viernes, 17 de febrero de 2012

Elisabeth

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Elisabeth Porrero es poeta. Su licenciatura en Ingeniería Química no se lo ha impedido. Vive en Ciudad Real. Allí trabaja. Allí proclama oralmente la poesía. Recuerdo su temblor en muchos lugares, pero sobre todo en Mayo de versos.  Y allí, en su Ciudad Real, recibió, y repartió, hace unos días su primer libro. Poemario editado, afortunadamente, por la Biblioteca de Autores Manchegos, que quiebra con ello una línea de fondones masculinos. Laus deo.

Aire fresco para la poesía manchega. Forma parte de una nueva generación, con Diana Rodrigo, David de la Sierra, Eugenio Blanco, María José Maeso… que debería confrontar el discurso de la generación anterior, la surgida a principios de los años ochenta, y de la que hoy son referentes:  Miguel Galanes, Federico Gallego Ripoll, Pedro A. González Moreno...

Elisabeht es poeta que convoca. Amigos, curiosos y amantes de la poesía ocuparon hasta las paredes la sala donde se presentó Peregrino de sueños. Más de 150 ejemplares vendidos dan idea de la expectación con la que fue recibido, recibida. Feliz Elisabeht, feliz la poesía.  Leyó con emoción tras el retrato vocacional que de ella hiciera Juana Pinés



Peregrino de sueños habla, desde la delicadeza del trazo, de un viaje físico y emocional por paisajes, lugares y rincones del mundo, del alma. No hay experimentación con, sobre, por el lenguaje, sino ternura en su trato. Elisabeht necesita las palabras para contar la plenitud de sus sensaciones. Sin duda porque piensa que, en el tránsito que todo poema supone, nada debe importunar la claridad de su mirada. Y lo consigue. Poemas limpios donde hallan acomodo la sugerencia y la pregunta. La sinceridad del diálogo del poeta con las cosas ofrecidas. No es fácil escribir con el alma descubierta. Sus poemas buscan atravesar las sombras, que el agua llegue hasta nosotros, sanadora, para cerrar heridas. Y lo consiguen.
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VII

Cómo admiro el silencio de los árboles 
porque deben sufrir calladamente 
el abrazo tan frío del otoño. 
Inesperadamente por su piel 
trepa la soledad, hasta que se hace 
su dueña por entero.

Y tendrá que dolerles, 
lo mismo que a nosotros, 
ser víctimas de tanto desamparo. 
Pero es su pena sabia e invisible 
y, ante el daño, que no puede evitarse, 
se mantienen erguidos y más fuertes.

Quizás han aprendido
que no es su dolor único en el mundo. 
Conocen bien el llanto de los cielos 
que, fielmente, pretenden consolar 
recogiendo sus lágrimas, 
o el del mar enojado que golpea 
sus raíces incluso hasta arrancarlas.

Saben de la orfandad de aquellos pájaros 
a los que dulcemente dan abrigo
o de la enloquecida ira del viento 
que mutila sus brazos fieramente. 

Cómo admiro el silencio de los árboles. 
¡Con qué sabiduría ellos se entregan 
y se duelen!
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Elizabeth es un cielo cualidad que advertí en mis tres o cuatro encuentros con ella (con los del Guadiana también) en Ciudad Real, encuentro que quiero repetir (siempre prometo volver). Felicidades a través de este blog, este blog donde los encuentros son tan enriquecedores. Besos,Paco, besos Elizabeth. Cristina Cocca.