Por conducto no usual, ni compra ni gentileza de autor o editorial, sino por generosidad de amigo, llegó a
Mientras la luz Otomanía, de Ana Ares, libro de poemas editado por Vitruvio,
cauce habitual de la autora. La sugerencia del nombre se convierte en evidencia
nada más comenzar la lectura. Poemas de viaje: un género cada vez más en uso.
Mas lo que algunos realizan rodeados de paredes lo ha realizado Ana Ares en
pleno contacto con las cuevas, las fronteras, las cárcavas, los gatos y los
niños de Anatolia. Hay poemas que se han levantado para acompañar al instante,
rotundos con la imagen; otros tal vez hayan sido reelaborados, sin perder en el trance la luz arañada que los provocó. Habita en ellos la elegancia reflexiva
que da la contemplación inteligente. Libro de sensaciones que buscan lo
transitivo. Tras su lectura resulta evidente la necesidad de ser escrito. No
parece un libro previsto sino provocado, engendrado en el íntimo rincón en
donde la belleza duele su herida.
Este poema, atiende a una realidad
que persiste, la del paisaje que trazan las mujeres
Los órganos vencidos.
Me detuve a observarlas.
Esos animalitos diligentes
que siempre cargan algo (niño,
bolsa,
prisa, carrito, anhelo).
Con el paso ligero
y ojos de no mirar
atravesando grupos de hombres
enlodados
en todas las esquinas.
Sus párpados son órganos vencidos.
Caballos mansos de dóciles hocicos
ponen en marcha el mundo.
Lo alimentan, soportan… Las
mujeres.
Las bellas, las perdidas,
las sucias, las que paren.
Desnudan
los días, y los lavan con saliva,
los visten, los perfuman
y hasta les dan el pecho
sin siquiera mirarlos.
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