martes, 1 de diciembre de 2020

Carta pública a y dos poemas de Isabel Fernández Bernaldo de Quirós



      Querida Isabel, tengo de nuevo entre las manos tu quinto libro, El aire que rompe la niebla, publicado como los anteriores en esa casa abierta que es Vitruvio, con ese negro de cubierta amparador de tantas ilusiones. Y es sorprendente que una vocación poética tan tardía haya dado en ti frutos tan deleitosos. No sé si mientras ejercías tu magisterio en la Complutense ya escribías o si el impulso ha sido más cercano, cuando el dolor del tiempo se te hizo albor. Admiro tu vocación decidida, yo diría que sanadora, con la cual te transparentas. Escribes para dejar testimonio de ti, y ese -conviene saberlo- es un hilo madeja que te atrapa y nos atrapa. Y ese es tu viento, capaz de aventar las nieblas, capaz de despejar caminos y aventuras. Me ha sorprendido cómo el cuido minucioso de las formas con que te manejas no supone velo alguno en el discurso, todo discurre diáfano, potente, cierto en tus poemas. En este El aire que rompe la niebla has querido que los cinco capítulos que lo componen carezcan de titular y vengan abiertos por las citas, tú sabrás. Del primero te señalaría la potencia de tu confesión amorosa y la decisión de mantenerla aún y cuando el otoño siga perforando los cuerpos; del segundo, el tono elegíaco de una infancia fugaz, mas cobijo resistente, y de una adolescencia encajonada entre los valles negroverdes de tu Mieres natal, ignotos todavía de la ventura vital que seguiría; del tercero, el más amplio y denso, esa introspección, que pienso configura la base de tu hacer, ese horadar en la piel, ese deseo de entender y entenderse que es la raíz de la poesía, ese sentarse en la encrucijada de caminos y otear que es siempre la vida. A los poemas en los que dominan palabras como pesadumbre, desconcierto, miedo, invierno, niebla, se oponen lenta, pero sostenidamente, otros que se alzan sobre abrazos, ternura, dignidad, resistencia, viento. Una tensión entre contarios que tal vez se alojó en ti en una hora crucial, en unos momentos en los cuales has sido sometida a prueba y en donde la escritura fue siempre tu aliada. Tensión dialéctica en que la síntesis aparece en tu pacto sellado e irrenuncaiable con el tiempo y la palabra (Palabra en el tiempo, recordamos a Machado) para posibilitar el sendero, para lograr que, a la tarde de la jornada que andamos, la niebla deje paso a la esperanza. Y es en los dos apartados finales en donde abres tus ventanas al mundo de los otros: al de los abandonados en una, al de los amigos y sus paisajes en la otra. Bien sabes que un corazón no puede latir solo.


Quiero decirte que sé, por nuestras conversaciones, cuánto te salva la poesía. Y como es cimiento de tu voluntad. No la dejes. La necesitas, te necesita.


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Suponen que duerme
 
Un poncho de lana virgen
cubre sus hombros
y el dolor entumecido de sus días.
Por el gran ventanal
que mira a la balconada,
se cuela un sol tímido
que funde el hielo de su cuerpo.
 
Unos folios confundidos,
una vieja estilográfica
y una lupa de mano
esperan inquietos sobre la mesa.
 
Demasiado tiempo dormido.
 
Un surco en el disco de vinilo
interrumpe la Misa Brevis de Mozart.
 
Tu vida atrapada en la espiral
de un Kyrie eterno, padre.
 
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La razón de mi desorden
 
Aquí,
al otro lado del orden de las cosas,
me sorprende el desorden de mi llanto
cuando escucho el sonido medio roto del reloj
que precede al último minuto de la noche.
 
Y es que la noche tiene las manos frías.
Y es que a mí me duelen las manos frías de la noche.
 

6 comentarios:

Isabel Fernández Bernaldo de Quirós dijo...

Toda mi gratitud por tu generosidad y magnífica "Carta".

Pedro Torres dijo...

Cada día me gustan más estos cartas porque a quienes nos asomamos a ellas sin ser los destinatarios nos transmiten, con suma delicadeza, una emoción y un saber que no no son nuestros todavía, pero que lo serán en cuanto leamos el libro. Y sin paráfrasis: gran mérito en tiempos en que muchos de los que se atreven a hablar de libros de poesía se limitan a decir, más torpemente y con más palabras, lo mismo que ya dice el autor.

fcaro dijo...

La mía para ti por tu buen hacer poético, Isabel, que nos regalas.

fcaro dijo...

Tengo dicho, Pedro, que no soy crítico literario, que cuando hablo de algún libro estoy viendo tras él al autor/a, que suele ser conocido. Tal vez por eso la carta significa para mí una manera confortable y segura de decir las sensaciones que en mí han dejado.

Recomenzar dijo...
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Julio González Alonso dijo...

Felicitaciones, Isabel, porque tu libro ha sido merecedor de un artículo tan bueno y que hace justicia a tu obra, ya extensa y de hondo calado. Un abrazo.
Salud.

Julio