miércoles, 12 de enero de 2011

A cuatro manos: Dionisio Cañas / Manuel Juliá

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Manuel Juliá y Dionisio Cañas
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No sé si se ha dicho en alguna ocasión, no sé si mis lectores lo habrán oído decir, pero me creo en la obligación de advertir que Dionisio Cañas es un poeta que ha vivido durante casi 30 años en Nueva York y casi el mismo tiempo entre otros lugares y Tomelloso. Con esas dos luces, con esos dos ruidos vive. Antes, en Nueva York, junto a la cercana sabiduría poética de José Olivio Jiménez, ahora en Tomelloso, en el estómago de un bombo: esas ballenas blancas y campesinas de La Mancha. Dos territorios para un solo lugar.

Hace unos meses, Manuel Juliá, escritor, también poeta, excelente lector, sintió la necesidad de agrupar la obra de Dionisio, dispersa y semidesconocida, como todas, en una antología que procuró a Hiperión para ser editada. Así apareció LUGAR, algo distinto a una antología. Digo algo distinto porque el antólogo así lo ha querido. Manuel Juliá ha querido hacer un libro, quiero decir un libro nuevo, con lo ya publicado por Cañas. Tanta claridad de concepto hace que no haya reflejo de los libros editados que han sido cantera de los poemas de la selección. Desprecia otra obra editada que no se atiene a su plan y apenas insinúa cronologías, a no ser para indicar que la parte central contiene los inéditos y la final sus antiguos poemas. Digo esto para resaltar que Juliá ha recreado con su intervención.

Hay un prólogo extenso y documentado con varias ideas motrices: la emoción, la conmoción, como necesidad; la distinción entre espacio y lugar, entre ámbito y refugio; la posibilidad de roce del hacer poético de Cañas con ciertas corrientes que toman los suburbios como escenario, Cioran como referente; la muerte en connivencia con la vida, ambas en sola realidad. Hay un desusado epílogo –del mismo Juliá-, un literario paseo donde la metáfora del crepúsculo ahonda la reflexión del diálogo entre crítico y poeta. No es extraño por tanto que antólogo y antologado ocupen el mismo espacio (casi) en las notas de la contraportada. Esta edición hubiera sido espiritual y materialmente imposible sin la intervención de Manuel Juliá.

La poesía de Dionisio Cañas merece el esfuerzo realizado para convencer a Hiperión. LUGAR es un libro preciso y orientador. Habla de la poesía española de fin de siglo a través de unos de sus protagonistas y de sus testigos. El camarote marxiano donde vivía Cañas en Nueva York era el punto de arribada de numerosos poetas iberos. Una poesía, que de hacer único caso a lo aquí editado, se mueve, desde mucho tiempo, en las orillas de la desolación, de la más íntima búsqueda, de la insatisfacción en las huellas halladas. Una desolación que proviene de la disolución de un miedo permanente en una soledad nunca despejada. De ahí la presencia de la muerte como excusa y puerto a tanta inseguridad. Lo demás que habita su poesía son escenarios provocadores, máscaras: la presencia de lo manchego en la metrópolis y viceversa, la exhibición de la manías homosexuales, la cotidianeidad de lo turbio, las substancias, el amor o la carne como sábana y cuchillo, el criminal ridículo que siempre es el poeta. Máscaras. Tan solamente soledad y miedo. Y auténticos.

Lo leí cuando llegó a mis manos, lo he leído después. De cabo a rabo. Merece la pena. Ha merecido la pena sacar las palabras de Dionisio Cañas de rincones, del seco polvo y manchego, de las torres de ceniza de las dos gemelas, de la invisibilidad. Mi felicitación a ambos.

(Addenda. No conocía, no conozco apenas a Dionisio, a su persona. Coincidimos un momento tomando café frente a la sede de Hiperión, con su alma mater, cuando se cocinaba la edición. Cuatro palabras. Hoy he leído una entrevista suya en la que acusa a las instituciones y a los partidos políticos de la falta de lectores que ahoga a la poesía. Lo de siempre, leña al otro y cero responsabilidad en los poetas. No estoy de acuerdo con él. No es posible tanta marginalidad en lo escrito y reclamar más amplio el paraguas de los impuestos. Con el que alguna vez se ha cubierto, nos hemos cubierto, de la lluvia.)

(Otra. Manuel Juliá termina de colgar en su página el artículo que publica en El Invisible Anillo y que aclara su relación literaria con Dioniso Cañas. Aquí http://www.manueljulia.com/verArticulo.php?intId=498 )



Dead end







Ha llegado el momento
de irse a la mierda,
pisando un camino que no existe,
con la boca llena de un polvo que no existe,
con los ojos cegados
en búsqueda de un padre que no existe,
con el recuerdo de quien fue cien veces
el mismo desconocido que ya no existe.
Un presente sin historia, por favor, que me
llegue un presente desconocido y hermoso,
un presente como la boca de un ángel o de un demonio,
en este día infame donde la nieve
huele a carroña y mi cuerpo busca sin remedio
su fantasma,
que me venga un presente,
un presente con pájaros,
un presente cualquiera.
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