sábado, 28 de enero de 2017

De indolencias, hiperactividades y poetas tardíos



      Nos reunió el Jefe para tratar sobre la indolencia, enfermedad contagiosa que suele atacar a los poetas de cuando en vez y cuyo agente patógeno se está investigando en Colombia. La conversación no llevaba a dique cierto y poco a poco se fue mezclando con asuntos sobrevenidos. Todo para buscar explicación a la parálisis de la redacción durante este enero cruel. Algo que ya venía presintiéndose desde noviembre.


      Será difícil recuperar el pulso, apuntó la becaria. Será cuestión de que llueva, dijo el botones parodiando a no sé. ¿Por qué no presentamos un libro nosotros? –señaló el veterano– Así disimulamos la parálisis. El jefe se puso serio, parecía pensar. En esto nunca hay certeza. Pero aceptó.  Y recordó el compromiso de no hacer crónica de nuestras actividades. Una cierta brisa, leve, pasó entre los olivos. Acordamos citarnos para el martes 7. Veremos si salimos de esta, dijo una voz no identificada, ¿es de verdad necesario tanto pedaleo?. Con melancólico gesto se levantó la sesión. Porque el mal, todos lo sabíamos, no había sido conjurado de raíz. Era una solución de sanguijuela y cataplasma. Hará falta una sacudida fuerte, más fuerte, y varios paracetamoles, recetó el pesimista.  Visto el ambiente, alguien sugirió recordar lo que se dice en un reciente ensayo sobre los poetas tardíos. Aunque sólo sea por hacer ruido, remachó. Ea, dijo la andaluza. Y se leyó lo que sigue:

Por eso los poetas tardíos, además de tenaces, son ucrónicos por definición: están fuera de su tiempo y editan sus primeros libros cuando los de su quinta ya andan cerrando las obras completas, pero semejante desfase lo compensan con una lopesca fecundidad que resulta a menudo febril y hasta envidiable. Gracias a la jubilación o a cualquier otra forma de inactividad forzosa, han encontrado el mejor aliado posible de la escritura, que es el tiempo libre. Y aunque se sientan generacionalmente desubicados, han descubierto con retraso que la literatura, en efecto, poseía una cualidad salvadora y balsámica. Se diría que luchan dramáticamente contra el tiempo y por eso su actividad creadora puede volverse compulsiva, como si pretendiesen recuperar toda esa existencia anterior que sólo fue, para ellos, un largo y anónimo silencio […]


      Oye, exclamó el joven redactor, eso está bien visto. Eso explica muchas cosas. Ay si yo fuese tardío para derrotar a la indolencia. ¿Quién lo ha escrito? El Jefe cerró con autoridad. Un amigo de la casa. Y nos fuimos.    

8 comentarios:

JOSÉ LUIS MORANTE dijo...

Querido Paco, hoy mi comentario solo pretende darte las gracias por tu compañía en la Alberti y por tu afecto siempre renovado y cómplice. Fue un placer verte de nuevo, como es un placer seguir tus entradas en el blog. Siento lo de Nicolás del Hierro, y por fortuna su poesía se queda con nosotros. Un abrazo.

Laura Gómez Recas dijo...

Genial ese amigo de la casa!!!! :)

fcaro dijo...

A ti, José Luis, tan certero y sagaz como siempre en la interpretación. Volvemos poquito a poco a la actividad. Nicolás era un gran amigo. y gran persona. Un abrazo.

fcaro dijo...

La casa tiene amigos y amigas. casi todos geniales. esa es su fortaleza, Laura.

Miguel Ángel Yusta. dijo...

Nunca es tarde si la dicha es buena. O sea, la Poesía es la aspirina del espíritu y, a cierta edad, hasta la viagra de las neuronas...Felices aquellos que, tras el laborioso desempeño de una vida laboral y familiar, sientan cátedra de poetas y marcan camino a los que se empeñan-nos empeñamos en aprender siempre, aunque sean-seamos los supervivientes llenos de cicatrices de aquellas benditas y sacrificadas generaciones de la posguerra.
Abrazos.

Javier Díaz Gil dijo...

Los poetas tardíos, que no indolentes (como es tu caso) son lo mejorcito que hay. Porque la Poesía ha reposado y madurado y ahora llega el fruto que gozamos los lectores, tus lectores. Enhorabuena, Paco, por este nuevo libro.
Espero poder estar el martes 7 acompañándote.

Un abrazo
Javier

fcaro dijo...

Ay, Miguel Ángel, qué alta la cátedra de la Poesía. Apenas si podemos vislumbrarla entre la niebla. Virgilio y Dante y los procesionarios. Pero, es cierto nunca es tarde para incorporarse con una nueva vela-luz en la mano.

fcaro dijo...

Ojalá puedas acompañarme, poeta. Será una alegría. Que el jueves 9 repetiremos a tu costa. Un buen abrazo.