sábado, 4 de julio de 2009

Decanso veraniego

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Ahora toca refrescarse, guardarse de los calores de la poesía, leer la playa, tomar la arena, enterrar las tertulias bajo las olas, sentirse olvidado por las convocatorias, reconstruirse, volver como si nada hubiera sucedido.

Será Septiembre.

Buen verano os desea vuestro blogero, que os quiere, Francisco Caro.

miércoles, 1 de julio de 2009

ANTONIA ÁLVAREZ ÁLVAREZ, POETA



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Debo confesar que conocía el nombre de Toñi Álvarez, como a ella le gusta ser llamada, antes de conocerla personalmente. Lo conocí cuando obtuvo el premio de poesía “Pastora Marcela” en 2006 con El color de las horas. Solamente el nombre y su condición de asturiana. Tuve luego noticias de otros logros hasta la ocasión de tratarnos en persona cuando visité Gijón, allá por el mes de marzo, con motivo del premio “Ateneo Jovellanos”. Toñi, miembro del jurado, se mostró encantada con mi obra, Calygrafías, y por sus palabras sospecho que fue defensora de la misma en las discusiones propias de cada jurado. A partir de entonces estamos en contacto, y afortunadamente he podido disfrutar de dos de sus últimas obras: La raíz de la luz y A pesar de las sombras, premios Flor de Jara y Víctor Jara. Libros que comulgan en el mundo poético que los anima y que difieren en la formalidad de la propuesta.

De Toñi Álvarez es posible encontrar poemas e información en la red. Los poemas pertenecen a épocas ligeramente pretéritas porque la vocación pública de su poesía es reciente, acompaña al siglo que nos vive. Dice que es de nación leonesa y de vivir gijonés, que se siente plenamente asturiana sin renunciar a unos orígenes que se traslucen en sus escritos, que se dedica a la enseñanza de los adolescentes en instituto, y que tardó en dar a los demás sus poemas. Situaciones todas concurrentes en muchos poetas actuales, entre los que me incluyo. Tiene, además de los citados, publicado el poemario El otoño, que obtuvo el premio de Andujar.

A pesar de las sombras, editado en Salamanca por Amarú en su colección Mar Adentro, es un libro deudor de Virgilio, a quien la autora cita, por la exquisitez del ritmo, por la ligazón de las emociones en el marco de la naturaleza. Escrito en alejandrinos, tan rotundos como serenos, los versos van desgranando las emociones que la realidad de la vida y el impasible tiempo usan como herramientas para ir modelándonos a su antojo y conveniencia, la imposibilidad del hombre para resistir su ataque y la necesidad de la conformidad, de la aceptación del mundo, de su escenario para ir adivinando y disfrutando los momentos de placer y sosiego que se nos conceden. En todo, hay también algo de hálito horaciano, la naturaleza se ofrece como espejo, como maestra y territorio: Era el dolor un tronco de hondísimas raíces...

Es sorprendente el dominio del ritmo, la sostenida cadencia, la reposada música que invade el discurso de su verso, las elegantes pausas con que demora el final del poema. Por todo ello Antonia Álvarez Álvarez, es poeta, para mí, de obligada lectura.

En La raíz de la luz, libro anterior en edición, pero sospecho que posterior en construcción – son cosas que pasan-, Toñi se entrega a la libertad de un verso plenamente musicalizado. Aquí el arma lírica es la ternura; con ella debe enfrentarse al reto de la vida. Este hueso / sostiene una montaña de ceniza / capaz de deshacerse al menor roce...

En la primera parte la luz recorre, fluye por el cuerpo, y desde allí alumbra: venas, tacto, piel y aromas, los ojos y los gestos, el corazón y el rostro. Así del vino: luz de la vid al labio destinada / en contumaz incendio de dulzura. Y es la primera persona el sujeto lírico, un sujeto que no se impone, que no avasalla, un sujeto receptor de la luz de las cosas a través de los sentidos, que la acepta, que la integra, que la devuelve.

