domingo, 10 de diciembre de 2017

Un poema de Miguel Ángel Velasco: Grecia 2010

     

      En ocasiones visita uno la librería Litec, en Ciudad Real. En esta para reclamar el último libro del profesor Félix Pillet, Geoliteratura. Paisaje literario y turismo, lugar en donde une sus dos obsesiones manifiestas. Se presentó apenas un mes. No poseían ningún ejemplar a la venta. Sabían de su existencia, eso sí. Parecen libreros atentos y profesionales, pero... Dejé el encargo. Así de desconfiado está el mercado actual. Y se entiende. Aproveché para una rápida ojeada a la columna estante donde aguarda la Poesía. Pongamos mayúscula. Continúa desnutrida, ajena de criterio. En cierta momento, años, lo hice notar. Ellos me hicieron notar, tristes, que apenas hay compradores, que los poetas, salvo excepciones, sólo les visitan para depositar sus libros. Sin curiosidad por obra ajena. Que no han suprimido la sección por dignidad. Callé. Siguen siendo títulos añejos que sobreviven sin conocerse ni hablarse unos con otros. Aprovechamos para comprar La muerte una vez más (Tusquets, 2012). 300 páginas que nos han ayudado a cruzar el puente  de la Consti rediviva con cierta dignidad. Reúne, en edición de Isabel Escudero, los tres libros que el balear Miguel Ángel Velasco tenía preparados cuando la muerte vino a preguntarle. Su decir culto y su tentación hermética, conviven con argumentos de la experiencia a los que traba con la argamasa de la emoción, de lo exquisito. Es un gozo íntimo, perdurable, leer poemas tan alejados de la facilidad, de la andante sensibilería, del pensamiento débil. Tanto como cercanos al vigor, al respeto. A un triple respeto: a la poesía, al poeta que escribe y al lector que llega.
Ha sido un contento retirarlo del ignorado anaquel, romper sus cinco largos años de espera, comprar y leerlo. Aquí les dejó este poema fusta que el autor fecha con el aquí y ahora.   
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GRECIA 2010

                      En hermandad con los jóvenes 
                      atenienses en airada revuelta 
                      contra el Régimen del dinero     

Tuviera yo las fuerzas
de antes y corriese a defender
la dignidad vendida como antaño
hacían los poetas, cuando aún
había en este mundo
cantores orgullosos de su nombre,
no gestores de un nombre y un medroso
valor en almoneda.

Qué mansos nos llevaron al pesebre
a masticar la paja del raquítico
prestigio adocenado.

Nos llenaron la boca
con la palabra Grecia, mientras iban
desnutriendo la vena
de nuestra educación, mientras faltaba
cada día un recurso
distinto del pupitre,
una vieja herramienta
de luz, una raíz del tronco antiguo.

Del vasto capitel,
de aquel nuestro alimento necesario
para catarle a la verdad su dátil,
al saber su sabor, para saberle
las vueltas a la trampa, ese diario
fabricarnos el miedo, el ruido ruin
de tanta alpaquería como asorda
la canción del ahora,
la vida del espíritu,
cada día saltaba una viruta
hacia el olvido, hacia la nada eterna
desde la urgencia del cepillo frío.

Hasta este deslucido muladar,
esta patria de noche
que santifican firmas y academias.

Pujad, yo doy cinco poetas, seis
reservados orfebres de su ombligo,
por sólo un gramo de esta masa ardiente,
por uno solo de estos 
desgajados oscuros
de la breada carne
de cañón de su tiempo,
y al joven de mi ayer, al que gasté
en consentidos bríos y bravatas,
lo pongo a combatir a pie de calle
codo con codo con el pueblo griego,
ramo con ramo con el viejo olivo.       

4 comentarios:

Mayusta dijo...

"cada día saltaba una viruta
hacia el olvido, hacia la nada eterna
desde la urgencia del cepillo frío".
(Y aún lo estamos pagando...)

fcaro dijo...

Creo que sí.
Es un poema inmenso, definitorio.

Alfredo J Ramos dijo...

Grande Velasco.

fcaro dijo...

Está volviendo, Alfredo