Mientras la luz lo hizo. Muchos de sus lectores también, seguro. Tras la visita de puestos y librerías, la consabida charla y el manoseo, compró poesía. Eligió la Obra poética (1935-1998) de Octavio Paz que ha editado Galaxia Gutenberg. Una reedición de dos de los tomos de sus obras completas, los que comprenden toda su poesía. Advirtió para la ocasión Octavio que no ha dejado descansar a sus poemas en toda su vida, que no ha dejado de sobarlos, de podarlos, de definirlos. Está obra trae su decisión, su selección final, pero en su momento confesó que no sabía si era la mejor, sino la que en ese momento deseaba. Traemos el ejemplo de un poema: titulado primero La llama, el habla, después aparece con el de Conversar. Un poema que nos atrae especialmente por estar cercano al mundo de mi paisano Ángel Crespo. Entre paréntesis la estrofa que decidió suprimir para esta edición. Ustedes verán.
Por cierto, ¿compraron ustedes algo? Se puede saber qué.
Dicen:
Ana Garrido: Las pequeñas
espinas son pequeñas, de Raquel Lanseros y La insistencia del daño, de Fernando
Valverde.
Leopoldo Espínola: La fiesta de
los vivos, de Alejandro Martín Navarro.
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Conversar
En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los dioses no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
conversar es divino.
Pero los dioses no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
( Mudos, también los muertos
pronuncian las palabras
que decimos los vivos.
El lenguaje es la casa
de todos en el flanco
del abismo colgada. )
Conversar es humano.
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
( Mudos, también los muertos
pronuncian las palabras
que decimos los vivos.
El lenguaje es la casa
de todos en el flanco
del abismo colgada. )
Conversar es humano.
2 comentarios:
Compramos; leímos y compramos. Bueno, yo, concrétamente "Las pequeñas espinas son pequeñas" de Raquel Lanseros y "La insistencia del daño" de Fernando Valverde. Ando ahora en esos menesteres entre el leer y el escribir. Siempre la misma sed, la misma búsqueda. A veces, el encuentro.
Un abrazo, Maese. Salúdeme a la becaria, ayer la echamos de menos. Mucho.
Suertudos vosotros que disfrutáis de ferias... estands, manoseos... mis ciscunstancias solo me permitieron una visita breve por esta ventana, pero fui a tiro hecho y poesía también: un viejo conocido nuestro, Alejandro Martín Navarro y su Premio Ciudad de Salamanca "La fiesta de los vivos", que me firmará el sábado si no pasa nada. Buena elección Octavio Paz... ¡queda tanto por leer...! Un abrazo.
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