En la segunda parte es la palabra la que sale en busca de la luz para poder contarla, hay en ella toques de la herencia grecolatina, pero sobre todo es en ella en la que encuentro más resonancias del mejor Claudio Rodríguez. Díganlo mejor estos versos: Alcancías de luz. ¿Cómo los ojos / han aprendido a festejar el llanto? / ¿en qué lugar del mundo amanecieron? Será en la tercera parte en donde la poeta dé cuenta del éxtasis de la luz, de la plenitud de su gozo, de la serenidad de su alcance, de saberse viva con ella en la naturaleza, de la posibilidad de fundirse como el máximo anhelo. La mirada se detiene sobre la tierra, sobre el mar, con el viento.

La cuarta y última parte, la titulada Cáliz de luz, advierte que tras la plenitud del rayo que iluminó la dicha, se adivina, plena, la advertencia del fin, que nada hay sino aviso de la fugacidad y que fue preciso detenerse en el instante de la belleza; que nada más hay, pero que el gozo puede prolongarse en el recuerdo, y que contar, escribir es el único oficio del recuerdo, del poeta.

Sirva este poema, Apenas luz.

Se le murió la luz entre las manos
igual que un corazón recién nacido.
Y apenas era luz, pálpito abierto
al alba misteriosa del instante.
Apenas era flor, apenas era
nada; inmensidad, mirada
que abarcaba sorpresas junto al frío
tan pálido. La piel
–apenas era piel- trasluz del alma,
cerró contra la tierra su ternura.

Se le murió la luz al niño herido.
Pobre niño sin luz. Cáliz de sombra.


viernes, 26 de junio de 2009

El arrepentimiento de ENRIQUE GRACIA TRINIDAD











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Enrique Gracia Trinidad va con el medio siglo, y va de negro. Es su color. No permite que le ahoguen las cosas y las ropas. Parece que tampoco los versos, por la facilidad con la que los respira. Lo conocí personalmente, desde la lejanía de mi butaca, en la Biblioteca Nacional el día que hizo vivo al poeta, y paisano mío, Nicolás del Hierro. Ya entonces tomé nota de su singularidad.

EGT, perdonen la confianza iniciática, es un agitador de voz subyugante e impar. Sabe decir el verso propio y ajeno con acento fértil. Él lo sabe y no admite sobre ello apuesta ni comparación, no está en esas batallas, es más, suele aprovechar escenarios en donde se le deja manejar para procurar que otras personas lean, nos lean. Una vez encontró a una mujer que leía mejor que él. No lo puedo soportar, decidió casarse con ella. Y en estas cosas está. Nunca quieto.

Poco a poco he ido intercambiando con él saludos y comentarios, amigos comunes, visitando su blog, sus blogs, escuchando sus versos en lecturas y sobre todo oyendo las presentaciones a los poetas vivos que invita a la Biblioteca Nacional, en las que huye, como de la Esperanza, de comentar o valorar los versos del adjunto. Está más preocupado por comprobar si los datos inmediatos de la infancia de quien le acompaña presagiaban el final insospechado a que se vería sometido. Suele acertar en la ironía, en la contención, en el humor, en el buen gusto. Yo disfruto. (Aunque recuerdo, cierta vez, a un estirado de Bellas Artes decir que no se reconocía en lo dicho por EGT, y que no sabía por qué razón estaba allí. Después de su lectura y su piquito lo comprendí todo: tenía razón).

Hace un mes y tras la lectura de una gallega maravillada, Luz Pichel, fuimos a El Espejo a tomar algo. La cosa se lio porque alguien negó a JRJ, otros no lo negaron. Enrique, que todo lo pone en duda y no da un céntimo ni quita a nadie una rupia, hablaba de releer. Así pasaba el tiempo hasta que el grupo fue aclarándose en su número, momento para que abriera su cartera y nos obsequiase a Miguel Galanes y a mí con sendos ejemplares de su último libro, Pentimento. No sólo eso hizo, sino que tiró de rotuladores, una caja, y nos caricaturizó con gracia junto a la dedicatoria. Un placer. Pentimento se había presentado días antes en el Ateneo del Prado en un viernes de imposible asistencia. Edición de Sial*.

