lunes, 4 de octubre de 2010

Nuevo poemario de Pedro A. González Moreno

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En esta ocasión, el premio de poesía “Alfons el Magnànim”, que otorga la Diputación de Valencia, ha sido para un amigo de la casa, para alguien que habita bastantes de las páginas de este blog. Se trata de Pedro A. González Moreno, poeta de sutil trayectoria. Pedro es alguien que cuida como pocos la administración de los tiempos a la hora de publicar, dueño de una extraordinaria exquisitez formal es capaz de crear con sus versos el ambiente preciso para que el hecho poético pueda ser considerado otra forma de la verdad humana.


El poemario, que publicará Hiperión con prontitud, se titula “Anaqueles sin dueño” y según palabras de Jesús Munárriz, miembro del jurado "es un poemario muy bien construido, centrado en las baldas de una biblioteca sobre las que el autor localiza libros de escritores suicidas". Otros componentes del jurado fueron Antonio Hernández, Gonzalo Santonja, Antonio Porpetta e Ignacio Elguero. Esperamos su aparición, de la cual dejaremos constancia. Como esperamos la reedición por parte de Vitrubio de la agotada antología que, con el título de “La erosión y sus formas”, ofreció el poeta en 2007.

El poema que ofrecemos apareció en “Dodecaedro”, plaquette aparecida con ocasión de su lectura en Valdepeñas y editada por la tertulia A-7. El poeta cree saber en qué consiste hacer la poesía. Creencia que Boccaccio de Certaldo hubiese aprobado.

EL PICÓN DE LA INFANCIA

A mi padre


Uno de aquellos días de los duros inviernos
de La Mancha, mi padre
me llevó a hacer picón.
Bajo la luz incierta de aquel amanecer
tenía el campo un brillo distinto, un color nuevo
de frío y aventura.
Recogidos los haces
de leña a campo abierto
hicimos una hoguera y, fascinado,
vi levantarse el humo
en una alta columna, más alta que la luz
de la mañana. Supe
después que aquellas llamas
eran un misterioso reflejo del poema;
algo estaba creándose al mismo tiempo que algo
también se destruía.


Con unos cubos de agua, baldeándola a mano,
apagamos las brasas
para que el fuego no las consumiese.
Era preciso el agua en el momento exacto
(un momento anterior a la ceniza)
para que la madera conservase
ese oscuro tesoro de su fuego escondido.
Finalmente, con horcas
íbamos removiendo el montón humeante
hasta que se enfriaba.


Pensé que aquel oficio consistía
tan sólo en extraerle
el humo a la madera,
o tal vez en guardar, para después, la lumbre
que había oculta dentro de las ramas.


Muchos años más tarde
pensé que sólo en eso
consistía el oficio del poeta:
en quemar las palabras muy cuidadosamente
hasta que ardiera toda la hojarasca
y su corteza impura;
en dejar que los versos, ya vaciados de humo,
quedasen reducidos a su ascua,
y pudieran así guardar un poco
de lumbre para el luego.


Después, ya muchos años
después, algunas veces he pensado
que al escribir poemas
sólo seguía haciendo picón con las palabras:
negro picón
para este duro invierno
de la vida.

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2 comentarios:

Jesús Aparicio González dijo...

Boccaccio de Certaldo lo hubiese aprobado y no soy yo quien para contradecirle. Un hermoso y certero poema.
Y mis felicitaciones para Pedro Antonio por su Poesía y por su premio.

Anónimo dijo...

Felicitar a Pedro es como felicitar a las aves porque canten. Él canta y le premian, él canta y los amigos somos felices al escucharlo, él canta y retorna la fé en la poesía, él canta y vemos que la palabra no tendría sentido sin él. Y tú, alter ego de Bocaccio, cantas también para él y para que los amigos disfrutemos con estas noticias. Besos de CRISTINA COCCA (a los dos)