Nicolás del Hierro Foto: Aníbal de la Beldad |
El poeta Nicolás del
Hierro (Piedrabuena, 1934) es una de las voces más respetadas y seguidas de
nuestra tierra. La Biblioteca de Autores Manchegos, es su colección Ojo de Pez,
presentó el pasado 17 de este mayo en Ciudad Real una nueva entrega de su hacer:
Esta
luz que me habita, poemario en donde, como si de un ajuste de cuentas
se tratara, dialoga consigo mismo sobre la validez de lo vivido y la vigencia
de lo escrito. Poeta y hombre sabedor de la caducidad de la que formamos parte
se enfrenta a ella aceptándola y combatiéndola al mismo tiempo. Ni su voluntad
ni su pluma han de doblegarse, porque en ese mirar al tiempo cara a cara es
donde el hombre, donde el poeta tensa el arco de su decisión.
No ha cesado de crear el poeta desde 1962, año de “Profecías
de la guerra”, su primer libro. Ya en el año 2012, y coincidiendo con la
edición de El color de la tinta, que recogía junto a dos libros inéditos una
amplia selección de su obra, avisó que no lo tenía dicho todo. Que su voz no
cejaba. Dos años después, en 2014, presentó Premonición de la esperanza,
una edición mexicana que compilaba tres poemarios hasta entonces inéditos. A la
vista de ello, queda patente algo que los más cercanos ya sabíamos, que la luz
que le habita no es sino el venero inagotable de la poesía. Nicolás del Hierro
es poeta siempre, poeta a pie de obra, soñador de versos y voluntad de abrazo.
Un intenso hálito horaciano de concilio se extiende por toda su escritura. Un
hombre y un poeta en busca de los otros, en busca de horizontes amplios y
habitables, porque, por decirlo en palabras de Eladio Cabañero, que él ha hecho suyas el hombre bien merece/ ser hermano de todos, no otra cosa.
Momento de las firmas Foto: Alfonso G. Galán |
Precede al libro un impecable prólogo del profesor Matías Barchino, indagador de las
claves del mundo lírico de Nicolás. Dice de él, y con justicia que es verdadero
y necesario, que siempre hay en Nicolás fe en el ser humano y en la vida, que
su obra es testimonio de una lucha personal entre fuerzas opuestas: la del
ansia de la vida y la del destino de todos los hombres. Por mi parte quiero
advertir a los futuros y numerosos lectores de Esta luz que me habita
que encontrarán al Nicolás, más claro, más denso y puro, más emocionado, más lúcido.
La certeza y la posibilidad se entretejen en este poemario que va directo a la
conciencia de los hombres. Luz antigua y siempre renovada. Luz fiel a sus orígenes,
a su tierra y su gente. Voz que nos devuelve y nos provoca, voz de preguntas y
respuestas. Indomable. Como si fuera mayo.
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COMO SI FUERA ANTE NOTARIO
Tu
casa, Nicolás, poeta amigo,
forjada por la arcilla de tu espera,
para vuestro solaz, es la primera
que recibe los soles, cara al trigo.
Francisco Caro
Como si fuera ante notario,
aquí estampo mi firma.
Aquí, sobre el brocal del pozo,
éste pozo profundo y de agua clara,
donde mi rostro pierde sus reflejos:
el testamento de mis sueños guardo
y en él dejo mis versos más queridos.
Firmo, y mi despedida es el fulgor
que estigmatiza la sorpresa.
No pretendo, no quiero que después,
cuando mi recorrido disponga sus grilletes
de oscura y larga independencia,
y estos versos, sencillos y diáfanos,
tinta en el agua de mis libros,
queden, sean por alguien descubiertos.
Presos perduren y encerrados, solos
en el oscuro y cóncavo vacío,
olvidados, sin nadie que detenga
su curiosa intención frente al acuoso
destino de sus páginas en sombra.
Aquí, aquí estampo mi firma,
mi nombre y apellido, por si acaso
el viandante cruza y quiere ver,
averiguar, saber lo que escribí.
Aquí, aquí se quedan,
hipotéticamente aquí los dejo,
llenos de olvido, en esta casa
“que recibe los soles, cara al trigo”,
casa que un tiempo fuera el hábitat
de un hombre, un soñador iluso,
que en las profundidades de es este pozo
depositó la luz de sus poemas.
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