EGT fue poeta joven, luego intermitente, después accesitado, desembocó en premiado (ahí lo cacé yo, cuando se hallaba Sin noticias de Gato de Ursuaria), hasta coincidir en una lectura de Manuel Moreno, donde me regaló Todo es papel, un casi Torrevieja. Por eso sé de su gusto por una ironía, contenida o no, siempre al borde de la vida, por la poesía contaminada de hombres sin rutina, de humos de tabaco, de papel garabateado, ázima y amiga -perdón por las buscadas asonancias-, viva.

He leído Pentimento, hace ya algunas tardes, y hoy lo he vuelto a leer por si añadía un comentario a sus versos en estas líneas. No lo haré, pero me atrevo y digo algo. Me parece muy EGT. La trascendencia tras la cotidianeidad. El gusto por el detalle observado. El respeto al lector: hablo del lenguaje, de un fraseo alejado de la pedantería. De la amplitud de sus intereses. De Li Po, de Atocha y la Azores. De ayudar a Dionisos a sujetar a Apolo. De poner en solfa, cariñosa, muletas culturales establecidas o poses obedientes. De dar aviso a/de la última dama. De saber que nuestra vida es otra vida tras la estampa que el cuadro ofrece. De la necesidad del pentimento, para ser uno y otro a la vez y no estar loco. También usa tanka.


Gracias, Enrique Gracias Trinidad.


(*) SIAL es una editorial empeño de Basilio Rodríguez Cañadas. Hace portadas sin respeto al margen, a folio quemado. Procura calidad en los materiales y su finalización. Usa una tipología con ese arqueológicamente enlazada en situación preconsonántica. Cuida todo, hasta las solapas; procura en ellas que al relacionar los Últimos títulos aparecidos no se junten autores churras con autores merinas.




miércoles, 24 de junio de 2009

HOMENAJE A MIGUEL GALANES EN VALDEPEÑAS

Miguel Galanes
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El próximo domingo, 28 de junio, a las 12,30, están convocados, por los miembros del Grupo A-7 y en su recinto-bodega de la calle Buensuceso de Valdepeñas, los amigos, paisanos y poetas que quieran sumarse al homenaje que se le dedica a Miguel Galanes.

Miguel Galanes es un poeta de referencia para la poesía manchega. Cada vez más nutrido por la luz y las ondulacions de la tierra que lo vio nacer, su voz ha ido descansando, con la mayor delgadez posible, en el espíritu más carnal que de esta tierra emana. Tal vez por eso se convoca a los avisados; sin duda que para poder compartir con él la lectura de esos poemas escogidos que para la ocasión se editan (escrupulosamente por Matías Barchino). Tal vez por eso se ha convocado a Félix Pillet, geógrafo de la Mancha, alicantino y poeta, para introducir su persona, su obra.

Miguel quiere que el acto sirva para homenajear no sólo a la tierra, sino también a un grupo de poetas que, allá por los años de la Transición, fueron capaces de renovar, añadiéndose, la tradición poética manchega. Poetas y paisaje.

Será una buena mañana. Y calurosa. Tal vez el ágora o el Ágora nos refresque después.

domingo, 21 de junio de 2009

Antolín Amador sin coartada


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Antolín Amador es un poeta que ya miró (o ha sido visto, no recuerdo) por o en esta ventana. Vuelve. Porque quiere él y porque yo lo quiero. Porque ha ganado un premio muy bonito "La Bufanda" de Coslada, que yo también obtuve. Hasta que gane lo que ha ganado este año Siles, y sin ayuda, mata el tiempo en Riaño, en la cervecería Riaño, a donde de momento se le puede ver en horas pertinentes. Está alegre casi siempre y feliz a ratos, escribe porque le place y haría otras cosas que también le place si pudiera. Pero necesita companía para lo segundo, cosa que no siempre sucede.

