelta, lo no conforme, lo no con forma. Las arenas movedizas de la aventura film. Flor donde explorar los recovecos. Dulzor que inquieta y dura. Lo que eriza. Paloma y silex. Relectura. Vuelo y eternidad de aristas. Yo le preguntaría qué disfunción, qué dolor nuevo, provoca el escribir un libro como este.
Editado por Lastura
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V

habitar tu corazón
beberme todos tus ríos
crucificar una clavija
que amarre mi sangre a la tuya
y luego quizás
sólo quizás esperar
a que pases y me hables
calumnias que ya están muertas
o peor aún
abrasadas
mártires de tu poesía

XXX

me corres río
me escribes tan azul
serás concubina
o serás abril
resulta inevitable la ecuación

XXXIX

tahúr
chamán
arrabal
apóstata
gamusino
falangista
el mono de un sueño loco
todo por conseguir
bailar pamplinas
horizontales
con el insomnio
de tu esqueleto

2 comentarios:

Mayusta dijo...

Valentín Martín es un grande, sin duda alguna, que nos dará aún muchas alegrías literarias, porque el lenguaje es un instrumento sin secretos para él tanto en distancias cortas como largas. El libro apasiona. El marco bello de esta crónica, también.

fcaro dijo...

Estoy contigo Miguel Ángel, la voz de Valentín, tan tensa y tan sugerente, marca un hacer distinto y con enorme amplitud poética. Debería estudiarse este libro, las novedades que aporta. Un abrazo.