jueves, 21 de enero de 2010

Restituto Núñez, poeta



Restituto Núñez ha dedicado su vida a la enseñanza, a la familia. Nacido en los campos de Montiel, en Castellar de Santiago, concretamente, vive desde hace tiempo en Córdoba y a caballo con su tierra de nacencia. Es poeta. Desde hace un tiempo escribe.

Restituto me ha enviado su libro titulado “La liturgia de las luciérnagas”. Un libro que fue accésit en el premio Rosalía de Castro 2009, el que ganó Vicente Martín. Y Restiruto es amigo mío. Hemos coincido en el afán tardío por los poemas y físicamente en varios lugares. Siempre ha brotado entre nosotros una afinidad y una cordialidad natural y afable.

Le solicité el libro, pero él ya tenía pensado enviarmelo. Está espléndidamente editado. Lo que siempre es un punto añadido y generoso a la alegría de publicar. Es su primer libro. Antes de él ha obtenido multitud de premios en certámenes de poemas. Pero tenía hambre de un libro de poemas. Lo ha escrito y lo ha visto editado. Enhorabuena.

“La liturgia de las luciérnagas” es un poemario coherente con él, con su mundo y con su manera de componer. Nada ha sido traicionado, sino potenciado. Su amor por las formas clásicas, sonetos incluidos; su gusto por la observación del tiempo y la naturaleza como lugar donde el individuo encuentra su razón de ser; su gusto por la medida y por el ritmo, tanto en el verso como en las emociones descritas. Nada distorsiona esa búsqueda de la armonía que atraviesa todos y cada uno de los poemas.

Lector incansable, suenan en su tinta los colores de Rubén. Tan presente en el poemario, en esos poemas alejandrinos de pie quebrado plenos de guiños líricos. Hay una buscada complacencia y un gusto exquisito en esa mezcla de lo sabiamente popular con lo esmeradamente culto, en la descripción de los campos y los cielos. Nuevas églogas escritas a su modo, donde el amor y sus afanes ya no son protagonistas, sino la quietud, las dudas del ensueño, la fortuna azul de algún apresado instante.

Poemario escrito a los acordes con que suenan las campanadas. Seguro, argentino, solemne, sosegado. Poemario de madurez vital y poética. Necesario para un hombre obligado a contar. Y esperado.

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Siesta

Ingrávidas las horas duermen, mientras la siesta
enhebra su calima.
Los balancines de una bellísima floresta
junto a los olmos brindan un ansia peregrina.

¿Por qué el sopor nos tienta? ¿Por qué acucia o serena?
¿Por qué punza en la sangre como un dardo dorado?
Hay un tul de verbena
que se tiende en el césped levemente atrapado.

Hay una calma hiriente en la red giratoria
de las hierbas y el agua, y un beso, y un edén.
En mi siesta hay bochorno y hay tedio en mi memoria.
¡Pero hay gozos también!

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