Sus amigos le cantan, le imprimen. Leer lee él solo. Lo sé porque he asistido a dos lecturas casi simultáneas en el circuito joven de la Comunidad de Madrid, que le procura un público incontable. La plaquette que ganó el premio se titula "Los peces verticales". Se la han paginado y compuesto sus amigos de "Habitaciones Desdobladas". Una pareja que suelen irse con los últimos. No preguntéis por qué porque eso no lo sé.

Este poema se titula "No tenían coartada los poetas" , se lo dedica a Bea y dice así:

Ha vuelto a amanecer despacio, débil
como una transparencia.

Estábamos tendidos boca arriba
con las manos calladas
y las piernas a gritos contra el tacto,
no éramos dos en una misma piel
ni los amantes propios de un poema.
Apenas existíamos.

Volvía a amanecer, despacio, débil
como una adolescencia.

Estábamos despiertos del revés.
Como si se pudiera esconder la madrugada
debajo del colchón,
como si el cielo hubiera fundido las bombillas
y no cupiese nadie en sus moteles.

No tenían coartada los poetas.
Había amanecido tan escaso
que nos daban igual todos los versos
que se iban a escribir sobre nosotros.
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Es bonito pinchar aquí y dejarse llevar http://www.habitaciondesdoblada.com/aforanto/las-letras-pequenas/index.html
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viernes, 19 de junio de 2009

NOTICIA DE MARÍA JOSÉ MAESO


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.María José Maeso es una poeta nacida en Madrid, pero manchega ya por su larga permanencia en Manzanares. Su obra poética, elaborada con paciencia y desde la intuición salió a la luz con motivo de haber obtenido el premio Gerardo Diego que concede la Diputación de Soria. El libro Residencia del fuego es una auténtica delicia por el gusto exquisito que gobierna su construcción. Hay en todo él un pálpito de biografía personal, existencial y lírica; una proclamación del compromiso con la palabra, un inventario de asombros, hay nocturnos que declinan en largas ceremonias tras haber vivido las excitaciones del mediodía.


Residencia del fuego está elaborado a partir de la premiosidad, sin prisa, demorándose en los relojes del verso amplio, rebuscando entre la música de los colores y los sonidos pigmentados, haciendo del vocabulario jardín donde encontrar lugar para el sosiego, residencia donde guardar al fuego del olvido.


Valga este Nocturno II como noticia de la toma de conciencia de su compromiso con la poesía.


Aquí arriba con un dolor al fondo de los ojos,
en mi cuarto me sueño como un perro en mi cama
y pánico de luz arañando las calles,
abajo ya dejé aparcadas las dudas, las cadenas,
el miedo entre las uñas y un grito en la tormenta.

¿Has visto alguna vez la calma de la lluvia sobre los adoquines?

Detrás de la mañana aún brillan los relámpagos
y me tañen los truenos

y los hombres de blanco como ardiente reclamo,
al brillo de sirenas,
tocan tambores nuevos en esas ambulancias,
(¿será acaso guerrero?, ¿princesa de extrarradio?)

Es tiempo de deshoras, de ilimitada espera,
se rompió la unidad y la bisagra,
leyendo el corazón escribo con mi hígado,
y libros amarillos y ventanas y windows,
bisutería barata, las joyas encerradas
con las preciosas piedras y el roce de los dedos,

la luz cruza el cristal, la incierta cucaracha...

Extendiendo sus alas con el roce afilado
el tiempo lame días vulnerables
y los hermosos cuerpos aquí en la vieja Europa,
monosabios en este simulacro que habita las ciudades.

