viernes, 23 de enero de 2015

Los peligros del directo y la tríada adjetival

   
Desde la famosa calificación con que tiñó Valle al Marqués de Bradomín, quedó clara la disponibilidad – y la exigencia- del idioma a la tríada adjetival, siempre que los adjetivos lleguen a darse la mano desde el desconocimiento anterior. Es claro que no sabemos la opinión del Marqués ante el efecto de su retrato público. Ni a Valle le importaba. El problema reside cuando el objeto de la tríada es un ser vivo aún y presencial. El asunto estuvo a un tris de llegarse hasta las manos. Ocurrió en el café Comercial y poco después de un feliz homenaje al novelista Ramón Hernández con motivo de su cumpleaños. Y de la reedición de Eterna memoria, una de sus novelas. Ocurrió que una de las asistentes, embravecida en exceso, una tal Toya V del Cañal, se permitió tildar a uno de los redactores de Mientras la luz de polígrafo manchego y destructor, lo que no es poco. Y más tras el recochineo de polígrafo. El redactor, en presencia de todos, exigió un tercer adjetivo. El chico pensaba que se lo merecía, aclarando a voces, acalorado, que rechazaba el de eximio por haberlo visto en demasiadas fachadas. La cosa se complicó, adquirió carácter público, se extendió por la barra y se escucharon opiniones contrapuestas hasta el exaspero. Algunas de afrenta, otras solamente apasionadas. La edad de los intervinientes logró que el asunto no llegase a las bofetadas, pero la cuestión se enconó. Y el griterío. La exigencia del redactor era legítima y así se entendió. Yo sé que no está bien decir esto, contar el final, lo que de verdad saldó el requerimiento, que no fue sino el elegir un tercer adjetivo ¡¡por consenso!! Fue una situación humillante para todos, pero necesaria para tomar en paz los últimos vinos. El consenso – en política también- solo alumbra lo neutro. Vean: aceptaron ubicuo. Sobado, indiferente y nada, lo sé, para un tan buen periodista como es el chaval. Entre todos le consolamos. ¡Es tan joven! No sé qué rumiaría en el metro, ni cómo llegaría a casa. Pobrecito. Ubicuo, manchego y destructor. Ojalá y su familia nunca llegue a enterarse.

4 comentarios:

La Solateras dijo...

¡Ja, ja, ja...! ¡Cómo es la Toya!

fcaro dijo...

La Toya se portó impecable, Ana. Es que nuestro redactor es muy joven, muy suyo y esas cosas.

David Morello dijo...

Suscribo lo que vi. Y esa turbación del joven redactor manchego...

fcaro dijo...

Siempre son buenos los testigos de cargo. Se agradece.