El asunto es conocido, entre otros motivos porque lo cuenta Carlos Barral en sus Memorias. ¿No las leyeron? ¿Aún no las han leído? Y viene al presente por los actuales fastos por Ángel González. Chus está que lo vierte, desatado. Resulta que allá por los cincuenta, los jóvenes poetas acomodados, los Barral, los Biedma, los Ferrán, los Ferrater y cía, admitieron en una de sus reuniones a un joven asturiano, barbado y cejijunto, que venía bien recomendado y con avales de afinidades progres. Acepto que la palabra progre aún no se había sembrado (los tiempos eran algo más duros). La conversación dejó sus prolegómenos líricos para derivar en la política y el antifranquismo. El joven amorenado tras leer sus poemas entró en un silencio profundo y escuchador, sin duda sorprendido de los modos y la desenvoltura de aquellos burguesitos. De mala conciencia, pero burguesitos espuma. Ambiente al que estaba poco acostumbrado. En la mañana que siguió, alguno sospechó de aquel poeta recién llegado y corrió la voz de que podría ser un poli memorioso de la politico-social, por lo atento que estaba. No es difícil hacerse pasar por poeta, pensaron. Los jóvenes de la Escuela de Barcelona, Jaime Salinas incluido, entraron en modo pánico y decidieron, durante días, abandonar sus hogares habituales como precaución. Mientras, multiplicaban gestiones con sus contactos. No se tardó mucho en aclarar las cosas. Lo que les tenía mosca es que aquella noche Ángel bebió tanto o más que ellos. Prueba a superar mucho más dificultosa que la de ser poeta. Años después, 1972, Carlos Barral, ya con casa propia, editaría la primera edición de su Palabra sobre palabra. Compré la 2ª, la del 77. Y la bien conservo.
De ella, este soneto a lo Blas
5 comentarios:
Gran recuerdo de Barral,cuyas memorias no he leído, traído muy oportunamente, Paco. La referencia a la brigada politico-social es una joya. Me recuerda que a mí, muchos años después y con poblada barba en aquel entonces, me confundieron en la facultad un día con uno de los frecuentes infiltrados. Inefable Ángel y sus largos tragos, que lo salvaron de sospecha y liberaron de justificada preocupación a sus ilustres contertulios.Los tiempos eran así...
Barral lo cuenta muy bien, como cuenta el menosprecio de todos ellos a la poesía mesetaria, salvando a Aleixandre. Lo de Ángel fue así. Tú lo viviste de otra forma.
Y más certero todavía, si eso cabe.
Digo lo que dicen, Diego.
Claro, muchos años después. Pero hay que ver lo que duró aquello...
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