Nunca es tarde
si descubres el fuego y el vértigo del blanco,
el horror vacui como un cuadro de Hopper,
el frío en los papeles
(papel de buen gramaje, empapa bien la sangre),
y aquí está mi inventario:
algunas tristes nanas, los dobles apellidos,
el uniforme gris y las cinco mudanzas,
y estas uñas cortadas, mis restos de planeta,
la cruz, sus clavos verdes, y el párpado sangrante
(pues no soporto el sol a palo seco...)
y a menudo me he dejado caer
en la eterna frecuencia de lo amargo
venerando el asombro,
el oro de los días y el ángel de la calle,
los cielos rasos... falsos
y el ara de este cáliz...
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jueves, 18 de junio de 2009

Saber

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Sabe que ha de morir
este yo que envejece
escondido en mi nombre,
mas sigue amando, sabe
que amar es el secreto,
que la muerte no puede
tener
razón en todo.
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(De "Las sílabas de noche")

miércoles, 10 de junio de 2009

De Feria


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Hoy es miércoles. Ayer estuve en la Feria del Libro. Libre en esta ocasión del frescor desmesurado de los días precedentes y libre también del recuerdos de antiguos calores o chubascos. Una tarde madrileña, velazqueña dirían los cursis, agradable, que sin duda agradecí.

La tarde coincidió, no por casualidad, con la firma de ejemplares de “Más allá de la llanura” que mi amigo Pedro A. González Moreno dedicó a los compradores que decidieron acercarse a la caseta de Latorre Literaria, en donde el libro permanece, aunque no sé si el autor.

“Más allá de la llanura” es un libro atípico de viajero por la provincia de Ciudad Real, una visión literaria de las formas y los modos con los que el hombre y la naturaleza han ido vistiendo y esquilmando los paisajes. Una crónica baciyélmica (en palabras cervantinas del autor) en la cual la memoria y desmemoria de la piedra y sus olores y de la ausencia del agua atrapan al autor, lo zarandean, lo exprimen, le obligan a caminar con la palabra abierta de par en par en par (no es error). Sorprendido, advertido, denunciador, cariñoso, atento. Más allá de la llanura manchega, de la feroz agonía de los regadíos imposibles, de la avaricia y su crimen, el viajero repasa los volcanes del Campo de Calatrava, los cerros de Montiel, su cobre, los ríos del vino y los ferrocarriles, el furor de las hierbas azogadas de Alcudia, las aguas distraídas, y ya sin hermanos, del Bullaque. (Laica coincidencia: mientras escribía lo anterior, un repartidor de agencia me anuncia que me trae un envío de la Biblioteca de Autocares Manchegos, le corrijo por el telefonillo, “debe ser de Autores” “tal vez –responde- es que no se ve bien”. Dentro viene “Más allá de la llanura”, debe ser su aroma a cantueso, a poesía y camino, que confunde, que excita al viaje).

Dejé al autor con su público. En compañía del poeta J. L. Morales, previamente convocado, comencé el clásico paseíllo, el devenir que te enfrenta al menudeo de las editoriales apenas comercializadas, al runruneo con libreros y firmantes. Casi al lado, Ángel Guinda, “Angelito” para mí, poeta a ras de cielo, aragonés de Lavapiés, con más amigos aún que versos. Parada. Dedicatoria de “Claro Interior” con foto incluida. El corazón abierto entre autor y lector, en la safena herida: Olifante, la editorial, que sin pudor exige 15 euros (menos el diez, ya sabes) por un ejemplar de 46 páginas hábiles. Pago yo uno, paga otro José Luis. El abrazo vale más. Seguimos. Parada en Renacimiento de Sevilla, siempre lo hago, el año pasado compré un D´ors, en este, poemas de amor de LA de Cuenca, a quien había oído leer hace poco algunos de ellos (por otro, nuevo supongo, anunciaron que le darán 6000 euros en Málaga, lo del Alcántara, ya saben). José Luis compra tres, títulos distintos. Pagamos, seguimos. Un detalle con los hijos adolescentes: en otra caseta un libro para cada de Luis Piedrahita, obligada lectura para hijos adolescentes y no tanto. Persiste el paseo, las miles casetas. Por el cristal finestral de uno de los pabellones vemos a Miguel Casado, en compañía de otros, masturbando, ordeñando a Rimbaud. ¡Cuánta leche todavía! Caminamos. En no sé compro “La canción de la tierra” de Félix Grande, es una gran antología en edición barata de la E. R. de Extremadura, qué bien hacen. Félix es manchego y/o extremeño según el día. A veces de ningún lado, pero siempre magnífico hombre, magnifica voz de cardenal, magnífico poeta. J. L. compra otro del mismo autor. Luego buscamos, para su hermano, uno de las catedrales estiradas de Llamazares, lo encontramos en tamaño suficiente para ser leído en avión. Vemos Hiperión al otro lado y, sin pudor, nos cambiamos de acera.

