TOMÁS RIVERO es un paseante discontinuo de esta calle travesía a la llamamos Face, donde a veces nos saludamos con un gesto, a veces alzando la mano y una sonrisa y en ocasiones nos paramos a charlar si no caminamos apresurados. Nos vemos, nos sabemos, llegamos a conocernos a base de contactos múltiples. Tomás Rivero es poeta desde cuando tecleaba la Olivetti y después grapaba los folios sospechando ser editado. Desde hace... , desde cuando creía en Trotsky y lo permanente. Que a lo mejor. Siempre ha dudado de la edición reglada, aunque esta no frecuente los márgenes de la maquinaria empresarial sino de la aventura. No obstante, se puso a prueba con Cámara de Humos, resistió con De un libro que no pienso escribir nunca, y cedió a la amistad curielense con Ceses, en Amargord. Escéptico como sigue, se ha dado a a la autoedición consciente y exigente: pura. Sin ISBN ni depósito legal. Por el simple goce de verse y repartirse entre los amigos y lectores que pretendan. Un acto de valentía. Tiene el proyecto de seguir. Llama a sus productos con el nombre genérico de “Folios grapados”, como antaño. Porque la vida cambia y al tiempo permanece. Tiene la fábrica en Lugo. Es buen poeta cuando está en Cádiz, a quien dedica el ejemplar que tengo, es buen poeta cuando pasea Madrid y buen poeta cuando se refugia junto a la muralla romana. Y escribe, y le quema lo escrito. Le revienta. Pedile un ejemplar y enviómelo a prueba y cata. Habla de ciudades del Sur recreadas a lo Borges. Ciudades ocultas salvo para los que poseen don de lenguas, ciudades con murallas de acuarela que se llaman Grimen o Cánsemo, ciudades que se derriten al paso de los jinetes:
Bajo la lluvia triste las ruinas son
plásticas,
tienen la textura de un temblor,
el escorzo gris de la piedra rota,
el paso mordido del tiempo mordido […]
tal anota cuando
visita la ciudad cuyo nombre es Arrasada. A veces se detiene, a veces huye
urgente tras las primeras fotografías. Son ciudades en donde la cal derrota a
los amaneceres. Orgullosas y terribles. Ares: a la que ve con ojos
entrecerrados, Madera: una gota de miedo a la deriva.
Digo, por cierta
deformación, que el libro respira, que el papel se ofrece liberado, que abundan
los jardines claros que tanto agradece la edición, que los materiales son
exquisitos, que la edición es escasa, que la hubiera preferido numerada; y que
estoy feliz como lector y como comprador de libros, aún.
Como el
autor-editor, Tomás Rivero no fija precio, se lo he fijado yo, como se lo fijas tú si le pides uno. Por el importe
decidido haré el bizum. Y animo.
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