jueves, 4 de diciembre de 2014

Un poema de María Sanz


La sevillana María Sanz ha visto editado hace poco por Renacimiento, que tanto olvida a los autores sevillanos, el libro que obtuvo el premio Vicente Nuñez en 2013. Ha valido esperar para conocer uno de los libros más densos, más cuidados (todos los suyos lo son) de un autora que siempre atrae y sorprende. Una autora que como tantos otros confía en los certámenes poéticos para ver su obra editada. Su poesía ha obtenido múltiples reconocimientos. Digamos Tiflos, digamos Ricardo Molina, digamos Alfons-El Magnànim… por decir algunos de los que tantos poetas desearían. Poeta conocidísima, digo aquí y ahora que su obra no ha tenido el reconocimiento crítico que merece. Lo digo después de haberla leído con atención. Y tras haber leído tantas otras que los suplementos culturales alaban y son abismo.


Lo ha titulado La paz del abandono. Y es un libro de una sinceridad que duele. Un libro traspasado por la tristeza de lo auténtico. Es un libro de tinta sin desgarro, pero tinta que arrastra ternura y desconsuelo. Son páginas en donde el tiempo consigue hacerse carne. Papel en donde la melancolía halla posada, en donde los geranios brotan de lo perdido. Y no hay descanso ni rincón que no conozca la belleza de un verso sereno, tranquilo en su forma, que inquiere a la vez que resiste. Aceptación y espera veladas por cristales que el humo del tabaco y de los días oscurecen. El sabor amarillo de la renuncia. María Sanz ha escrito un libro definitivo. Un libro que merece que los lectores rompan la rutina de lo publicitado, y se acerquen. Bellísimo. Que consuela, que me reconcilia.
La paz del abandono es verdad, es poesía.

***
Al sitio en que será lo que ya era

Cuando habías hallado la morada
para pasar el resto del olvido,
decidiste dejar la puerta abierta
por si la muerte herida o tus razones
buscaban un lugar donde quedarse.

Hasta entonces lo vivo fue reflejo
de un hospedaje gris a todas luces,
con títeres en forma de personas
cuya llegada no te concernía.

Tal vez ahora puedas esperarte
a ti misma en la celda más oscura,
sabiendo que vendrás como te fuiste,
sola, desnuda, huérfana del cielo.

Cuando habías hallado la manera
de cambiar el presente sustantivo,
entornaste la puerta, porque todo
iba a doler igual, porque tu tiempo
nunca tuvo constancia para nadie.

9 comentarios:

MARÍA SANZ dijo...

Querido Paco, no tengo palabras para agradecerte las tuyas, tan generosas y sinceras como siempre. Me alegro de que te haya gustado mi libro, es un honor poder compartirlo contigo. Abrazos con toda mi amistad y cariño.

Ana Garrido dijo...

Absolutamente de acuerdo, Paco, María es Poeta con mayúsculas, poeta de alma y voz en abrigo. Y generosa, muy generosa. Gracias por traerla hasta tu espacio.

fcaro dijo...

Sí me María, me ha gustado bastante. Lo digo porque lo merece. La forma y el fondo. Gracias por tu cariño.

Unknown dijo...

Ese es, precisamente, el poema que más me ha gustado del libro de María. Ay, Sevilla y sus poetas.
Un abrazo
Eduardo

fcaro dijo...

Llevas mucha razón Ana. Mi casa, mi espacio es una posada con las `puertas abiertas.

fcaro dijo...

Me alegro de la coincidencia, Eduardo, pero hay otros muchos.

carmen jiménez dijo...

Te confieso que he leído demasiado rápida tu mirada, y cuando he llegado al poema, comprendo al leerlo que sabes apostar muy bien.
Anoto libro y autora para cuando vengan los Reyes. Una se queda con ganas de leer más.
Un saludo y feliz navidad.

Anónimo dijo...

Es un lujo para Sevilla, tener una grandisima poeta como Maria Sanz, de enorme altura lirica, y de una sensibilidad que desgarra y provoca ese pellizco interior cada vez que la leo. Su obra raya a gran altura siempre,soy un incondicional de su poesia. Que pena que no este a mi humilde entender lo valorada que deberia.

MARÍA SANZ dijo...

Aunque con mucho retraso, acabo de leer el comentario de Anónimo y le agradezco profundamente sus generosas palabras sobre mi persona y mi poesía. Siento ignorar de quién se trata, pero si tiene que ocultar su identidad será porque a lo mejor es un delito o una vergüenza hablar bien de mí en público. Qué lástima, a estas alturas...