El sol cede y escribes. Tras el cristal has visto
en tropel, diminutos,
acudir los gorriones
al árbol donde guardan.
Cómplices del instante,
de la luz como rito,
el cansancio del día
no impide su canción.
Va la tarde al secreto y tú, mientras,
escribes.
Con el lápiz intentas
dibujar en la hoja donde el poema crece
el amparo, la forma, la sombra del ciprés.
No buscas añadir oscuro a las palabras
que acudieron, pequeñas, para salvarte, sino
dibujar en la hoja donde el poema crece
el amparo, la forma, la sombra del ciprés.
No buscas añadir oscuro a las palabras
que acudieron, pequeñas, para salvarte, sino
que en el papel se escuche un revuelo y un canto
Como el que escuchas tú.
Como el que escuchas tú.
6 comentarios:
Este, Paco, es uno de esos poemas descriptivos -como a mí me gustan- que por su hermosa sencillez, refleja esa comunión con la naturaleza que nos hace poetas. Felicidades.
Tus palabras destierran a las sombras,
portadoras de luz sobre la tarde...
Un abrazo.
¡Ay, ese ciprés que suena!
Abrazos, Paco.
Ya sé, Jerónimo, de tus gustos. Poco a poco nos vamos acercando. Un abrazo.
Ojalá desterrasen las sombras. aunque las sombras son tan necesarias como la luz, Miguel Ángel.
Eduardo
Ese ciprés que tú escuchaste y sigue dando. Me parece excitante.Provocador.
Un abrazo.
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