martes, 21 de noviembre de 2017

Tampoco llueve en La Mancha

Crístobal lópez de la Manzanara y Eugenio Arce
Foto: Lanza digital
     
      Estuvo Mientras la Luz, redacción al completo, en Ciudad Real el fin de semana. Gozando de una espléndida otoñada seca. Sufriéndola. La lluvia es rehén de las premisas, una taimada desesperación, un agravio en los modos, lo imposible. Mientras, la poesía. Como defensa, como ruego. La tarde-noche del sábado 18 estuvo en el museo López Villaseñor con la entrega al haijin. Cristóbal López de la Manzanara del premio Guadiana que otorga la Asociación del mismo nombre. La culpa fue del poema Dos viajes, que relata sus visitas a La Mancha en estaciones diversas y en donde las emociones conservan su color primero. Dos poetas le flanqueron, Eugenio Arce, que presidió el acto, y Manuel Cortijo, que le hizo entrega. Le acompañó su editora Lidia López, de reciente motorización. Al salir, tampoco el agua.

Joaquín Brotons
Foto: La Tribuna

      Ni el lunes 20, fecha de tantos aniversarios muertos, llovía cuando nos dirigíamos a la Facultad de Letras manchega. El poeta valdepeñero Joaquín Brotons leía, en aula abierta, a los jóvenes universitarios. No es fácil apartarle de su ciudad-isla-vino, pero sí en esta ocasión. Nervioso y feliz escuchó la presentación, leve y precisa, del profesor y paisano Matías Barchino. Dijo que hace tiempo que no escribe lo que es verdad que escribía: poesía homoerótica. Aclaró que su poesía es vivencial y cuando las experiencias faltan no es posible relatarlas. Aunque leyó poemas a lo Wordsworth, buscando la belleza en las hojas de hierbas del recuerdo. En los cuerpos adolescentes disfrutados. Habló de sus maestros Cavafis y Cernuda y de su amistad con Baena, Vicente Núñez y LA de Villena. Se dijo, él y otros, de su valentía por escribir con claridad del amor homosexual en épocas cerradas, en tierras hostiles. Y de la marginalidad, ese horizonte de días con quien habla. Hizo buena lectura. Y temblorosa. Con emoción final.  Su última publicación fue Joven ilicitano (2007). Desde hace un tiempo es poeta de antologías más que de novedades. Pedro A. González Moreno condujo la más reciente, Pasión y vida que editó Verbum. Textos tozudos, espirales que le niegan la inmediata reducción a poeta invisible. Ese pozo, casi agujero negro, que a todos amenaza  No llueve. Y la mirada no halla recompensa.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Joven ilicitano (fragmento)

Los mancebos de ojos negros y suave piel africana, cobriza, cuyo tacto calcinaba sus manos en la antorcha de los anhelos, que forma dunas de arena incendiaria en el fascinante oasis en el que se bañan los cuerpos adolescentes; los muchachos turbadoramente hermosos coronados de erotismo puro, inmaculado, cual dioses que pasean orgullosos por el césped seco del solitario y desvencijado embarcadero del amor imposible; el puerto en el que sestean y bailan las barcas de porcelana iluminadas por sus blancas velas; el malecón de los descorazonados de alma frágil, sensible, en el que los trasatlánticos que surcan los mares de petróleo encallan contra las rocas, hundiéndose lentamente, hasta alcanzar las profundidades marinas en las que yacerán para la eternidad, ocultando sus tesoros a la codicia humana que pisa la flor del azafrán y no aprecia el olor de las acacias.
Te coroné y adoré, amor mío, como a un dios -eras mi dios del Olimpo, mi Apolo- con pámpanos y uvas en la alta noche báquica, en la que en las viejas tabernas bebíamos el vino empalagoso, dulzón de la felicidad, que bellos efebos coperos escanciaban de cráteras helénicas adornadas con sátiros y faunos, en copones con incrustaciones de oro y diamantes, engarzados con perlas, cuyas ostras aún nadaban en un mar adormecido, somnoliento, que acariciaba los pies de los amantes que tomaban el sol en las playas griegas, junto al dorado sexo prohibido que dormía en su cama de mullido algodón lujurioso, cubierta con dosel de delicado paño impregnado de aroma de alhelí.

No hay comentarios: