martes, 21 de mayo de 2013

Chantal Maillard en Cibeles



    Había comenzado. Entré a tiempo de verla sentirse extraña con el micro. El torreón de la esquina de Cibeles/Alcalá volvía a ser lugar, ahora acondicionado, mejor, para la tarde dedicada a la poesía. El ciclo Favorables, que ha seleccionado a poetas nacidos en los 50, escuchaba a Chantal Maillard. La belga, la malagueña, barcelonesa e hindú, vestía de negro sólido su figura menuda, casi recogida. Pasó con cierta cómoda incomodidad el trance inicial de ser presentada. Tiempo en el que suele pedirse, es la costumbre aquí, que el poeta se adhiera a la biografía comentada que, en segunda persona, se le propone. ¿Cuál es tu trayectoria? De preplatónica a Wittgenstein, afirmó para cerrar. Y era jueves, 16 de mayo.

    Había gran expectación. La sala como nunca, plena, 60 personas de las que Mientras la luz no podría mencionar siquiera un nombre. Otro público lector. Parecieran incontaminados, gentes ajenas a las rutinas tertulianas que tanto acechan. Otro país es posible, pensé, para la poesía. Tal vez porque Chantal es otra poesía. Ahora publica en pequeños formatos, casi inencontrables, cuadernos, dijo. Y en Tusquets, claro.

 Que sigue cultivando la intención del dietario, con prosa frontera, híbrida, poética y/o filosófica, puente, subrayó. Después comenzó a leer. La despoblada interrogación de su rostro, su centro, recordaba a algunas de las fotografías más divulgadas de la Pizarnik. Lo hizo con algún texto-denuncia de nuestros hábitos exterminadores, de los holocaustos publicitados y de otros que la humanidad se calla, desentendida y culpable. Leyó un poema sobre el conocido hecho de Nietzsche y el caballo de Turín. Luego inéditos. 

Y leyó de Hilos. La incomunicación de Hilos. O mejor la imposibilidad de la comunicación. O mejor el hecho de que la no posibilidad de la percepción cierta imposibilita la comunicación. La lógica no puede hacer al lenguaje sino descriptivo. ¿Y la poesía? Lee Chantal, de Hilos, los pasos que abandonan la habitación, lee Chantal, de Hilos, el poema Abre la mano, la extiende y dice calma. La mano y también… Lee y lo escenifica con duelo, contemplándose, diciéndonos. Ese poema es Chantal Maillard, nada más hay sino verla leer para saberlo. Pasos, dentro, cansancio, hilos, balbuceo, escribir, mi escritura es una necesidad, no una pose, yo no escribo para parecerme a Beckett: Chantal Maillard: subrayar, decir adversativamente, dubitativamente, aunque, tal vez, avanzar a través de lo supuesto, volver a la comprobación, evitar el lastre, distinguir, definir… tantear el nacimiento del poema, despojarse en él, de él.

     Hubo densidad silenciosa cuando terminó la lectura. Imposible el coloquio durante un tiempo. Luego la dificultad. La Maillard vive un mundo que se desviste, que abandona, que deja. ¿Habrá algo nuevo, aunque mínimo, que te impida llegar al vacío? – pregunta alguien.  Conozco el camino de ida: desaprender, dice, no el de vuelta. ¿De qué poeta vivo crees estar más cerca? De mí misma, responde. ¿Estás de acuerdo con “los dolores del viaje expuestos al sol” para definir la tensión que precede al poema? El mí es la costumbre del ser, y además está la conciencia. El mí observador puede intentar desimplicarse y ver al mí desenvolverse, pero hasta qué punto no son cómplices y hacen el relato imposible, por muy expuesto al sol que parezca. ¿La escritura es también un refugio? Si.

     No hubo fotografías. Estuvo algo más contenido Juan Carlos Suñén. Sin demasiados huecos para. Puso el sombrero a un lado, un gin-tónic al otro. Este último lo fue ingiriendo a sorbos durante la presentación, la lectura y las respuestas de Chantal. Con parsimonia. El sombrero, indiferente a todo, apenas se movió.

2 comentarios:

omar enletrasarte dijo...

buena entrega, gracias
saludos

La Solateras dijo...

Confieso humildemente que no conozco la poesía Chantal Maillard, pero es tan preciosa tu crónica que me dan muchas ganas de conocerla.

Gracias, Paco.