Llego a Hiperión con dos encargos. Uno comprar “El viento entre las ruinas” para mi amigo Félix Ortega y otro comprar “El viento entre las ruinas” para mi amigo Teo Rubio, que esta tarde tenía prisa (y nos dejó el dinero). Pago los dos, la librera me estafa, pero aún no soy consciente. El autor de ambos es J. L. Morales, mi acompañante, al que pido que dedique los dos ejemplares para solaz de sus destinatarios. Conversamos con la librera, José Luis rechaza una de sus proposiciones matutinas. Merodeo por el mostrador. Veo los Haikus nuevos de Bermejo. Compro la poesía reunida de Llamazares “Versos y ortigas”, la librera me vuelve a estafar redondeando a su favor y haciéndome un favor. Consiento, ya consciente, por evitar altercados. Tomo nota. Seguimos con cierto afán. Llegamos a Bartleby Editores, están contentísimos con Sylvia Plath, tercera edición, casi quiero comprarlo, 28 menos el diez, lo pienso, lo tengo casi leído, me apeno con la poesía traducida. Me anima: “los que más se venden, sostenemos con ellos la editorial, son los poetas foráneos, se venden mucho”. Me decide, compro “Como si hubiera muerto un niño” del silente y malhumorado Carlos Sahagún. No me arrepiento. J. L. se enrolla con el editor, no con Manuel Rico, sino con otro más joven que dice serlo también, contando historias de poetas conconocidos, a J. L. le gustan estas cosas. Espero, seguimos. Recuerdo que no le he comprado nada a mi mujer y recuerdo que tiene que comenzar a leer Bolaños 2666, tiene bastante, no le compro nada hoy. Volveré con ella. J. L. me pide parar en Lengua de Trapo, no tiene dinero, lo sé, yo casi tampoco y lo que tengo lo quiero para el bar. Va a un cajero trae manteca y se gasta parte gruesa en un libro enorme, y dicen que simpático, de un amigo suyo. Lo debe querer mucho. Pregunto en Visor por el libro que ganó el Vicente Núñez de mi amigo Vicente Martín. No. Llamamos a Pedro A. Quedamos.

Pedro A. está firmando por última vez, 21, 29 horas, tiene a su lado a una antigua alumna, ya mujer y a María Barroso, amiga de todos. Una cerveza, ya fuera del Retiro, otra cerveza, viejos, nuevos tiempos, sucedidos, proyectos. ¿Nos vamos? Bajamos a Serrano, una peruanita pregunta ¿se detiene aquí el carro que lleva a Atocha?, tomamos el 19 y llegamos a Legazpi. Conversaciones, vino, cerveza sin alcohol para mí, bolsas con libros que se tumban, chismorreo literario, historias incabadas, antologías regionales, poetas emergentes, vino, conclusiones, crestas de olas que siempre se rompen. Hasta el martes. Esperad: ¿habéis leído el artículo que le dedica Rafael Morales Barba al libro de Manuel Juliá? Pago. 14,60. Hasta el próximo martes. Ahora sí.