lunes, 11 de marzo de 2019

Crónica primaveral: Raquel y Corredor-Matheos


      Puede que no orbital, pero sí atmosférica y poética: estamos en primavera. Y dos poetas una joven, y otro también lo celebraron la semana pasada en Madrid. En lugares que son ahora centros ciertos de atención primaria: Café Comercial y Librería Alberti. Madrid está agitado y hay praderas de hierba tras cualquier esquina.


Joaquín P. Azaústre y Raquel Lanseros
(Foto: L. Comba)
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      Está que arde el Café Comercial en esta primavera de 19. A los llenos de la planta baja añaden las llamas que se prende a media tarde en el “piso de arriba”. Rafael Soler, sabedor de la dejación de otros foros, es responsable de tales calores. Si mañana martes está prevenida una sesión conmemorativa de los 66 años de la Tertulia Montesinos, el lunes 4 tuvimos un acto de alta temperatura. Raquel Lanseros leyó y vivió de Matria, libro que recoge poemas urgidos por su reciente maternidad. Estuvo acompañada en conversación por Joaquín P. Azaústre, que hurgó en sus quehaceres actuales. Y lo hizo con la habilidad suficiente para que además de su sonrisa, de su buen ser, brillaran sus nuevos poemas. Estos que vienen envueltos en el estuche de lujo de la colección con que Visor pretende competir con Tusquets. Estuvo Chus, por cierto. Raquel añade aquí a sus provocaciones habituales (tiempo, historia, orígenes, lengua, los otros…) un nuevo lugar de extracción: el hecho de ser madre –qué enorme poema Todo corazón, con que obsequió. Toda Raquel es una palabra en busca de identidad, personal, poética y colectiva. No hay poema suyo en donde no se perciba la tensión de ser, el desafío de estar. Es poeta en el borde de claridades e intuiciones, en la frontera de lo celebrativo y lo significativo, en los límites de la constatación y la paradoja. Poeta de la dulce lezna y/o acerado bálsamo, vive en la elegancia de lo no fingido, y lejos, muy lejos, del acostumbrado patetismo español de cartón piedra. Poeta de una generación que pregunta desde lo joven al pasado y al futuro –poemas como Europa, el nuevo Frankenstein, como Epifanía en La Boca–, aparece también preocupada por el hacer poético: ese La loca más cuerda que abre el libro y que leyó en la tele hace unos días. Dijo de ella Joaquín que es capaz de fundir el verso claro y la exigencia, la técnica y la frescura. A lo que respondió que la poesía es un río que nace en la tradición, y corre para ser compartido. Agua y orillas para crear realidades paralelas, remarcó. Leyó con desparpajo contenido, habló de América como esperanza fecunda, agradeció a la vida. Matria (20 euros) es un paso firme que la confirma en sus lectores, esos que recuerdan sus impecables Croniria y Las pequeñas espinas son pequeñas y a los que acaso despisten poemas como el soneto incluido o los descritos en inglés (su otra lengua).


José Corredor-Matheos dedicando
(Foto MCBarri)

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      Sepan los que ignoran que José Corredor Matheos cumplirá dentro de poco 90 años y es un poeta en flor. En agua, en montaña, en paisaje, en pez, en vuelo, en geranio, en vida. Desde hace años, desde su Carta a Li Po. Es el asunto que la extremeña Fundación Ortega Muños ha editado, al cuidado de Álvaro Valverde y Jordi Doce, la selección El paisaje se hace en el poema (12 euros). Buen título, porque refleja la manera de entender que tiene este extraño, por singular, poeta manchego-catalán. Dicen que su poesía aspira a no ser notada, por ser fusión, contagio. Deseosa como está de ser palabra adherida al pájaro que pasa, a la hoja que cae, al son de una campana. Que procura ser de la misma naturaleza de cuanto existe y maravilla. O de cuanto es nada.  Corredor-Matheos es amigo del poema transparente. Más aún, si pudiera lo haría desaparecer. No las palabras, que venera, sino el objeto escrito que llamamos poema. Y todo para que no sea obstáculo que nos impida ver cuanto importa: léase las cosas que viven y nos dejan vivir en ellas, con ellas o en sus alrededores. Si pudiera, suprimiría al propio poeta como tal. El lector, el buen lector, percibe esa intención y se sabe con él sosiego, y se transforma con él en mirada caminante. Dijo Jordi Doce al presentarlo que es poeta de lo breve, del verso corto y decir ligero, de los instantes iluminados. Que es poeta reconciliado y reconciliador. Zen o franciscano, a elección. Dijo también que el libro se ha elaborado como una unidad y debe leerse como libro exento y único, que contiene poemas nuevos. Dejó tiempo, qué bien, para que el poeta dijera. Y Corredor dijo de su amistad con Godofredo Ortega Muñoz, el pintor de los paisajes místicos. Y dijo de sí mismo. Declaró ser moderada y felizmente apocalíptico, porque caminamos como sociedad hacia un derrumbe necesario y oportuno. Que cada poema es para él una sorpresa. Que todos nacen del no planteamiento y se levantan sin permiso. Que es también sincrético: todos somos todo. Y lo dijo varias veces. Viéndole hablar, moverse, hacerse fotos, preguntar a todos y escuchar a tantos amigos como acudieron, cualquier testigo declararía en juicio que es uno con el tiempo, que la mitad del camino no ha llegado aún para Corredor-Matheos, que su cuerpo y su mente están recientes y limpios. Y que todo sucedió en la Alberti y en la tarde del 6 de marzo.

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AMOR PROPIO


Aún no la conozco, pero sé que me piensa
Me contempla también, de vez en cuando.
Tiene fotografías, vídeos, grabaciones, 
                                   quien sabe si hologramas.
Mientras yo me preocupo 
por cualquier nimiedad cuyo fin no recuerda, 
ella sueña la dicha que sería 
volver a estar un rato en mi lugar.

La anciana que seré me quiere más que yo.

                                             RAQUEL LANSEROS

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Sé que es una montaña 
porque vuela, 
porque nunca está quieta, 
indecisa 
entre el cielo y la tierra. 
Sé que es una montaña 
porque no necesita 
saber que estoy aquí, 
clavado, contemplándola.

                                 JOSÉ CORREDOR-MATHEOS



2 comentarios:

Mayusta dijo...

Dos poetas que frecuento literaria y personalmente. Enormes en ambos sentidos...

fcaro dijo...

Y buena gente.