martes, 17 de marzo de 2020

Dos poemas de José María Álvarez. De "La mirada de la esfinge"




No tengo la fortuna de conocer su persona, la de José María Álvarez, digo. Cartagena y 42. Pero bon vivant, hedonista, mediterráneo o el castizo retozón, no son calificativos a despreciar. Lo digo para el que desee acercarse a su poesía a través de la selección que ha realizado Noelia Illán. Fiel admiradora, de lo cual se confiesa. Tan fiel que ya abrió con uno de estos poemas aquella aventura de La galla ciencia, de tan buen pasado. Creo recordar que era el impagable poema del autoéxtasis solitario (léase masturbatorio) que titula “Como asegura Karl Kraus…” Reconozco que no he leído en profundidad la obra de José María, ni puedo asegurar por tanto que sean libros de esos que se leen sujetándolos con una sola mano, pero esta selección de Noelia, tan oportuna, viene a chocar con la mojigatería de los correctos (y las correctas) que está poniendo en jaque la literatura mundial. Esa que niega, o cuando menos disimula, a la mujer como objeto del deseo masculino y al hombre como objeto del deseo femenino. Y el esplendor, y la explosión consiguiente. Y la necesidad de contarlo hasta las cachas. Hablo de la vida, del más gozoso de los misterios de la vida. Qué hermoso deleite –cuando ahora tantos (y tantas) enfundan sus tactos con papel de fumar– que haya poetas capaces de entender que la carne, ese enemigo con el mundo y el demonio, fue el primer motor engrasado de la poesía. Pregunten si no a Safo, que ahora cuida refugiados en Lesbos. 59 poemas como 59 disparos a la línea de flotación de los tiquismiquis. O de los cuentasílabas que somos. 59 oportunidades lectoras ¿por qué no 69, Noelia? para congraciarse y congraciarnos con las razones placenteras del Arcipreste. Dicen de él, de José María, que ha tenido una vida agitada y viajera, llena de amistades, espiritosos, madrugadas y hoteles enriquecidos. Dicen que le tomó de la mano Castellet para aquellos novísimos de peste que no hay manera de agotarlos ni de evitar que te los restrieguen. 
Pero es el caso que a mí, 50 años después de aquella juerga editorial, me llega para campo de lavandas este libro que titulan La mirada de la esfinge, y me orea. Este acierto bien editado por Olé Libros, en Valencia, que estalla y hunde, que renueva y desborda. Y es poesía. Valga como estímulo en estos tiempos del cólera, que diría Gabriel..
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Una historia inmortal o Mein Bettschatz

Tu cuerpo era un espectáculo más hermoso
que el Cuerno de Oro en el crepúsculo
La música de tus suspiros tus gemidos hondos
llevaban tan lejos como Mozart
Lo que podía presentir tu pasión
no era menos que lo que veo en Macbeth
En aquel cuarto sucio ruidoso
de radios pegajoso de los olores que subían
la isla bullendo en la Ismael Sabry
bajo aquel calor que la intención
de una brisa como aire de mariposas
hacía propicio para el deseo

y sobre aquella cama tu
juventud esa belleza hija
de la copulación furiosa de mil razas
el pelo suelto mojado de sudor
tus labios húmedos y entreabierta la boca
la sonrisa sabia Eso que no se enseña
sino que va en la sangre de los siglos
de saber lo que es la cama la que es joder
Y allí me devolviste
lo que hemos sido en épocas mejores
cuando éramos libres y el placer
una corona de alegría

Tu carne me decía
Han querido destruirnos tantas veces
tantas veces han querido asesinar el sexo
Pero aquí estamos
y estamos orgullosos
y lo estaremos
como lo habían dicho tus ojos obscuros y sensuales
en la calle
más ardientes aún por el hiyad.
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Templar

Qué magnífico momento
cuando en los ojos de una mujer
te has muerto.


6 comentarios:

JOSÉ LUIS MORANTE dijo...

Querido Paco, qué hermosa reflexión sobre la poesía de José María Álvarez; ya he leído el libro una vez y he tomado algunos apuntes, pero ya sabes que soy un torpe genético y necesito otra lectura con fuerza para adentrarme, como tú, en las claves explicativas de la escritura novísima. Muchas gracias por tu mirada en el blog, es siempre mediodía.

Mayusta dijo...

"Cuando tantos (y tantas) enfundan los tactos con papel de fumar" hay que matar la hipocresía con la verdad de los cuerpos y la gloriosa "petit mort" de la vida. Y celebrarlo. Bravo y abrazo.

Juan Carlos dijo...

Estimado amigo Paco Caro:
Yo, al contrario que tú, si tuve oportunidad de conocer a José María Álvarez. Fue durante un breve curso veraniego dado a profesores de Instituto en la Universidad de Salamanca. Allí, junto a Carlos Bousoño y algún otro que ahora mismo no recuerdo estuvo este poeta incluido por Castellet en su ya vieja antología de novísimos. Recuerdo perfectamente que él mismo -rondaba el año 1989 o así- lo comentó en medio de sus charlas, amenas e interesantes por demás. Pese a este breve contacto auditivo-visual con el poeta nada de su maestría literaria se me pegó, lo que lamento en extremo. Mejor hubiera sido al contrario, como es tu caso, ¿no?

Un fuerte abrazo

fcaro dijo...

José Luis, buen amigo, está la primavera a punto en estas sierras que me circundan, y vas tú y llamas mediodía a las pequeñas reseñas de este rincón. Un gozo tratar con poetas como tú. Del rastro novísimo va quedando poco en la poesía española actual. Espero tu texto sobre José María. Un texto que clarifique lo que en mí es pura sensación, emoción. Y mi abrazo.

fcaro dijo...

Así, Miguel Ángel. La belleza no se extingue ni nadie podrá con ella. Quien supiera escribir como el cartagenero. Cuídate. Nos vemos.

fcaro dijo...

Ya me gustaría, Juan Carlos, que se me hubiera pegado algo de José María. Me alegro de tu lectura y de que haya traído el recuerdo de su persona allá por aquello años felices cuando el futuro parecía una verdad absoluta. Seguimos con la poesía, amigo. Y gracias por pasar por esta tu casa. Un abrazo.